Kinsman busco la cara de su amigo. Era una mezcla de dolor y obstinacion debilmente enmascarada.

—?Hay algo que pueda hacer?

—Absolutamente nada. Enviame de vuelta a la Tierra tan pronto como puedas.

—Puede haber problemas para ti alla. Podrian no creer que estabas en contra de nosotros.

—Correre el riesgo.

Kinsman sacudio la cabeza y dijo:

—Frank, detesto tener que…

—?Hazlo! —interrumpio Colt—. Deja de pensar que puedes convencer a todo el mundo con la logica de la dulce sonrisa. Yo soy lo que soy, y eso no lo puedes cambiar.

—Y tu no quieres cambiar.

Por un instante, Colt parecio a punto de golpear a Kinsman. Pero el fuego que habia en sus ojos se apaciguo y solo respondio:

—Tienes razon, no quiero cambiar.

Algo surgio en la mente de Kinsman y se oyo a si mismo que decia:

—Muy bien, Frank. Podras irte en el proximo vuelo hacia Alfa. Habra un vuelo especial a la Tierra desde alli. Hay algunos civiles, cientificos y otros, que quieren regresar. Podras irte con ellos.

Y con Marrett, penso Kinsman.

—Muy bien.

Kinsman se dejo hundir en su silla mientras pensaba: Estas usandolo, es una excusa para hacer que Marrett se ponga en contacto con la gente de las Naciones Unidas.

—?Quieres alguna otra cosa, Frank?

Colt apreto los dientes antes de responder.

—Si, algo, mas. —Su tono era de desagrado, casi de verguenza.

—?De que se trata?

—Murdock…

—Oh, demonios. ?Que ha hecho ese calzonazos ahora?

Los ojos de Colt trataron de evitar los de Kinsman.

—Ellen me pidio que te lo dijera. No sabia como hacerlo ella misma. Ha muerto. Se suicido hace dos dias.

—?Se suicido?

—Se abrio las munecas.

?Murdock? ?Ese hombre regordete como un timbal? ?El tipo a quien molestabamos hasta hacerle dar un ataque? Los payasos no se abren las munecas. ?No puede ser verdad!

—Pero… ?por que?

La voz de Colt apenas si se podia oir.

—Buscaban un chivo expiatorio. Le dijeron que habria una investigacion, que le formarian una corte marcial.

—?Oh, por el amor de Dios! —Bastardos. Ensanarse con el mas debil. Tendria que haberlo previsto—. ?Dejo alguna nota, o algo? —pregunto Kinsman.

—Un mensaje grabado. Dirigido a ti. La gente de comunicaciones lo recibio esta tarde. Estaban confundidos; no venia marcado como secreto.

—?Dirigido a mi? —Kinsman sintio que sus entranas se le contraian.

—Lo queme —dijo Colt—. Es mejor que no sepas lo que decia.

—?Que decia?

—Era una porqueria…

—?Que decia?

Colt tomo aliento.

—Decia: “Gracias por todo, Kinsman. Esta es la recompensa que tengo por ocultar tu asesinato de la muchacha rusa. Debi haberte crucificado cuando tuve la oportunidad”.

JUEVES 23 DE DICIEMBRE DE 1999; 14:00 UT

Eran las nueve de la manana en Nueva York. Ted Marrett se paseaba impaciente junto a los ventanales que cubrian la pared desde el techo al suelo, en la oficina alfombrada alla en lo alto del edificio de la Secretaria General de las Naciones Unidas. Una lluvia helada golpeaba los cristales. Al otro lado del amplio y aceitoso East River, Brooklyn y Queens eran solo una mancha gris.

—Vas a gastar tus zapatos —le dijo Tuli Noyon.

Estaba sentado placidamente en una butaca de cuero. Su cara redonda y aplastada de mongol era la imagen misma de la calma estoica. Su aspecto hubiera parecido adecuado para montar un peludo pony con un arco corto atravesado sobre los hombros, armadura acolchada y casco de guerrero. Pero estaba vestido con el traje de cremalleras amarillo brillante propio de un hombre de negocios. La unica cosa poco comun que llevaba era una computadora electronica de bolsillo activada por isotopos.

—Es mejor que gastar las asentaderas de mis pantalones —gruno Marrett; vestia pantalones pasados de moja y una dashiki hasta el muslo. Chupaba furiosamente e! medio cigarro que tenia entre los dientes.

Silenciosamente Tuli agradecio a los dioses por el sistema de ventilacion que eliminaba el fetido olor del humo del cigarro.

—Dijo que estaria aqui poco despues de las nueve.

—Es precisamente la hora en este momento —Marrett golpeo suavemente su reloj pulsera—. Poco despues de las nueve. ?Donde esta?

—Bueno, tambien tiene otras cosas que atender…

—?Nada es tan importante como esto! Por todos los diablos, Tuli… ?Hemos estado tratando de verlo durante cuatro dias seguidos!

—El secretario general pocas veces tiene tiempo para recibir a un par de ingenieros menores de la UNESCO. Su agenda esta organizada…

Marrett se precipito sobre el mongol.

—?No me vengas con esa estupida humildad oriental! Te conozco bien. Estas tan nervioso por este asunto como lo estoy yo.

Noyon se permitio una sonrisa.

—Tal vez efectivamente use mi parentesco con el embajador de Mongolia para ayudar a nuestra causa.

—No me cabe duda.

—Pero no nos sera de ninguna utilidad si estas hecho un manojo de nervios cuando…

La puerta se abrio. Marrett se volvio, quitandose el cigarro de la boca. Noyon se puso de pie.

Emanuel De Paolo era un hombre delgado y de aspecto fragil. Era de piel oscura, y su pelo gris como ceniza volcanica. Sus ojos eran de un negro profundo, pero vivaces, jovenes y alertas en una cara de hombre que envejecia. Su traje de un corte muy conservador: los pantalones con dobleces y una chaqueta larga sobre el suave jersey de cuello alto. El traje era celeste oscuro y el jersey era dorado.

—Caballeros —dijo, con voz suave y musical—. Por favor, evitemos las formalidades. Sientense.

Marrett acomodo su enorme cuerpo lentamente en la butaca que Noyon habia estado usando, sin quitar sus ojos del secretario general. El ingeniero mongol se aparto y ocupo otra butaca. De Paolo se sento en una silla tejida, de madera escandinava y esparto.

—Les ruego que sean breves —dijo el secretario general, amablemente—. Hay una reunion del Consejo de Seguridad esta tarde y tengo varias entrevistas en mi agenda antes de que comience la sesion.

Marrett miro a su amigo. Noyon dijo:

—No se que es lo que le habra dicho el embajador de Mongolia…

—Muy poco —dijo el secretario general—. Debo confesar que parecia disfrutar en hacer de este asunto el mayor misterio posible.

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