silenciosamente en la larga noche lunar. Abajo, el suelo era levemente iluminado por la luz de la Tierra. Era un desordenado y pristino panorama de crateres y rocas grises.
Viajaba atado al asiento del piloto del pequeno aparato impulsado por cohetes y ahora pasaba por sobre las tierras altas al este de Aristarchus.
El Mar de la Tranquilidad era una mancha oscura en el horizonte frente a el.
Volaba solo. La pequena nave estaba presurizada, de modo que podia llevar el visor del casco alzado. Aunque el traje a presion era voluminoso e incomodo, no lo molestaba. Si algo le ocurriera al volador, el traje podria salvarle la vida. Ya habia ocurrido antes.
Alla abajo, muy lejos, las tierras altas quedaban atras: agujereadas y turbias montanas barridas por la arena y pulidas por siglos de lluvias de meteoritos. Los unicos ruidos dentro de la cabina del aparato eran el suave murmullo de los motores electricos y el aun mas suave susurro de los circuladores de aire.
Esto es estupido, se dijo a si mismo. Es un maldito modo de perder el tiempo. Pero el aparato estaba ya atado a su curso por las inflexibles leyes de la balistica. Una vez comenzada la peregrinacion no podia detenerse hasta llegar a su destino.
Al girar sobre si mismo en el asiento del piloto, inclinandose hacia adelante tanto como se lo permitian los correajes, pudo ver la Tierra que lo acompanaba. Se echo nuevamente hacia atras y controlo los instrumentos en el panel de adelante, pero esto solo ocupaba una parte de su atencion. Continuaba viendo la cara de Jill y la de Kelly, y la de Pete Leonov, y todas aquellas caras de gente conocida en Washington, Nueva York, Los Angeles. Y lo que era peor, continuaba viendo ninos: ninos jugando, corriendo, en la escuela, durmiendo. Y todos ellos era barridos por el brillo enceguecedor de una bola de fuego.
Sigues pensando con tus glandulas lacrimales, se reprendio a si mismo. ?Es un magnifico modo de resolver un problema!
Oyo un zumbido en los auriculares de su casco. Movio una llave en el panel de controles.
—Aqui Kinsman —dijo secamente.
—Centro de comunicaciones. Hemos sintonizado un boletin de informaciones de la Tierra. El oficial de guardia penso que usted querria oirlo.
—Muy bien, conectelo.
Hubo un clic casi imperceptible y un momentaneo murmullo. Luego:
—…del Capitan Ernest Richards. Los voceros de la Casa Blanca enfatizaron el hecho de que el incidente tuvo lugar en territorio internacional, si bien el ano pasado la Union Sovietica y otros paises de Europa Oriental y de Asia informaron que tenian intenciones de explotar los recursos minerales de la Antartida.
»En las Naciones Unidas se ha debatido este asunto desde la apertura de las sesiones de otono. La posicion de los Estados Unidos es claramente diferente de la posicion rusa. El senador Russell Montguard, de Carolina del Norte, califico la muerte del capitan Richards como un acto de asesinato internacional, un acto de guerra. Otras reacciones de diversas partes del pais y del mundo incluyen…
Kinsman apago la radio. Ya se hablaba de un incidente internacional. Un acto de guerra. Precisamente la excusa que todos esperaban.
Las luces e instrumentos del panel de control guinaban en rojo, ambar y verde. La pantalla de la computadora centelleaba con numeros. El radar y los altimetros indicaban que ya era tiempo de prepararse para el descenso.
El motor del cohete se encendio sin que Kinsman hiciera nada, pues ya estaba programado por el secuenciador automatico. Se sintio repentinamente mas pesado durante unos minutos. Luego el cohete se apago y casi simultaneamente sintio el bamboleo que producian las patas telescopicas del aparato al apoyarse sobre el Mar de la Tranquilidad.
