estar seguro de ello.
El academico V. I. Mogilev estaba livido de rabia. Sacudia sus brazos con furia entre los apretados limites del compartimiento de la estacion espacial, mientras rugia en la cara del comandante de la estacion.
—Pero… ?esto es una locura! ?Es absurdo! Una interferencia burocratica en la investigacion cientifica que ha ganado la mas alta aprobacion del Soviet Supremo…
El comandante de la estacion escucho con paciencia oriental. El hijo de un pastor uzbeko no llega al grado de capitan del Cuerpo Espacial Sovietico sin aprender paciencia. Verdaderos expertos le habian gritado a la cara; este pequeno profesor era apenas un aficionado.
Despues de un rato, el academico se calmo.
—Usted mismo puede darse cuenta de que esto es una idiotez, ?verdad? —su voz era casi implorante ahora—. Estamos en medio de estudios tan delicados… Todos los instrumentos estan por fin alineados y funcionando. El maximo de la intensidad de radiacion del vibrador sera alcanzado dentro de catorce horas, si los calculos de Chalinik son correctos, y…
—Mi querido profesor —dijo el capitan con la mayor cortesia que pudo, pero al mismo tiempo con la necesaria frialdad como para que no quedara dudas de quien era el que daba las ordenes—. Aprecio la extremada importancia de su trabajo…, pero debe usted darse cuenta de que las ordenes del Kremlin no dejan lugar para discusiones. No puedo negarme a obedecer esas ordenes. ?O acaso quiere que me fusilen?
—No, no, por supuesto que no… —A pesar de sus palabras, parecia haber un leve tono de duda en la voz del academico.
Pacientemente, el capitan se encogio de hombros.
—Y entonces, ?que puedo hacer? Debo cumplir mis ordenes. Usted y sus asistentes deben estar listos para partir dentro de… —miro su reloj de pulsera—…tres horas.
—Pero nuestro trabajo… los instrumentos…
—Cuidaremos sus instrumentos —dijo el capitan—. Nadie los tocara. Se lo aseguro.
El cientifico continuo murmurando mientras el capitan se levantaba y salia con esfuerzo de atras de su pequeno escritorio para acompanar al mas viejo hasta la portezuela hermetica que daba al corredor principal de la estacion espacial.
—?Permitira que los instrumentos continuen registrando las actividades del vibrador?
—Por supuesto. Ciertamente.
El cientifico se marcho lentamente por el corredor, sacudiendo la cabeza y murmurando consigo mismo. Apenas el capitan habia vuelto a sentarse en su escritorio, aparecio un oficial mas joven a traves de la portezuela abierta. Era alto y rubio, un autentico ruso.
—Senor —comenzo el oficial.
—Sientese, teniente. ?Esta lista su nave para llevar de vuelta a los cientificos?
—Si, senor, aunque parecen muy descontentos por eso.
El capitan dejo que una sonrisa le cruzara la cara.
—Son civiles. No entienden los asuntos militares.
El teniente asintio con la cabeza.
—Por supuesto, usted si las entiende, ?verdad? —dijo el capitan, girando en su silla y estirando la mano hasta alcanzar una pequena botella termica que habia sobre un estante detras del escritorio.
—Creo que… entiendo las cosas militares —dijo el teniente a sus espaldas, y luego agrego—: Senor.
—Hum… —El capitan tomo dos vasos de uno de los cajones y pregunto—: ?Bebe?
—No, gracias, senor. Debo pilotar el cohete lanzadera.
—?Y con eso? ?Le hace mal el te?
—?Oh! —El teniente se mostro sorprendido, lo que complajo al capitan—. Bueno, si, en ese caso si. Gracias.
Mientras servia la caliente infusion, el capitan pregunto:
—De modo que usted comprende las cosas militares, ?no?
—Asi lo creo, senor.
—Entonces, digame —golpeo la botella termica sobre el escritorio con fuerza, como para que el te en los dos vasos saltara—: ?como esperan esos pilotos de escritorio alla en la Tierra que yo defienda una instalacion militar sovietica que es indefendible? ?Como?
—Yo… senor…
—?Mire este lugar! —El capitan hizo un gesto con la mano—. Esta hecho de paja. Una sola granada, explotando en una orbita paralela, nos destrozaria como si fueramos un queso de cabra pisoteado. ?Como podriamos defendernos contra un ataque?
—No habia advertido que un ataque fuera inminente —respondio el teniente, dejando sus manos cuidadosamente sobre sus rodillas, sin tratar de servirse el te.
—Un comandante siempre debe suponer que un ataque es inminente. Aprenda eso. Metaselo en la cabeza y en la sangre. ?Nunca descuide su guardia!
—Si, senor.
El capitan lo miro por un instante y luego empujo uno de los vasos hacia el. El teniente lo tomo rapidamente.
—?Por que cree que han ordenado que todos los civiles abandonen nuestra pequena isla en el cielo, eh? Estamos en estado de alerta. En cualquier momento puede llegar la noticia de que la guerra se ha declarado. ?Tiene familia? ?Mujer, hijos?
El teniente pestaneo una vez.
—Mi madre… en Moscu.
—Ya. Mis hijos estaran a salvo de las bombas —dijo el capitan—. Pero la lluvia acida…, eso los matara. Una muerte retardada.
—Puede no ocurrir —dijo el teniente, muy quedamente.
El capitan fijo sus ojos en el.
—?Tiene idea de que era el cargamento que trajo? ?Lo que me trajo para que me hiciera compania, en lugar de los cientificos?
—No, senor. Estaba sellado, y en las ordenes que recibi no se hacia mencion al contenido del cargamento.
—Pero algo tan grande debe haber despertado su curiosidad, ?no? Un solo bulto, sellado y custodiado, ?eh?
—Bueno… —el teniente casi sonrio—. Habia rumores en Turyatum…
—?Rumores? ?Que rumores?
—Bueno, se decia que ese bulto era parte de una nueva arma, un sistema que defenderia la estacion espacial contra un ataque americano.
—?Ah! ?Ojala lo fuera!
—Entonces… ?no es eso?
—No, teniente, no es eso. Es un arma, es verdad. Pero no nos ayudara a defendernos. Mas bien nos convierte en un objetivo mas importante para los americanos.
—?Que es, entonces?
El capitan sonrio con su mas inescrutable sonrisa.
—Vamos, teniente. Se dara cuenta de que no puedo decirselo. La informacion es secreta.
El teniente acabo su te bajo un petreo silencio y luego se marcho. Un poco mas tarde, el capitan se levanto de su escritorio y camino toda la longitud de su pequena estacion hacia el muelle de carga. Observo la lanzadera, ahora con su carga de quejosos cientificos, mientras sus cohetes funcionaban brevemente y luego se alejaba haciendo un arco para perderse rapidamente contra el brillo de la reluciente Tierra.
Luego fue otro brillo luminoso lo que atrajo su atencion: el bulto que la lanzadera habia dejado suspendido en orbita, a pocos centenares de metros de la esclusa neumatica principal de la estacion.
La bomba.
Manana la lanzadera volveria con el sistema de direccion. Y pasado manana, las toberas de los