Como en esas canciones lastimeras que escuchaba una y otra vez. Un sentimiento. Un estallido de emocion. Un subidon o un bajon, no importaba. Pero ya no era lo mismo. ?Que habia cantado Elton John, con aquella letra de Bernie Taupin, sobre el vodka con tonica? Algo sobre tomar un par de vodkas con tonica para empezar de nuevo.

A Lucy no le habia funcionado. Pero ?para que dejar de intentarlo ahora?

La vocecita en su cabeza decia: «Deja de beber».

La voz mas fuerte decia a la vocecita que se callara o se metiera en sus asuntos.

Lucy levanto un puno en el aire.

– ?Bien dicho, Voz!

Se rio y ese sonido, el sonido de su risa sola en aquella habitacion silenciosa, la asusto. El siguiente en su lista «Suave» era Rob Thomas pidiendole si podia abrazarla mientras se desmoronaba, si podia abrazarla mientras los dos se hundian. Ella asintio. Si podia. Rob le recordo que tenia frio, estaba asustada y rota, y que, maldita sea, queria escuchar esa cancion con Paul.

Paul.

El tenia que saber lo de los diarios.

Hacia veinte anos que no le veia, pero hacia seis Lucy le habia buscado en internet. No queria hacerlo. Sabia que Paul era una puerta que era mejor dejar cerrada. Pero se habia emborrachado -vaya sorpresa-y, asi como algunas personas recurrian al telefono cuando bebian demasiado, Lucy recurria al Google.

Lo que encontro la hizo serenarse y al mismo tiempo no fue una sorpresa. Paul estaba casado. Trabajaba como abogado. Tenia una nina pequena. Lucy incluso habia encontrado una foto de su bonita esposa de familia acomodada en una recepcion de una asociacion benefica. Jane, la esposa, era alta, delgada y llevaba perlas. Le quedaban bien las perlas. Toda ella decia a gritos que estaba hecha para las perlas. Otro trago.

Las cosas podian haber cambiado en seis anos, pero entonces Paul vivia en Ridgewood, Nueva Jersey, apenas a treinta kilometros de donde se encontraba Lucy ahora. Miro el ordenador que tenia en la habitacion. Paul debia saberlo, ?no?

Y no haria ningun dano realizar otra busqueda en Google. Buscar su numero de telefono, de su casa, o mejor de su despacho. Podia llamarle. Advertirle, en realidad. Con total honestidad. Sin intenciones o significados ocultos, nada de eso.

Dejo el vodka con tonica. Por la ventana veia caer la lluvia. El ordenador ya estaba encendido. Su salvapantallas era ni mas ni menos que el que ponia Windows por defecto. Nada de fotos de vacaciones familiares, ninguna diapositiva de los ninos o el tipico comodin de las solteras: la fotografia de una mascota. Solo el logo de Windows brincando en la pantalla, como si el monitor le sacara la lengua. Llamarlo patetico era poco.

Fue a la pagina de inicio y estaba a punto de teclear cuando oyo que llamaban a la puerta. Se detuvo y espero.

Otra llamada. Lucy miro el reloj en la esquina inferior derecha del ordenador.

Las doce y diecisiete.

Tardisimo para visitas.

– ?Quien es?

Ninguna respuesta.

– ?Quien…?

– Soy Sylvia Potter.

Por la voz se notaba que estaba llorando. Lucy se puso en pie y fue a la cocina. Echo el resto de su bebida en el fregadero y guardo la botella en el armario. El vodka no olia, al menos no mucho, o sea que por ese lado estaba salvada. Se miro rapidamente en el espejo. La imagen que vio era horrible, pero no podia hacer mucho por remediarlo.

– Voy.

Abrio la puerta y Sylvia entro de golpe como si hubiera estado apoyada en ella. La chica estaba empapada. El aire acondicionado estaba al maximo. Lucy estuvo a punto de comentar que pillaria un resfriado de muerte, pero le parecio algo que podia decir una madre. Cerro la puerta.

– Siento pasar tan tarde -dijo Sylvia.

– No te preocupes. Estaba levantada.

Se paro en el centro de la habitacion.

– Lamento lo de antes.

– No pasa nada.

– No, es que…

Sylvia echo un vistazo y se froto el cuerpo con las manos.

– ?Quieres una toalla o algo?

– No.

– ?Quieres algo de beber?

– No, gracias.

Lucy indico a Sylvia que se sentara y la chica se dejo caer en el sofa de Ikea. Lucy odiaba Ikea y sus manuales de instrucciones con dibujitos que parecian pensados por ingenieros de la NASA. Lucy se sento a su lado y espero.

– ?Como supo que yo habia escrito el diario? -pregunto Sylvia.

– Eso no importa.

– Lo mande de forma anonima.

– Lo se.

– Y usted dijo que eran confidenciales.

– Lo se y lo siento.

Sylvia se froto la nariz y miro al vacio. Los cabellos le chorreaban.

– Ademas le menti -dijo Sylvia.

– ?En que?

– Sobre lo que habia escrito. Cuando fui a verla al despacho el otro dia. ?Se acuerda?

– Si.

– ?Se acuerda de lo que le dije que habia escrito?

Lucy lo penso un momento.

– Tu primera vez.

Sylvia sonrio, pero sin ninguna alegria.

– Supongo que, aunque sea enfermizo, era verdad.

Lucy se quedo un momento pensando en eso.

– No se si te entiendo, Sylvia.

Sylvia no dijo nada durante un rato. Entonces Lucy recordo que Lonnie le habia dicho que la ayudaria haciendola hablar. Pero habia dicho que esperaria al dia siguiente.

– ?Ha venido Lonnie a verte esta noche?

– ?Lonnie Berger? ?De la clase?

– Si.

– No. ?Para que iba a venir a verme?

– No es importante. Entonces ?has venido por decision propia?

Sylvia trago saliva y parecio insegura de si misma.

– ?He hecho mal?

– No, ni mucho menos. Me alegro de que estes aqui.

– Estoy muy asustada -dijo Sylvia.

Lucy asintio intentando parecer tranquila y alentadora al mismo tiempo. Forzar el tema podia volverse contra ella. Asi que espero. Espero dos minutos enteros antes de hablar.

– No tienes por que tener miedo -dijo Lucy.

– ?Que cree que debo hacer?

– Cuentamelo todo, ?vale?

– Ya lo he hecho, o al menos casi todo.

Lucy no sabia como enfocarlo.

– ?Quien es P?

Sylvia fruncio el ceno.

– ?Que?

– En tu diario. Hablas de un chico llamado P. ?Quien es P?

– ?De que esta hablando?

Lucy callo y despues volvio a intentarlo.

– Dime exactamente por que estas aqui, Sylvia.

Pero Sylvia se habia vuelto cautelosa.

– ?Para que ha venido hoy a mi cuarto?

– Porque queria hablar de tu diario.

– Entonces ?por que me pregunta por un chico llamado P? Yo no he llamado P a nadie. Dije directamente que era… -las palabras se le atragantaron en la garganta,

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