York, y cualquiera diria que habia retrocedido en el tiempo.
Sandy entrego la identificacion a Lowell. Este se sono la nariz con tanta fuerza y tenia la piel tan flacida que Muse temio que se arrancara parte de ella. Examino la identificacion, suspiro y dijo.
– Deberias haberme dicho quien era, Sandy.
– Pero usted dijo que no entrara nadie sin su permiso.
– Y si me hubieras dicho por telefono quien era, te lo habria dado.
– Pero…
– Miren -interrumpio Muse-, haganme un favor. Discutan sus modales toscos en la proxima reunion de la logia, ?vale? Tengo que entrar.
– Aparque a la derecha -dijo Lowell, sin ofenderse-. Solo se puede acceder a pie. La acompanare.
Lowell hizo una sena a Sandy con la cabeza y este apreto un boton que levanto la barrera. Muse se rasco la mejilla con el dedo menique otra vez al pasar. Sandy se desespero, impotente, lo que a Muse le parecio muy oportuno.
Aparco y Lowell se reunio con ella. Llevaba dos linternas y le entrego una. La paciencia de Muse empezaba a agotarse. La cogio de mala manera y dijo:
– Bueno, ya esta bien, ?por donde?
– Usted si que sabe como tratar a la gente -dijo el.
– Gracias, sheriff.
– Por la derecha. Vamos.
Muse vivia en un piso asqueroso de dos habitaciones o sea que no podia hablar mucho, pero aun sin entender demasiado, aquella urbanizacion cerrada parecia exactamente igual a cualquier otra, excepto que el arquitecto habia pretendido darle un aspecto rustico y no lo habia logrado. El exterior de aluminio simulaba falsos troncos de cabana, un aspecto de lo mas ridiculo en una inmensa urbanizacion de edificios de tres pisos. Lowell bajo de la acera y se metio en una pista.
– ?Sandy le ha dicho que no se pusiera histerica? -pregunto Lowell.
– Si.
– No se ofenda. Se lo dice a todo el mundo. Incluso a los hombres.
– Debe de ser la alegria de su grupo de caza.
Muse conto siete coches patrulla y tres vehiculos de urgencias de diferentes clases. Todos tenian las luces parpadeantes en marcha. Muse no podia imaginarse para que. Los residentes, una mezcla de viejos y familias jovenes, estaban observando no se sabe que, atraidos por las innecesarias luces.
– ?Es muy lejos? -pregunto Muse.
– Unos dos kilometros. ?Quiere aprovechar para hacer una visita por el camino?
– ?Una visita de que?
– Del lugar en el se produjeron los asesinatos. Pasaremos por donde hallaron uno de los cadaveres hace veinte anos.
– ?Trabajo en el caso?
– Perifericamente -dijo.
– ?Que quiere decir?
– Perifericamente. Me ocupe de aspectos relativamente menores o poco importantes. Me movia por los margenes. Perifericamente.
Muse le miro.
Lowell podia estar sonriendo, pero era dificil saberlo con tanto colgajo.
– No esta mal para un pueblerino tosco como yo, ?eh?
– Estoy deslumbrada -dijo Muse.
– Puede que le convenga ser un poco mas simpatica conmigo.
– ?Por que dice eso?
– Primero, manda hombres a buscar un cadaver a mi condado sin informarme. Segundo, este es mi escenario del crimen. Usted es una invitada mia.
– ?No me vendra ahora con el rollo de la jurisdiccion?
– No -dijo el-. Pero me gusta parecer duro. ?Como lo he hecho?
– Pse. ?Podemos seguir con la visita?
– Claro.
El sendero se fue estrechando hasta que practicamente desaparecio. Subieron por las rocas y rodearon los arboles. Muse siempre habia sido un poco muchachote. Le gustaba la actividad. Sus zapatos podian aguantarlo, y que Flair Hickory se fastidiara.
– Espere -dijo Lowell.
El sol seguia bajando. El perfil de Lowell se veia recortado. Se quito el sombrero y se sono de nuevo.
– Aqui es donde hallaron al chico de los Billingham.
