cohetes.

Debo confirmar con Lunagrad para asegurarme de que estan dando la maxima prioridad al envio de mayor cantidad de combustible para las bombas orbitales, se dijo el capitan.

Entonces tuvo una inspiracion. Se volvio del mirador donde estaba y dijo al tecnico mas cercano:

—Desarme todas esas latas cientificas y pongalas en la cubierta exterior de la estacion. Es posible que ayuden a desviar las esquirlas, en caso de que nos ataquen.

Sin discutir una palabra, el tecnico fue a cumplir con la orden.

VIERNES 10 DE DICIEMBRE DE 1999, 12:50 HT

Era una reunion sombria.

El observatorio astronomico de Farside habia sido alguna vez un floreciente centro de excitantes investigaciones. La amplia distribucion de discos maniobrales de veinte metros de radio parecian llenar todo el Mar de Moscu, por lo menos todo lo que de este era visible desde la cupula principal de Farside. El telescopio optico de diez metros y la serie de amplificadores electronicos y telescopios satelites; los detectores de rayos ultravioletas e infrarrojos, rayos X y gamma; el constante ir y venir de hombres y mujeres jovenes, intensos, ansiosos, equilibrados por los mas viejos y mas pacientes, pero no menos ansiosos, que formaban parte del equipo permanente… Las computadoras. La excitacion de investigar el universo en pos de conocimiento, de vida, de inteligencia.

Ahora, Farside era como una ciudad fantasma.

Kinsman se echo hacia atras en su silla metalica, dejando que su mente se alejara de las zumbonas voces de los hombres y mujeres que estaban alrededor de la mesa. Miro por la ventana de la sala de reuniones hacia la estructura del telescopio que estaba afuera. Era el mayor telescopio jamas construido, y estaba ahi afuera en la llanura lunar, solitario e inutil.

El cielo parecia vacio sin la Tierra que lo iluminara. A los astronomos les encantaba eso, y hacia que Farside fuera un excelente lugar para sus investigaciones. Pero a Kinsman lo ponia nervioso: era un miedo que se asentaba en lo mas profundo de su ser. Aqui, en el otro lado de la Luna , jamas se veia la Tierra en el cielo.

—El unico asunto que queda por discutir —estaba diciendo el doctor Mishima con su suave voz, lenta y mesurada, haciendo un gran esfuerzo por no revelar la amargura que sentia—, es la cupula protectora para el telescopio de diez metros.

—He examinado las cifras de los costos —dijo uno de los administradores rusos—. La cupula que sugiere es demasiado costosa para nuestro presupuesto actual.

El doctor Mishima aspiro profundamente. Luego dijo:

—Si hay que cerrar este observatorio, el equipo debe ser transferido a Selene… o debe ser protegido de la erosion meteoritica, para de ese modo ser usado nuevamente… cuando los dioses de los presupuestos nos sean mas favorables.

?Que demonios ocurre con Ellen?, se pregunto Kinsman mientras miraba el ciclo vacio. Hace cinco dias ya, y ella no contesta a mis llamados. Desde que ocupa el lugar de Pierce. ?Eso era todo lo que queria de mi?

Uno de los americanos estaba diciendo:

—No es que queramos abandonar Farside. El hecho es que no nos han dado el dinero necesario como para mantener el lugar en funcionamiento.

—Comprendo que usted lamenta esto mas de lo que puede ser expresado —dijo el doctor Mishima con elaborada cortesia—. Pero aun asi, es necesario pensar en el futuro. No puedo creer que la investigacion astronomica cesara completamente y para siempre.

—Dejenlo abierto —se dijo Kinsman para si.

Todos dieron un salto de sorpresa, y se volvieron hacia el: Mishima, los americanos y los rusos —sentados en lados opuestos de la mesa, segun habia observado Kinsman—, tres hombres y cuatro mujeres que representaban otras naciones que tenian inversiones, personal y equipos en Farside, y Piotr Leonov.

Fue Leonov, sentado enfrente de Kinsman al otro lado de la mesa, quien pregunto:

—?Que has dicho?

La expresion de su cara era dificil de interpretar: casi una sonrisa, los ojos curiosos, como si estuviera de acuerdo con Kinsman, pero no estuviera seguro de lo que habia oido.

—Dije que deberiamos dejar abierto Farside. Seria una tragedia cerrar este lugar.

—De acuerdo —dijo Leonov—, pero no hay fondos. Esa es la unica cosa en que nuestros dos gobiernos se han puesto de acuerdo.

Que revienten, se dijo Kinsman para si. Y en voz alta:

—Doctor Mishima, ?cuanto se necesita para que esto siga en funciones? Ya tiene los grandes equipos y tambien las computadoras, los equipos para aire y otras necesidades basicas, asi como los sistemas de electricidad. ?Que otra cosa necesita?

El astronomo japones estaba como atontado.

—Eh… Nuestro mayor costo en los dos ultimos anos ha sido el mantenimiento, limpieza, suministros basicos y cosas por el estilo. Y, por supuesto, el gasto mas grande ha sido hecho para traer nueva gente desde la Tierra.

—Pete, ?por que no podemos mantener abierto Farside? No necesitamos los reemplazos de la Tierra cada noventa dias. Hay suficiente personal entre los luniks permanentes para hacer que se continue la investigacion en este lugar.

Finalmente Leonov sonrio.

—Veras…, tengo ordenes de cerrar.

—Si tus ordenes dicen lo mismo que las mias —replico Kinsman—, ellas meramente informan que la Tierra no dispondra de mas fondos para Farside y que debemos tomar las medidas necesarias. Pero aun tenemos nuestros propios recursos.

La mitad de la gente alrededor de la mesa comenzo a hablar simultaneamente, y los que permanecieron en silencio exhibian grandes sonrisas y fijaban su mirada en Kinsman. Los que sonreian eran astronomos, los que miraban eran administradores de Selene, la mayoria eran temporarios.

Leonov se puso de pie y extendio sus manos pidiendo silencio.

—?Un momento! Un momento. Esto es algo que el coronel Kinsman y yo debemos discutir en privado antes de continuar.

—Muy bien. —Kinsman se levanto y comenzo a caminar alrededor de la mesa mientras decia—: ?Por que no interrumpimos para ir a almorzar? Pete y yo podemos hablar aqui mismo y ver si podemos encontrar puntos comunes.

Los demas —algunos intrigados, otros molestos— abandonaron la sala en grupos que conversaban y murmuraban. Cuando la puerta se cerro detras del ultimo, Leonov se volvio hacia Kinsman y sonrio ironicamente.

—Muy bien, desde hace tres dias que quieres verme a solas. ?Que es lo que quieres?

Kinsman camino hasta la ventana.

—Me estaba preguntando por que no respondias a mis llamadas.

—Me vigilan cuidadosamente, lo mismo que a ti. —Hizo un gesto con la cabeza—. ?Crees que esta sala esconde microfonos?

—Lo dudo.

Leonov se acerco a la ventana y miro al inutil telescopio.

—Y si los escondiera —dijo, sacando de su bolsillo una pequena caja de plastico negro, chata y cuadrada—, esto hara que nadie pueda oirnos.

Kinsman sintio que sus cejas se arrugaban.

—?Un perturbador?

—No. Es un nuevo tipo de trasmisor, que irradia en las frecuencias de la mayoria de los aparatos para escuchas. Lo he programado con musica hot-rock americana. Mi gente de seguridad pensara que llevas un perturbador.

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