conquistarla. Ahora bien, si quieres decirme que mi hijo, mi unico vastago, es un gilipollas, hazlo.

La risa de Maggie resono en el alto edificio. Una pareja de ancianos ingleses los fulmino con la mirada, como si rieran en una iglesia.

– De acuerdo -dijo Maggie-. Por eso estoy aqui. ?A que has venido tu?

Baedecker pestaneo.

– Soy su padre. -Los ojos verdes de Maggie Brown no parpadearon-. Tienes razon, eso no basta. -Se metio la mano en el bolsillo y saco la medalla de San Cristobal.

– Mi padre me dio esto cuando ingrese en el Cuerpo de Marines -anadio-. Mi padre y yo no teniamos mucho en comun.

– ?Era catolico?

Baedecker rio.

– No, no era catolico, era reformista holandes. Pero su abuelo habia sido catolico. Esto viene de tiempo atras. -Baedecker le hablo del viaje de la medalla a la Luna.

– Cielos -dijo Maggie-. Y San Cristobal ya ni siquiera es santo, ?verdad?

– No.

– Eso no importa, ?verdad?

– No.

Maggie miro hacia el rio. La luz se desvanecia. Las lamparas y fogatas relucian a lo largo de una hilera de arboles. Un humo dulzon impregnaba el aire.

– ?Sabes cual es el libro mas triste que he leido? -pregunto Maggie.

– No. ?Cual es el libro mas triste que has leido?

– Los ninos del verano. ?Lo has leido?

– No. Pero recuerdo cuando se publico. Era un libro de deportes, ?verdad?

– Si. El escritor, Roger Khan, busco a muchos de los tios que jugaban para los Brooklyn Dodgers en 1952 y 1953.

– Recuerdo esas temporadas -dijo Baedecker-. Duke Snider, Campanella, Billy Cox. ?Que tiene de triste? No ganaron la serie, pero tuvieron grandes temporadas.

– Si, pero eso es todo -dijo Maggie, sorprendiendo a Baedecker con la intensidad de su voz-. Anos despues, cuando Khan busco a esos jugadores, esa seguia siendo su mejor temporada. Es decir, habia sido la mejor epoca de su vida, y la mayoria de ellos se negaba a creerlo. Eran solo vejetes que firmaban autografos y esperaban la muerte, y aun fingian que todavia les esperaba lo mejor.

Baedecker no rio. Asintio. Maggie hojeo la guia con embarazo. Tras un silencio anadio:

– Oye, aqui hay algo interesante.

– ?Que dice?

– Dice que el Taj Mahal fue solo una prueba. El viejo Sha Jahan planeaba construir una tumba aun mas grande para si mismo en la orilla de enfrente. Iba a ser totalmente negra y estaria conectada con el Taj mediante un gracil puente.

– ?Que sucedio?

– Hmmm… evidentemente, cuando Sha Jahan murio, su hijo Aurangzeb puso el ataud del padre junto a Mumtaz Mahal y gasto el dinero en otras cosas.

Ambos movieron la cabeza. Al irse oyeron la vibrante voz del almuecin que convocaba a los musulmanes para la oracion. Baedecker se volvio antes de cruzar la puerta principal, pero no miraba el Taj ni su palida imagen en el estanque. Miraba una alta tumba color ebano con un raudo puente que la conectaba con la otra margen del rio.

La luna colgaba encima de los banianos contra el palido cielo de la madrugada. Baedecker estaba frente al hotel, las manos en los bolsillos, mirando como la calle se llenaba de gente y vehiculos. Cuando al fin vio que se acercaba Scott, tuvo que mirar de nuevo para asegurarse de que era el. La tunica anaranjada y las sandalias congeniaban con la imagen barbuda de pelo largo, pero ninguno de esos elementos constituia una referencia para Baedecker. Noto que la barba del muchacho, un triste fracaso dos anos antes, ahora era poblada y con estrias rojas. Scott se detuvo a unos metros. Los dos se miraron un largo instante y empezaban a sentirse incomodos cuando Scott, haciendo relucir sus blancos dientes, tendio la mano.