Doug Billingham.
Fue como si el bosque entendiera las palabras y el viento susurrara una vieja cancion. Muse miro. Un chico. Billingham tenia diecisiete anos. Le habian encontrado con ocho heridas de arma blanca, casi todas defensivas. Habia peleado con el agresor. Miro a Lowell, que tenia la cabeza baja y los ojos cerrados.
Muse recordo otra cosa, algo del expediente. Lowell. Eso era. El nombre.
– Una mierda perifericamente -dijo-. Usted era el jefe.
Lowell no contesto.
– No lo entiendo. ?Por que no me lo ha dicho?
El se encogio de hombros.
– ?Por que no me dijo que estaba reabriendo mi caso?
– Porque no ha sido asi. No sabia que tuvieramos nada hasta ahora.
– O sea que han topado con una mina de oro por pura casualidad -dijo el.
A Muse no le gusto el cariz que estaba tomando la conversacion.
– ?A que distancia estamos del lugar donde encontraron a Margot Green? -pregunto Muse.
– A un kilometro al sur.
– Primero encontraron a Margot Green, ?no?
– Si. Veamos, por donde hemos entrado, donde estan las casas, ahi se encontraba el campamento de chicas. Las cabanas, digamos. Las de los chicos estaban al sur. La chica Green fue hallada cerca de alli.
– ?Cuanto tardaron en localizar a Billingham tras encontrar a Green?
– Treinta y seis horas.
– Es mucho tiempo.
– Es mucho terreno.
– Aun asi. ?Estaba tirado en el suelo?
– No, le habian enterrado superficialmente. Por eso no debieron de verlo la primera vez que pasaron. Cuando se trata de chicos desaparecidos todo el mundo se apunta y quiere ayudar a cubrir mas terreno. Pasaron por encima de el. No se dieron cuenta de que estaba aqui.
Muse miro al suelo. No habia nada destacable. Habia una cruz, como uno de esos recuerdos improvisados que se ponen en los lugares donde se ha producido un accidente de coche. Pero la cruz estaba casi tumbada. No habia foto de Billingham. Ni recuerdos, ni flores ni peluches. Solo una cruz hecha polvo. Sola en el bosque. Muse casi se estremecio.
– Probablemente ya lo sabe, pero el asesino se llamaba Wayne Steubens. Resulto que era un monitor. Se han elaborado muchas teorias sobre lo que paso aquella noche, pero el consenso parece ser que Steubens liquido primero a los chicos desaparecidos, Perez y Copeland. Los enterro. Empezo a excavar una tumba para Douglas Billingham cuando encontraron a Margot Green. Entonces se marcho. Segun el criminologo de Quantico, para el enterrar los cuerpos era parte de la emocion. Supongo que ya sabe que Steubens enterro a todas las demas victimas, ?verdad? Las de los otros estados.
– Si, ya lo se.
– ?Sabia que dos de ellos todavia estaban vivos cuando los enterro?
Tambien lo sabia.
– ?Tuvo ocasion de interrogar a Wayne Steubens? -pregunto Muse.
– Hablamos con todos en ese campamento.
Lo dijo lenta y cuidadosamente. A Muse se le desperto una alarma en la cabeza. Lowell continuo.
– Si, el tal Steubens me puso los pelos de punta, al menos es lo que pienso ahora. Pero puede que sea un efecto posterior, ya no lo se. No habia pruebas que relacionaran a Steubens con los asesinatos. De hecho, no habia nada que relacionara a nadie con ellos. Encima Steubens era rico. Su familia contrato a un abogado. Como se puede imaginar, el campamento se vacio enseguida. Todos los chicos volvieron a casa. A Steubens lo mandaron al extranjero el siguiente semestre. A una escuela de Suiza, creo.
Muse todavia miraba la cruz.
– ?Quiere que sigamos?
Ella asintio y se pusieron a caminar.
– ?Desde cuando es investigadora jefe? -pregunto Lowell.
– Hace unos meses.
– ?Y antes?
– Tres anos en homicidios.
El volvio a secarse la nariz.
– No se vuelve mas facil, ?verdad?