cambiar.

– Gracias, milord -dijo el remero. Subio a la barca y, junto con su companero, la hizo girar en direccion a la posada.

Philippa, entretanto, extendio la manta debajo de un enorme sauce, la rodeo de almohadones y, en el centro, coloco la canasta.

– ?Quieres sentarte a mi lado, Crispin?

La intimidad con un hombre ya no la asustaba sino que, por el contrario, comenzaba a gustarle. Realmente disfrutaba de las caricias del conde. Antes de que el se acercara, se desato los monos y se humedecio los labios con la lengua.

Cuando el conde la miro, se quedo sin aliento, fascinado por la belleza de su prometida. No llevaba cofia ni velo y su abundante cabellera caoba caia con naturalidad sobre los hombros y la espalda. Su vestido de seda verde Tudor era de una sola pieza y los labios insinuantes de la joven invitaban a desgarrarlo. Crispin no entendia lo que le estaba pasando. ?Por que sentia ese deseo irrefrenable de poseer a Philippa Meredith?

Philippa hizo una profunda inspiracion y luego exhalo todo el aire. Su pecho subia y bajaba, haciendo que el corpino se abriera peligrosamente.

– Sientate a mi lado, milord -invito al conde con voz muy dulce.

– No es una buena idea.

– Si que lo es. ?Acaso no tenemos que conocernos mejor? -Extendio su mano hacia el-. Ven, sientate. Quiero que me beses y me abraces de nuevo. Estamos solos, nadie nos vera en nuestro bosquecillo de sauces.

Sin tomarle la mano, Crispin se sento. Era un adulto experimentado y podria refrenar sus impulsos un dia mas.

– Tengo hambre -dijo echando un vistazo a la canasta. La comida lo haria olvidar la pasion.

– Yo tambien -replico mirandolo como si el fuera una deliciosa golosina que queria probar ya mismo.

El conde trataba de no sonreir. Estaba asombrado de lo que habia provocado en esa nina inexperta con unos pocos besos y caricias. Era como si todas sus inhibiciones hubieran desaparecido.

– Senora -dijo en un tono deliberadamente severo y admonitorio-, debes aprender a controlarte.

– ?Por que? Quiero que me beses.

– Y pensar que ayer me rechazabas. ?A que se debe este cambio repentino? Antes no podia besarte y ahora tengo la obligacion de hacerlo.

– Es que ahora estamos comprometidos y manana sera el dia de nuestra boda -explico Philippa-. ?No deseas besarme, Crispin?

– Philippa, quiero besarte y acariciar tus deliciosos senos. Pero debo confesar que lo que empezo como una inocente leccion amorosa ha avivado tanto mi deseo que temo no poder controlarme. Quiero que seas virgen en nuestra noche de bodas. Que los sirvientes chismorreen sobre las sabanas manchadas de sangre una vez que hayamos partido hacia Brierewode.

– ?Oh, Crispin! Te cubriria de besos ahora mismo, si no corriera el riesgo de liberar esa bestia feroz que, dices, hay en ti. Cuando vuelva a servir a la reina, le contare cuan honorable es el hombre con quien me he casado. Eres el marido que ella habria sonado para mi, Crispin. Aunque has despertado en mi un lado nada casto. Ansio mucho tus caricias.

CAPITULO 12

El 30 de abril amanecio con un sol radiante. El rio brillaba bajo la alegre luz matinal. Las primeras flores tenian de color los jardines y los pajaros cantaban dulcemente.

Philippa se habia levantado temprano para contemplar la salida del sol. Habia bajado al jardin en camison y se habia mojado la cara con el rocio de la hierba. Luego, se puso a bailar descalza entre las plantas perfumadas y volvio a entrar en la casa. 'Ojala mama estuviera aqui' -penso. Pero en esa epoca del ano Rosamund estaba ocupada contando los corderos, seleccionando el ganado y preparando el embarque de los tejidos de lana.

