y de los ninos.

– ?Y quien cuidara de ti? -pregunto con una sonrisa maliciosa.

– Sospecho que no sera sencillo lidiar contigo, esposa -rio el conde-. Pero con el tiempo aprenderas que solo puede haber un amo en Brierewode y ese soy yo. -Le beso la punta de la nariz.

– ?Ah, no, milord! -protesto; sus mejillas comenzaron a encenderse por la irritacion-. No permitire que me trates como una cabecita hueca. He renunciado a Friarsgate, pero puedo ser mucho mas util de lo que imaginas. Sere la senora de Brierewode y tambien servire a la reina en la corte durante una parte del ano.

– Tu deber principal es darme un heredero, Philippa, no lo olvides -replico con tono severo.

– ?Romperas tu promesa de ir a Francia? ?No podemos rechazar esa invitacion!

– Iremos a Francia, pequena. Cuando doy mi palabra, la cumplo -repuso el conde y luego le acaricio el rostro con ternura-. Es probable que ya haya plantado una semillita en tu vientre, senora -agrego y se rio al ver como sus palabras avergonzaban a la joven-. Fuiste una virgen muy receptiva y apasionada. -Poso los labios en su frente.

– Milord, no hables de asuntos tan intimos. Los remeros podrian oirnos.

– Dos veces -susurro Crispin-. Dos veces te entregaste con ansia para recibir mi semilla en tu jardin secreto. ?Dios me guarde! Me siento excitado de solo pensar en lo que hicimos anoche.

– ?Crispin, comportate!

– Podria hacerte el amor aqui mismo -murmuro. Tomo su mano y la apreto contra su virilidad ardiente, oculta bajo la casaca-. Tal vez mas tarde te siente en mi regazo, despacio, muy despacio, levante tus faldas y te penetre profundamente. Entonces te ensenare a cabalgar en tu brioso semental mientras sofoco tus gritos con mis besos. ?Te gustaria eso, senora?

– Tus impudicas palabras me averguenzan, milord -murmuro, pero siguio apretandole la entrepierna.

– Cuando lleguemos a casa, te ensenare a tocarlo, chiquilla -replico Crispin St. Claire, y aparto la mano de la joven.

Philippa dirigio la mirada hacia el rio. El corazon le latia con violencia. Sintio un ardor en todo el cuerpo y la suave brisa no alcanzaba a apagar el fuego. Cerro los ojos para serenarse, pero la asaltaron las voluptuosas imagenes de su noche de bodas. Trato de recordar las ensenanzas de la reina. Catalina nunca habia mencionado el placer en sus lecciones. Philippa empezo a pensar que, tal vez, estaba mal haber disfrutado tanto, que no deberia excitarse con las palabras seductoras que acababa de susurrar el conde, ni desear que su esposo volviera a tomarla en sus brazos y la poseyera por completo. Cuando el conde tomo de nuevo su mano, la joven se sobresalto.

Crispin le beso el dorso, luego, cada uno de los dedos y por ultimo, la palma.

– No te asustes, querida -trato de aliviarla, consciente del duelo de emociones que se libraba en la mente de su esposa-. Todo saldra bien, te lo prometo.

Sin soltarle la mano, se puso a contemplar el rio.

Philippa cerro los ojos una vez mas. El trajin de la corte, las semanas previas a la boda y la noche anterior habian agotado sus fuerzas. Si, estaba cansada, pero ya no tenia miedo. De repente, sintio deseos de que Banon estuviera con ella para contarle todo. Aunque no hacia falta. Muy pronto su hermana descubriria que el matrimonio podia ser algo maravilloso si se encontraba al hombre adecuado.

CAPITULO 14

Hacia el mediodia, la barca se acerco a la costa.

– Ahora, dejennos solos -ordeno el conde a los remeros-. Los llamare cuando estemos listos para continuar el viaje. Han remado a buen ritmo. Llegaremos al King's Head al atardecer. ?Tienen comida?

– Si, milord, gracias. Vamos a comer y a descansar un rato. Philippa extendio el mantel sobre la hierba y, cuando se sento, las faldas se extendieron a su alrededor.

– Ven a almorzar, milord.

