—?Vamos, Kinsman! —insistio Stahl, impaciente—. Tenemos a tres de sus hombres con nosotros. Uno de ellos se esta desangrando. Sera mejor que abandone la empresa rapidamente, asi podremos llevarlo a la enfermeria y salvarle la vida.
Subitamente la furia sobrepaso los limites del autocontrol de Kinsman.
—?Maldito bastardo hipocrita! Le disparaste al muchacho, ?y ahora lo estas usando como rehen!
—Correcto. Lo unico que lamento es no tenerte a ti en su lugar, ?traidor!
Y con la misma prontitud, al oir esa palabra, la furia de Kinsman se transformo en hielo. El miedo y la furia no habian desaparecido; estaban aun ahi, mas grandes que nunca. Pero en lugar de hacerle arder las entranas, se habian convertido en firmes y ferreos propositos. Mas alla de todo temblor. Mas alla de la autodesconfianza. Stahl ya no era una amenaza, un hombre al que habia que temer. Era simplemente un obstaculo que habia que superar, una puerta trabada que habia que romper.
Kinsman casi sonrio. Con calma miro las caras de los hombres que lo rodeaban: aprension, interrogacion, miedo.
Heme aqui —se dijo—, en una sala acolchada, rebelandome con un punado de muchachos contra los Estados Unidos de Norteamerica. Un hombre de la humanidad. Un hombre de la paz…, listo para matar a una treintena de personas. Y solo Dios sabe cuantos mas. Un hombre de la paz.
—Si esto es una traicion —dijo lentamente al telefono—, traten entonces de decirlo ahora. He hecho cortar el suministro de aire de esa seccion hace diez minutos. —Era mentira. Mas bien unos tres o cuatro minutos, como maximo—. Tienen unos cinco minutos antes de que comiencen a desmayarse.
—?Que…?
—?De modo que quieres convertirte en heroe, Stahl? Bien. Ya has matado a un hombre, y estas dejando que otro se desangre. ?Cuantos trajes presurizados hay alli? ?Doce? Entonces, decide ahora quien morira y quien no. Esa es una tarea ideal para un heroe, Stahl: seleccionar a los que vas a matar.
Kinsman interrumpio la comunicacion. Inmediatamente volvio a llamar al centro de comunicaciones.
—?Como van las cosas alli en el Nivel Cuatro? —pregunto—.?Cuantos trajes tienen?
—Estamos controlando todas las pantallas, senor. Y nos estamos poniendo los trajes tambien. No es facil…, lleva su tiempo.
—?Que esta haciendo Stahl? —pregunto Kinsman, alzando la voz.
—El coronel Stahl gesticula y grita para que sus hombres esten tranquilos. Todos estan discutiendo. Han sacado unos diez trajes, pero nadie ha logrado ponerselos.
—Bien. Diga a nuestros hombres del otro lado de las portezuelas que conducen al Nivel Cuatro que se pongan los trajes presurizados. Yo hare lo mismo e ire para alla.
—?Perdon, senor! Si cerramos el aire durante mucho tiempo, moriran o sufriran danos cerebrales. Y nuestros hombres…
—Haga lo que le digo —interrumpio Kinsman. Y luego agrego—: No podemos hacer otra cosa, hijo.
Cuando Kinsman estuvo listo y se lanzo por uno de los tubos que conducia al Nivel Cuatro, el centro de comunicaciones informo que la mayoria de los hombes de Stahl habian perdido el conocimiento. Solo cinco de ellos habian logrado ponerse los trajes. Entre ellos estaba el mismo coronel.
Kinsman hizo que sus hombres abrieran todas las portezuelas simultaneamente. Luego entraron al Nivel Cuatro. Eran diez hombres con trajes espaciales llevando pistolas de dardos en sus manos enguantadas. Kinsman descendio por la escalera que conducia a la cocina. Un hombre mas joven, imposible de identificar en su traje espacial, abria la marcha.
El area estaba mortalmente calma. No se veia a nadie. Los unicos ruidos en los oidos de Kinsman eran los de su propia respiracion y el murmullo de la bomba de aire del traje.
Atravesaron la cocina y llegaron al salon de oficiales. Alli encontraron algunos cuerpos. Estaban caidos y con la cara azul, pero todavia vivos.
