– ?Sabes algo acerca de rastrear los mensajes de correo electronico?

– No -dijo Lucy, acercandose a su mesa.

– Cuando recibes un mensaje, ?sabes como funciona ese galimatias de ubicaciones, SMTP e ID de mensajes?

– Finjo que si.

– Basicamente te muestra como te ha llegado el mensaje. Adonde ha ido, de donde viene, que ruta y que servicio de correo de internet ha utilizado para ir del punto A al punto B. Como un matasellos.

– De acuerdo.

– Por supuesto, existen maneras de enviarlos de forma anonima. Pero en general, aunque lo hagas asi, dejas alguna huella.

– Fantastico, Lonnie, excelente. -Lonnie estaba escurriendo el bulto-. ?Debo suponer que has encontrado alguna de esas huellas en el correo que llevaba ese diario adjunto?

– Si -dijo Lonnie. Levanto la cabeza y sonrio un poquito-. No voy a volver a preguntarte por que quieres el nombre.

– Bien.

– Porque te conozco, Lucy. Como casi todas las tias buenas, eres insufrible. Pero tambien eres aterradoramente etica. Asi que si necesitas traicionar la confianza de tu clase, traicionar a tus alumnos, a mi y a todo en lo que crees, tiene que haber una buena razon. Una razon vital, diria yo.

Lucy no dijo nada.

– Es vital, ?verdad?

– Dimelo, Lonnie, por favor.

– El correo procedia de uno de los ordenadores de la Biblioteca Frost.

– La biblioteca -repitio Lucy-. ?Cuantos ordenadores tendran? ?Cincuenta?

– Mas o menos.

– Entonces nunca sabremos quien lo envio.

Lonnie hizo un gesto ambiguo con la cabeza.

– Sabemos a que hora se envio. A las seis cuarenta y dos de la tarde de anteayer.

– ?Y eso en que nos ayuda?

– Los alumnos que utilizan el ordenador tienen que firmar. No tienen que firmar para un ordenador concreto, el personal dejo de hacer eso hace dos anos, pero para conseguir un ordenador si tienes que reservarlo durante una hora. Fui a la biblioteca y consegui las hojas de asistencia. Compare una lista de estudiantes de tu clase con los estudiantes que habian firmado para reservar una hora de ordenador entre las seis y las siete de la tarde de anteayer.

Callo.

– ?Y?

– Solo habia una persona que coincidiera con alguien de tu clase.

– ?Quien?

Lonnie se acerco a la ventana y miro hacia la explanada.

– Te dare una pista -dijo.

– Lonnie, de verdad que no estoy de humor…

– Es una aduladora-dijo.

Lucy se quedo de piedra.

– ?Sylvia Potter?

Lonnie seguia dandole la espalda.

– Lonnie, ?me estas diciendo que Sylvia Potter envio esa entrada de diario?

– Si -dijo-. Eso es exactamente lo que te estoy diciendo.

Una vez en mi despacho, llame a Loren Muse.

– Necesito otro favor -dije.

– Dispara.

– Necesito que averigues lo que puedas de un numero de telefono. De quien era, a quien llamo. Todo.

– ?Que numero es?

Le di el numero que me habia facilitado Raya Singh.

– Dame diez minutos.

– ?Solo?

– Oye, no soy investigadora jefe por mi cuerpo serrano.

– Que te crees tu eso.

Se rio.

– Me gusta cuando te sueltas, Cope.

– No te acostumbres.

Colgue. ?Mi frase habia sido inadecuada, o era una respuesta justificable a su comentario del «cuerpo serrano»? Es simplista criticar la correccion politica. Los extremos son un blanco facil para el ridiculo. Pero yo he visto lo que pasa en un lugar de trabajo cuando se permiten todo tipo de comentarios. Puede ser intimidatorio y siniestro.

Es como lo de las normativas actuales aparentemente hiperprotectoras con la seguridad de los ninos. Tu hijo tiene que ponerse un casco de bici te guste o no. Debes usar un mantillo especial en los patios de juegos y no puedes tener armazones donde los ninos puedan trepar demasiado alto y, ah, si, tu hijo no deberia caminar tres manzanas sin ir acompanado, y espera un momento, ?donde esta la proteccion para la boca y los ojos? Es muy facil burlarse de estas cosas, y despues algun listillo manda un correo al azar que dice: «Oye, nosotros lo haciamos y sobrevivimos». Pero la verdad es que muchos ninos no sobreviven. Antes los ninos tenian mucha mas libertad. No sabian que hubiera un mal acechando en las sombras. Algunos fueron a un campamento de verano en los dias en que la seguridad era laxa y se dejaba a los ninos ser ninos. Algunos de esos ninos se adentraron en el bosque de noche y nadie volvio a verlos.

Lucy Gold llamo a la habitacion de Sylvia Potter. No hubo respuesta. No le sorprendio. Busco en el directorio de la facultad, pero no tenian los numeros de movil. Lucy recordaba haber visto a Sylvia usando una BlackBerry, asi que le mando un breve correo electronico pidiendole que la llamara lo antes posible.

Tardo menos de diez minutos en responder.

– ?Queria que la llamara, profesora Gold?

– Si, Sylvia, gracias. ?Podrias pasar un momento por mi despacho?

– ?Cuando?

– Ahora, si fuera posible.

Hubo unos segundos de silencio.

– ?Sylvia?

– Mi clase de literatura inglesa esta a punto de empezar -dijo-. Hoy tengo que presentar el proyecto final. ?Puedo pasar cuando termine?

– Por supuesto -dijo Lucy.

– Tardare un par de horas.

– Esta bien, no me movere de aqui.

Mas silencio.

– ?Puede decirme de que quiere hablar, profesora Gold?

– Puede esperar, Sylvia, no te preocupes. Nos veremos despues de tu clase.

– Hola.

Era Loren Muse. Yo estaba otra vez en el juzgado y Flair Hickory empezaria su contrainterrogatorio en un par de minutos.

– Hola -dije.

– Estas horrible.

– Se nota que eres una investigadora experta.

– ?Te preocupa el contrainterrogatorio?

– Ya lo creo.

– Chamique lo hara bien. Tu hiciste un estupendo trabajo.

Asenti, e intente concentrarme otra vez en el juicio. Muse camino a mi lado.

– Oh -dijo-, respecto al numero de telefono que me diste, tengo malas noticias.

Espere.

– Era de usar y tirar. Lo que significa que alguien lo pago en metalico con un numero fijo de minutos y no dejo ningun nombre.

– No necesito saber quien lo compro -dije-, solo necesito saber que llamadas se hicieron desde el o cuales recibio.

– Es dificil -dijo Muse-. Imposible a traves de los canales normales. El que lo adquirio lo hizo por internet, y a algun irresponsable que se hacia pasar por otro irresponsable. Tardare un poco en rastrearlo todo y en ejercer suficiente presion para conseguir los registros.

Menee la cabeza. Entramos en la sala.

– Otra cosa -dijo ella-. ?Has oido hablar de MVD?

– Most Valuable Detection -dije.

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