Crispin St. Claire tambien se habia levantado temprano. Desde la ventana de su alcoba, habia visto una graciosa figura danzando entre las flores. Era Philippa. Mientras la contemplaba fascinado, se dio cuenta de que se habia enamorado de la muchacha con quien iba a casarse en pocas horas. Esa revelacion lo hizo sonreir y sentirse un poco tonto. Su novia le parecia una muchacha ingenua, pero, a la vez, muy sofisticada, y sabia que con el tiempo iria descubriendo otros aspectos de su personalidad.

Banon entro en la alcoba de su hermana mayor, restregandose los ojos para despabilarse.

– Nunca voy a recuperar el sueno perdido durante todos estos meses en la corte. ?Puedo compartir el bano contigo?

Abrio la boca en un amplio bostezo y, suspirando, se sento en la cama.

– Lucy fue a buscarnos algo de comer. Es un dia perfecto, Bannie. El aire es calido y fragante.

– Estoy contenta de regresar a Otterly antes de que se desate la peste.

– No hay peste todos los anos.

Lucy aparecio con una pesada bandeja que coloco sobre la mesa de roble situada en el centro de la habitacion.

– Vengan, ninas, he traido el desayuno. Les preparare el bano enseguida.

Las dos hermanas se sentaron a la mesa y comenzaron a comer Habia huevos con salsa de queso, crema y eneldo; jamon, pan fresco, mantequilla dulce y mermelada de cerezas. Habia, ademas, potaje de avena, y miel y crema para anadir al cereal. Pese a los tres anos pasados en la corte, Philippa no habia perdido su buen apetito de campesina y Banon, por supuesto, la igualaba en voracidad. Comieron todo hasta no dejar ni una miga de pan.

Los lacayos subian y bajaban las escaleras con baldes de agua. Habian sacado la enorme banera de roble con bandas de hierro de un armario empotrado en la pared y la habian colocado frente al fuego. Cuando la banera se lleno, Lucy echo el cerrojo a la puerta y se dispuso a aromatizar el agua.

– No se te ocurra echar aceite de lirios. Bannie se va a banar conmigo y no quiero que use mis fragancias.

– A mi no me gusta el brio del valle, querida, me hace doler la cabeza.

– Entonces, echare rosas damascenas.

– Te han crecido los senos -senalo Philippa a su hermana mientras subia a la banera-. Eres dos anos menor y son mas voluminosos que los mios. ?No es justo!

– Los tuyos creceran cuando dejes que tu esposo los acaricie con regularidad. No se agrandaran si solo los guardas para ti. ?Ay, como te envidio! ?Ojala fuera mi noche de bodas!

– ?Si su madre las oyera! -se quejo Lucy.

– ?Y que? Te aseguro que no armaria ningun escandalo -la desafio Banon-. Durmio con nuestro padrastro antes del matrimonio y fue la amante del conde de Glenkirk. Y hasta tu propia hermana quedo embarazada antes de la boda.

– ?Como saben esas cosas? ?Si eran unas ninitas en esa epoca!

– La gente no suele prestar atencion a los ninos, Lucy, pero escuchan todo.

Muertas de risa, las hermanas se lavaron el cabello y el cuerpo. Cuando terminaron, salieron de la banera y Lucy las cubrio con enormes toallas que habia calentado junto al fuego.

– Primero voy a vestir a la senorita Banon.

La ayudo a ponerse las medias, las ligas y una camisa de seda de cuello redondo. El vestido era de brocado de seda rosa, con escote cuadrado y una guarda bordada con hilos de oro y plata. Las zapatillas estaban forradas con el mismo genero que su pequena cofia estilo Tudor, adornada con un velo corto de gasa transparente. Una sencilla cadena con una cruz de oro, rubies y perlas rodeaba su delicado cuello.

– ?Ese color te favorece muchisimo! -opino Philippa-. Debe de ser porque resalta tus ojos azules. Pese a que las dos tenemos el mismo color de cabello, a mi ese rosa no me queda nada bien.

– Me muero de ganas de ver tu vestido. La tela que elegiste es bellisima.

Philippa sonrio ante el comentario de su hermana. Ya se habia puesto las medias y las enaguas, y Lucy se disponia a colocarle el corpino del traje nupcial de brocado de seda color marfil. Las mangas eran anchas y

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