El sistema de orientacion controlo los puntos de referencia del suelo y observo el ordenamiento de las estrellas por medio del estereotelescopio del aparato. Entonces confirmo con un circulo verde brillante dibujado sobre el mapa de la pantalla visora, que efectivamente habian descendido en el punto preciso que indicaba el programa. Todas las luces del panel de controles se pusieron verdes y ya no pestanearon.
—Estas orgullosa de ti misma, ?no? —dijo Kinsman, dirigiendose a la susurrante maquinaria.
Bajo el visor de su casco y lo aislo y se libero de los correajes del asiento mientras las bombas extraian el aire de la cabina con un declinante martilleo, acumulandolo en los tanques instalados debajo de ella.
A los pocos minutos habia ya descendido de la nave y estaba caminando sobre el arenoso suelo lunar, dejando huellas que el tiempo no borraria.
Trepo una pequena elevacion y ahi estaba todo: los sismografos, el reflector laser, la rigida y orgullosa bandera, la parte inferior del modulo lunar recubierta de oro. Todo estaba como habia sido dejado treinta anos antes. El unico cambio era la cubierta de plastico transparente que habia sido cuidadosamente pulverizada sobre el suelo para proteger las huellas originales de Armstrong y Aldrin.
—La base Tranquilidad —murmuro Kinsman.
Camino entre los restos de todas clases que habian dejado los astronautas, y dio una vuelta alrededor del modulo lunar hasta que encontro la placa. Todavia estaba pulida y brillaba, aun bajo la debil luz de la Tierra.
Kinsman la miro un largo rato, especialmente la ultima linea. Luego levanto los ojos hacia la hermosa Tierra y murmuro:
—“Las naciones no levantaran la espada contra las naciones; ni jamas volveran a hacer la guerra”… No aqui, por lo menos.
Una chispa en movimiento atrajo su atencion. Se alejo del modulo lunar y miro hacia arriba, hasta donde su casco se lo permitia. Una explosion de luz, el impulso de los cohetes, el diminuto brillo se convirtio en un volador de dimensiones normales con sus motores funcionando en silencio y sus patas de descenso rigidas. Era un artefacto ruso.
Descendio lo suficientemente cerca como para que Kinsman pudiera observar la maniobra. El techo en forma de burbuja se abrio y una figura vestida de rojo salio de la cabina y lentamente bajo por la escalera.
Kinsman se acerco al recien llegado.
—?Pete? —llamo por el microfono del casco.
—Si —respondio la pesada voz de Leonov.
El animo de Kinsman mejoro.
—?Como diablos supiste que estaria aqui?
Leonov se aproximo laboriosamente y puso su mano pesada por los guantes sobre el hombro de Kinsman.
—Mis espias te controlan muy de cerca —dijo, sin expresion—. Y lo mismo hace mi radar. Fue muy simple determinar tu trayectoria y adivinar el punto de arribo, ?no te parece?
—Y decidiste seguirme.
—Oficialmente, estoy discutiendo la necesidad de una mayor seguridad con nuestros radioastronomos de la estacion del lado oscuro. En lo que se refiere a mis oficiales y los muchachos del servicio de inteligencia alla en Lunagrad, hemos concertado este encuentro para ver que es lo que tienes en la mente.
—Estoy haciendo una peregrinacion al desierto —dijo Kinsman—. Cuando vi tu nave, tuve la esperanza de que estuvieras haciendo lo mismo.
—?A un santuario dedicado al triunfo americano? Dificil.
—Tambien hay medallas recordando a Gagarin y Komarov alli —Kinsman senalo con el pulgar en direccion al modulo lunar.
—Si. Lo se. —Leonov dudo un instante y luego dijo—: ?Que es lo que realmente te trajo a este lugar?
—No podia dormir —respondio Kinsman.
—Tampoco yo.
—?Que podemos hacer?
—Chet, camarada…, no comencemos a torturarnos nuevamente.