—Coloquenle mascaras de oxigeno a esa gente —ordeno Kinsman.
Seis cuerpos. Dos mujeres. Paso junto a ellos y se dirigio al corredor que atravesaba el sector de oficiales.
—?Tengo a dos tipos aqui! —oyo decir por los auriculares—. Se estan rindiendo…
—?Dos hombres con trajes presurizados? —pregunto Kinsman.
—Si, senor. Sin resistencia. Se rinden.
Quedaban tres mas. Se encontro con dos de sus propios hombres que venian por el corredor hacia el. Casi les dispara, pero alcanzo a ver que sus trajes eran uno anaranjado y el otro rojo. Esos colores podian ser facilmente vistos en la desolada superficie lunar, mucho mejor que los trajes blancos de la tripulacion de la estacion espacial.
Todos juntos inspeccionaron cada uno de los compartimientos a lo largo del corredor. Vacios. Mientras tanto, continuaban llegando los informes por la radio del traje. Se habian encontrado hombres y mujeres asfixiados en otras secciones del Nivel Cuatro. La mayoria estaba aun con vida. Habia ocho muertos, incluyendo al muchacho herido del grupo de Kinsman.
Abrio la puerta de uno de los compartimientos y sus nervios lo hicieron ponerse rojo subitamente. Una figura en traje presurizado estaba sentada en la litera, con una pistola ametralladora en las rodillas.
La pistola de dardos en la mano de Kinsman estuvo cargada y apuntando al pecho de la figura sentada antes de que su cerebro le dijera: ?Es un hombre o una mujer? ?Te esta amenazando?
—?Ponga el arma en el suelo! —grito. Aunque el oxigeno del aire habia ya desaparecido, habia todavia suficiente presion como para conducir el sonido.
La figura en la litera tomo el arma por el cano y la dejo en el suelo con un movimiento suave.
—De pie.
—No dispare… —Era una voz de hombre: sonaba aguda y asustada—. Soy solo un ayudante del grupo juridico. ?Yo no he venido a pelear!
Un abogado. Kinsman casi comenzo a reir aliviado. Un abogado asustado. ?Como demonios pudo ponerse el traje, mientras los demas se asfixiaban?
Todavia habia que encontrar al otro hombre con traje espacial. Y al coronel Stahl.
?Disparos!
Una apagada rafaga de ametralladora, cuyo eco venia de adelante. Kinsman comenzo a correr a los saltos, dejando atras a los dos jovenes que lo seguian. No habia duda, esa era la puerta de Stahl. Cerrada, y probablemente trabada. ?Y los disparos? Pateo la puerta y esta se abrio. Stahl estaba sentado en su pequeno escritorio de espaldas a Kinsman. La pistola ametralladora estaba en el suelo junto a el.
Con la fatalidad de un drama griego. Kinsman sabia lo que iba a encontrar. Ni siquiera se molesto en llamar al coronel. Vio toda la escena en su imaginacion: Stahl sentado ahi, en su escritorio, derrotado. Quiza comenzando a escribir unas lineas a su mujer, o a su familia, o a su oficial de comando. Se habia dado cuenta de que los traidores se habian apoderado de la estacion. Encontro imposible escribir con los guantes del traje espacial puestos. Supo que era solo cuestion de tiempo antes de que lo tomaran prisionero. Penso en toda esa tradicion, siglos de historia militar que se amontonaban en su cabeza, toda la valentia, todo el honor, todo el coraje. Habia fallado.
Stahl frente a la derrota, deshonrado ante si mismo. Observando el arma. Contuvo la respiracion y levanto el visor, apoyando la boca de su pistola ametralladora en el borde de su casco. Estaba colocada en semiautomatico. Un apreton en el disparador… Su ultimo pensamiento:
Kinsman lo sabia, como si Stahl lo hubiera grabado telepaticamente en su cerebro.
Puso una mano sobre el hombro de Stahl e hizo girar al coronel en su silla. Esta giro sin dificultad. No habia una mancha de sangre en ninguna parte, excepto dentro del casco. Por primera vez en su vida, Kinsman hizo una arcada dentro de su traje presurizado.