– Entonces no puedo decirle lo que se de su hermana.

Silencio. Ya habiamos llegado. Al punto muerto. Glenda Perez se levanto para marcharse.

– Es abogada -dije-, si me lo propongo, le retiraran la licencia…

– Ya esta bien de amenazas, senor Copeland.

Calle.

– Se algo de lo que le paso a su hermana esa noche. Si quiere saber que es, aceptara el trato.

– ?Aceptara mi palabra sin mas?

– No. He redactado un documento legal.

– Me toma el pelo.

Glenda Perez busco en el bolsillo de la chaqueta y saco los papeles. Los desdoblo. Era basicamente un acuerdo de confidencialidad. Tambien dejaba claro que yo no diria ni haria nada para insistir en que Manolo Santiago era Gil Perez, y que no se podria procesar a sus padres.

– Sabe que esto no tiene valor legal -dije.

Se encogio de hombros.

– Es lo mejor que se me ha ocurrido.

– No lo dire, a menos que sea absolutamente necesario -dije-. No tengo ningun interes en perjudicar a su familia. Tambien dejare de decirle a York o a quien sea que creo que Manolo Santiago es su hermano. Prometo que hare lo que pueda. Pero ambos sabemos que no puedo prometer mas.

Glenda Perez vacilo. Entonces doblo los papeles, se los metio en el bolsillo y fue hacia la puerta. Puso la mano en el pomo y se volvio a mirarme.

– ?Todavia en el terreno de la hipotesis? -dijo.

– Si.

– Si mi hermano salio vivo de ese bosque, no salio solo.

Se me helo todo el cuerpo. No podia moverme. No podia hablar. Intente decir algo, pero no pude. Mire a Glenda Perez a los ojos. Me sostuvo la mirada. Asintio y pude ver que tenia los ojos humedos. Se volvio y giro el pomo.

– No juegue conmigo, Glenda.

– No juego, Paul. No se mas. Mi hermano sobrevivio aquella noche. Y su hermana tambien.

Capitulo 33

El dia se estaba rindiendo a las sombras cuando Loren Muse llego al viejo campamento.

El rotulo decia Urbanizacion Lago Charmaine. Muse sabia que el terreno era inmenso y se extendia a ambos lados del rio Delaware, que separa Nueva Jersey de Pensilvania. El lago y las casas estaban en el lado de Pensilvania. Casi todo el bosque estaba en Nueva Jersey.

Muse odiaba el bosque. Le gustaba el deporte pero no soportaba estar al aire libre. Odiaba los bichos, pescar, vadear, hacer excursiones, encontrar antiguedades raras, el polvo, las oficinas de correos, los cebos, los cerdos de premio, las ferias de agricultura y cualquier cosa de las que consideraba «rurales».

Se paro frente a la casita donde vivia el guarda de seguridad, mostro su identificacion y espero que se levantara la barrera. No se levanto. El guarda, uno de esos levantapesas hinchados, se llevo dentro su identificacion y llamo por telefono.

– Oiga, que tengo prisa.

– No se ponga histerica.

– Que no me ponga…

Muse estaba que echaba chispas.

Delante de ella se veian luces parpadeantes. Un punado de coches de policia, se figuro. Seguro que todos los policias en un radio de ochenta kilometros estaban deseosos de participar.

El guarda colgo el telefono y se sento. No se acerco al coche de Muse.

– Yuju -grito Muse.

El guarda no respondio.

– Oye, tio, que te estoy hablando.

El se volvio lentamente a mirarla. Maldita sea, penso ella. El chico era joven y gallito. Eso era un problema. Si tienes a un guarda ya mayorcito, suele ser un tipo bien intencionado que esta retirado y aburrido. ?Una guarda? A menudo era una madre que necesitaba ganar dinero extra. Pero ?un hombre en plena juventud? Siete de cada diez veces era el mas peligroso de los enteradillos, un aspirante a policia que por algun motivo no habia entrado en el cuerpo. No era para desprestigiar su propia profesion, pero si a un tipo se le mete en la cabeza ser poli y no lo logra, suele haber una razon, y suele ser algo que preferirias no tener que presenciar.

?Y que mejor para compensar tu vida sin sentido que hacer esperar a un investigador jefe, a una investigadora jefe?

– Oiga -intento Muse, en un tono ligeramente mas amable.

– Todavia no puede pasar -dijo el.

– ?Por que no?

– Tiene que esperar.

– ?A que?

– Al sheriff Lowell.

– ?Al sheriff Lobo?

– Lowell. Ha dicho que nadie entra sin su permiso.

El guarda se subio los pantalones, ni mas ni menos.

– Soy la investigadora jefe del condado de Essex -dijo Muse.

El solto una risita.

– ?Le parece que estamos en el condado de Essex?

– Los que estan dentro son mis empleados. Necesito entrar.

– Oiga, no se ponga histerica.

– Muy buena.

– ?Que?

– Lo de que no me ponga histerica. Ya lo ha utilizado dos veces. Es muy divertido. ?Puedo utilizarlo cuando realmente tenga que humillar a alguien? Le citare.

El cogio un periodico y la ignoro. Muse sopeso la posibilidad de cruzar y cargarse la barrera.

– ?Lleva pistola? -pregunto Muse.

El dejo el periodico.

– ?Que?

– Una pistola. ?Lleva una pistola? Para compensar otras carencias, ya sabe.

– Callese.

– Yo si llevo. Mire, si me abre la puerta, le dejare tocarla.

No dijo nada. Una mierda le dejaria tocarla, puede que le pegara un tiro.

El guarda la miro furioso. Muse se rasco la mejilla con la mano libre, levantando el dedo menique ostentosamente en su direccion. Por la forma como la miro Muse vio que el gesto le habia dolido.

– ?Se esta haciendo la lista conmigo?

– Oiga, no se ponga histerico -dijo Muse, apoyando las manos en el volante.

Era una estupidez y Muse lo sabia, pero la verdad es que tambien era divertido. Le estaba subiendo la adrenalina. Estaba ansiosa por saber que habia descubierto Andrew Barrett. A juzgar por la cantidad de luces parpadeantes, seguro que era algo gordo.

Como un cadaver.

Pasaron dos minutos. Cuando Muse estaba a punto de sacar el arma y obligarle a abrir la barrera, un hombre de uniforme se acerco a su vehiculo. Llevaba un sombrero de ala ancha y una placa de sheriff. El nombre de la placa decia LOWELL.

– ?Puedo ayudarla en algo, senorita?

– ?Senorita? ?Es que no le ha dicho quien soy?

– Pues, no, lo siento, solo ha dicho…

– Soy Loren Muse, la investigadora jefe del condado de Essex. -Muse senalo la garita del guarda-. Minipelotas tiene mi identificacion.

– Oiga, ?que me ha llamado?

El sheriff Lowell suspiro y se seco la nariz con un panuelo. Tenia una nariz bulbosa y mas bien enorme, igual que todos sus rasgos, largos y pendulantes, como si alguien hubiera dibujado una caricatura de el y despues la hubiera dejado derretirse al sol. Agito la mano con el panuelo en direccion al guarda.

– Calma, Sandy.

– Sandy -repitio Muse. Miro hacia la garita-. ?No es un nombre de chica?

El sheriff Lowell la miro desde encima de la enorme nariz. Seguramente con desaprobacion. Muse no podia culparle.

– Sandy, dame la identificacion de la senora.

Primero histerica, luego senorita, y ahora senora. Muse se estaba esforzando mucho para no ponerse furiosa. Estaba a menos de dos horas de Newark y de Nueva

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