– Hola, papa.

– Scott. -El apreton fue firme pero insatisfactorio para Baedecker. Sintio una repentina sensacion de perdida superpuesta con el recuerdo de un nino de siete anos, camiseta azul y corte al cepillo, saliendo de la casa a la carrera para arrojarse en brazos del padre.

– ?Como estas, papa?

– Bien, muy bien. ?Como estas tu? Parece que has perdido peso.

– Solo grasa. Nunca me he sentido mejor. Fisica y espiritualmente.

Baedecker callo.

– ?Como esta mama? -pregunto Scott.

– Hace meses que no la veo, pero la llame antes de irme y estaba muy bien. Me pidio que te abrazara en su nombre. Tambien que te rompiera el brazo si no prometias escribir con mayor frecuencia.

El joven se encogio de hombros y movio la mano derecha con el mismo gesto que habia hecho despues de sus fallos en la Pequena Liga. Impulsivamente, Baedecker tendio la mano y cogio el brazo del hijo. Era flaco pero fuerte bajo la delgada tunica.

– Vamos, Scott. ?Que dices si vamos a desayunar a alguna parte y charlamos en serio?

– No tengo mucho tiempo, papa. El Maestro empieza su primera sesion a las ocho y debo estar alli. Me temo que no dispondre de tiempo libre en los proximos dias. Nuestro grupo esta pasando por una etapa muy delicada. Es muy facil romper la conciencia vital. Retrocederia un par de meses en mi progreso.

Baedecker contuvo la primera respuesta que se le ocurrio. Cabeceo envaradamente.

– Bien, aun asi hay tiempo para un cafe, ?verdad?

– Claro -respondio Scott con un titubeo.

– ?Adonde vamos? ?La cafeteria del hotel? Parece ser el unico sitio alrededor.

– De acuerdo -dijo Scott con una sonrisa condescendiente-. Claro.

La cafeteria era una estructura abierta y sombreada junto a los jardines y la piscina. Baedecker pidio bollos y cafe y vio por el rabillo del ojo a una mujer sudra intocable podando el cesped con una guadana. Los intocables seguian siendo intocables en la India moderna, aunque ya no los llamaran asi. Una familia india estaba banandose en la piscina. El padre y el hijo pequeno eran obesos. Una y otra vez saltaron de pie desde el trampolin, arrojando agua sobre el borde. La madre y las hijas reian ruidosamente desde la mesa.

Los ojos de Scott parecian mas profundos e incluso mas graves de lo que recordaba Baedecker. Scott siempre habia sido solemne, incluso en su infancia. Ahora parecia cansado y su respiracion era entrecortada y asmatica.

Llego el desayuno.

– Vaya -dijo Baedecker-. No me ha gustado demasiado la comida india que he probado durante el viaje, pero este cafe estaba delicioso.

– Muchisimo karma -dijo Scott. Miro dubitativamente la taza y los bollos-. Ni siquiera sabes quien ha preparado esto. Quien lo ha tocado. Quizas ha sido alguien con un pesimo karma.

Baedecker sorbio el cafe.

– ?Donde estas viviendo, Scott?

– Casi siempre en el ashram, o en la granja del Maestro. En las semanas de soledad me alojo en un pequeno hotel indio a varias calles de aqui. Las ventanas no tienen cristales y el lecho es de soga, pero es barato. Y mi entorno fisico ya no significa nada para mi.

Baedecker lo miro de hito en hito.

– ?No? Si es tan barato, ?donde ha ido a parar todo el dinero? Tu madre y yo te enviamos casi cuatro mil dolares desde que decidiste venir aqui en enero.

Scott miro hacia la piscina, donde la familia india hacia ruido.

– Oh, ya sabes. Gastos.

– No -murmuro Baedecker-. No se. ?Que clase de gastos?

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