– Paul Copeland.
– ?Que?
– Paul Copeland.
– Ya te he oido, Ira. ?Que quieres de el?
Su mirada era casi lucida.
– Quiero verle.
– De acuerdo.
– Ahora. Quiero verle ahora.
Se estaba poniendo nervioso por momentos. Lucy suavizo el tono.
– Le llamare, ?vale? Puedo traerle…
– ?No!
Ira se volvio y miro su pintura. Se le saltaron las lagrimas. Alargo la mano hacia el bosque, como si quisiera desaparecer en el.
– Ira, ?que pasa?
– A solas -dijo-. Quiero ver a Paul Copeland a solas.
– ?No quieres que yo venga con el?
El nego con la cabeza sin dejar de mirar el bosque.
– No puedo decirte estas cosas, Luce. Quiero hacerlo, pero no puedo. Paul Copeland. Dile que venga. Solo. Le dire lo que necesita saber. Y entonces tal vez los fantasmas podran descansar.
Cuando volvi a mi despacho, tuve otro sobresalto.
– Glenda Perez esta aqui -dijo Jocelyn Dureis.
– ?Quien?
– Es abogada. Pero dice que la conoceras mejor como hermana de Gil Perez.
Habia olvidado su nombre. Fui directamente a la sala de espera y la vi. Glenda Perez estaba igual que en aquellas fotos de la repisa de la chimenea.
– ?Senora Perez?
Se levanto y me estrecho la mano superficialmente.
– Espero que tenga tiempo para recibirme.
– Adelante.
Glenda Perez no espero a que le mostrara el camino. Entro en mi despacho con la cabeza alta. La segui y cerre la puerta. Habria apretado el intercomunicador para decir «No quiero interrupciones», pero me parecio que Jocelyn lo habia entendido por nuestro lenguaje corporal.
Le indique con un gesto que se sentara. No lo hizo. Yo di la vuelta a mi mesa y me sente. Glenda Perez se puso las manos en las caderas y me miro furiosa.
– Diga, senor Copeland, ?le divierte amenazar a la gente mayor?
– Al principio no. Pero que quiere que le diga, cuando le coges el tranquillo, no esta mal, es bastante divertido.
Dejo caer las manos.
– ?Le parece divertido?
– ?Por que no se sienta, senora Perez?
– ?Amenazo a mis padres?
– No. Espere, si. A su padre. Le dije que si no me contaba la verdad haria trizas su mundo e iria a por el y a por sus hijos. Si eso le parece una amenaza, si, le amenace.
Le sonrei. Ella se esperaba negativas, disculpas y explicaciones. No le habia dado nada de eso, no habia alimentado su fuego. Abrio la boca, la cerro y se sento.
– Bueno, dejemonos de fingimientos -dije-. Su hermano salio vivo de ese bosque hace veinte anos. Necesito saber que paso.
Glenda Perez llevaba un traje gris. Las medias eran blancas transparentes. Cruzo las piernas e intento parecer relajada. No lo logro ni de lejos. Espere.
– Esto no es verdad. A mi hermano le asesinaron junto con su hermana.
– Creia que ibamos a dejarnos de fingimientos.
Se golpeo los labios con el dedo.
– ?De verdad va a ir a por mi familia?
– Estamos hablando del asesinato de mi hermana. Usted, senora Perez, deberia entenderlo.
– Me lo tomare como un si.
– Un si grande y muy desagradable.
Volvio a golpearse los labios. Espere un poco mas.
– ?Que le parece si le planteo una hipotesis?
Abri las manos.
– Me encantan las hipotesis.
– Supongamos -empezo Glenda Perez- que ese fallecido, el tal Manolo Santiago, fuera mi hermano. Siempre en el terreno de la hipotesis.
– Vale, supongamoslo. ?Que mas?
– ?Que cree que representaria eso para mi familia?
– Que me mintieron.
– No solo a usted.
Me recoste en el asiento.
– ?A quien mas?
– A todos.
Volvio a empezar con los golpecitos en los labios.
– Como sabe, nuestras familias presentaron una demanda. Sacamos millones. Ahora seria un caso de fraude, ?no? Hipoteticamente hablando.
No dije nada.
– Utilizamos ese dinero para montar un negocio, para invertir, para mi educacion, para la salud de mi hermano. Tomas estaria muerto o en una institucion de no haber obtenido ese dinero. ?Lo entiende?
– Si.
– E hipoteticamente hablando, si Gil estuviera vivo y nosotros lo hubieramos sabido, todo el caso se habria basado en una mentira. Estariamos expuestos a multas y tal vez a un proceso. Mas aun, la policia investigo un homicidio cuadruple. Basaron el caso en la creencia de que los cuatro adolescentes habian muerto. Pero si Gil sobrevivio, tambien podrian acusarnos de obstruccion a una investigacion en curso. ?Lo ve?
Nos miramos. Ahora era ella la que esperaba.
– Su hipotesis tiene otro problema -dije.
– ?De que se trata?
– Cuatro personas se adentran en el bosque. Uno sale de el vivo. Mantiene en secreto que ha sobrevivido. Se podria concluir, siempre basandose en su hipotesis, que el mato a los otros tres.
Golpeandose el labio.
– Entiendo por que podria llegar a esta conclusion.
– ?Pero?
– No fue el.
– ?Debo creer en su palabra y ya esta?
– ?Es importante?
– Por supuesto que lo es.
– Si mi hermano los mato, todo ha terminado, ?no? Esta muerto. No puede hacerlo volver y juzgarlo.
– Tiene razon.
– Gracias.
– ?Mato su hermano a mi hermana?
– No, no la mato.
– ?Quien la mato?
Glenda Perez se puso de pie.
– Durante mucho tiempo no lo supe. En nuestra hipotesis. No supe que mi hermano estaba vivo.
– ?Sus padres si?
– No he venido a hablar de ellos.
– Necesito saber…
– Quien mato a su hermana. Lo comprendo.
– ?Entonces?
– Entonces le dire una cosa mas. Y basta. Se lo dire con una condicion.
– ?Cual?
– Que esto siga siendo una hipotesis. Que deje de decir a las autoridades que Manolo Santiago es mi hermano. Que prometa dejar en paz a mis padres.
– No puedo prometer eso.