En la cesta encontraron un verdadero banquete y hasta una botella de vino tinto. El aire era mas calido que a la manana y comieron hasta vaciar la canasta.

– Es el Dia de Mayo mas bello que he tenido. El viaje por el rio fue maravilloso -suspiro Philippa.

– Pasaremos por Windsor esta tarde.

– Nunca vi el palacio desde el Tamesis. Siempre ibamos de Richmond a Greenwich por el rio pero, salvo aquel dia de campo, nunca me aventure mas alla de la casa del tio Thomas.

Se acosto placidamente en la hierba. Crispin se tendio junto a ella y le tomo la mano.

– Tengo que confesarte algo, Philippa. La idea del viaje en barco fue de lord Cambridge. Le parecia mas romantico y menos agotador que hacer todo el trayecto a caballo o en carruaje. Yo no estaba nada entusiasmado, pero igual acepte su plan. ?Y no me arrepiento en lo mas minimo! Es la mejor forma de festejar la primavera.

Apoyandose en uno de los codos, contemplo su bello cuerpo y le dio un beso.

– Crispin -murmuro Philippa-, los remeros… Alzo su cabeza y sonrio con picardia.

– ?Por que crees que les ordene que nos dejaran solos? Te aseguro que entendieron perfectamente mi mensaje, asi que no debes preocuparte. Tengo el firme proposito de hacerte el amor bajo los arboles, y si no me permites satisfacer mi deseo aqui y ahora, en algun momento de la tarde, mientras estemos en la barca, te poseere cuando me plazca. La decision es tuya, senora. -Su mirada denotaba que no estaba bromeando.

– Eres muy perverso, milord. ?Y si pasara un pastor o una lechera y nos sorprendieran en flagrante delito?

Crispin le levanto las faldas y acaricio sus suaves muslos.

– Un hombre retozando con su esposa no es un delincuente. ?Philippa, eres tan deliciosa y cautivante!

La beso con furor, separandole los labios con la lengua.

?Por que se sentia tan debil y aturdida cuando el la embestia de esa manera? Abrio la boca y acogio esa lengua sensual mientras los habiles dedos del conde jugueteaban con sus labios intimos. Sus senos estaban a punto de saltar del corpino. Maldijo la idea de usar un vestido tan complicado de desabrochar. Entre tanto, el conde excitaba con la yema de los dedos la pequena y sensible cresta de su femineidad. Ella ronroneo.

– Crispin, no sigas, por favor.

– ?Por que? -susurro mientras deslizaba dos dedos en la venusina caverna.

– No se -logro articular-. ?Oh, no! ?No deberias hacer eso, no!

– ?Por que? -pregunto otra vez. Luego la cubrio con su cuerpo y comenzo a penetrarla.

– ?Oh, por Dios! -Philippa lo acogio y sintio cada pulgada de su virilidad. Su longitud, su grosor, su calor.

– De modo que te gusta, ?eh? -musito lamiendole la oreja-. Te gusta mucho, muchisimo. Dime que me deseas tanto como yo a ti, pequena.

– ?Si! -jadeo-. ?Si! -Y siguio gimiendo. El conde se movia a un ritmo cada vez mas frenetico hasta que los dos aullaron de extasis, fundiendo sus cuerpos en uno solo.

Mas tarde, Crispin se puso de pie, se acomodo la ropa y recobro su porte distinguido. Philippa alzo la vista hacia el. Jamas habia imaginado que ese hombre tan elegante fuera tan apasionado. Al ver que estaba despierta, el conde se agacho, la levanto entre sus brazos y la beso con ternura.

– Debemos irnos. Llamare a los remeros.

– ?Tengo un aspecto decente? -pregunto Philippa.

– Estas perfecta, senora -replico luego de alisarle las faldas.

– La proxima vez, desatame el corpino, Crispin. Me costaba respirar. De ahora en mas, usare vestidos que se anuden en la parte delantera.

– No es mala idea -acordo su flamante esposo-. Eche de menos esos apetitosos frutos que posees. Hoy a la noche les pedire disculpas por haberlos abandonado.

– ?No hare el amor contigo en una posada publica! -declaro indignada.

– Ya veo. En la ribera del rio si, pero en la posada no.

– ?La gente puede oirnos!

– Todo depende de las habitaciones que nos den.

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