sacudida de cabeza, y ambos se volvieron sin decir nada para cumplir las exigencias del deber. Ella se marcho meditando acerca del comentario del cirujano al marcharse.
12
Viajo a casa con doscientas personas mas, casi todos escobarianos, en un crucero de pasajeros de Tau Ceti rapidamente preparado para la ocasion. Los exprisioneros pasaron mucho tiempo intercambiando historias y compartiendo recuerdos; sesiones sutilmente guiadas, advirtio Cordelia poco despues, por el punado de oficiales psiquicos que los escobarianos habian enviado junto con la nave. Despues de algun tiempo su silencio sobre sus propias experiencias empezo a destacar, y aprendio a captar las tecnicas informales para la terapia de grupo, supuestamente improvisada, y las evito como pudo.
No fue suficiente. Cada dos por tres se encontro perseguida, silenciosa pero implacablemente, por una joven de rostro sonriente llamada Irene; dedujo habia sido asignada a su caso. Aparecia en las comidas, en los pasillos, en los salones, siempre con una nueva excusa para iniciar una conversacion. Cordelia la evitaba cuando podia, y le daba la vuelta a la conversacion habilmente, o a veces con brusquedad cuando no podia.
Pasada otra semana la chica desaparecio, pero Cordelia regreso a su camarote un dia y descubrio que su companera habia sido sustituida por una mujer mayor de aspecto tranquilo y ojos firmes, vestida de civil. No era una de las exprisioneras. Cordelia se tendio en la cama y la observo mientras deshacia sus maletas.
—Hola, soy Joan Sprague —se presento alegremente la mujer.
Hora de dejar las cosas claras.
—Buenas tardes, doctora Sprague. ?Me equivoco si la identifico como la jefa de Irene?
Sprague se detuvo.
—Tiene usted razon. Pero prefiero mantener las cosas en un plano informal.
—No, no es verdad. Prefiere que las cosas «parezcan» informales. Yo aprecio la diferencia.
—Es usted una persona muy interesante, capitana Naismith.
—Si, bueno, hay mas riqueza en usted que en mi. Suponga que accedo a hablar con usted. ?Retirara al resto de sus perros?
—Estoy aqui para que hable usted… pero cuando este preparada.
—Entonces pregunteme lo que quiera saber. Acabemos de una vez para que podamos relajarnos.
Sprague se sento sobre la cama, con una sonrisita en el rostro y una expresion de completa atencion en los ojos.
—Quiero intentar ayudarla a recordar que ocurrio cuando fue prisionera a bordo de la nave insignia barrayaresa. Llegar a su inconsciente, por horrible que fuera, es el primer paso para su curacion.
—Hum, creo que tal vez nos estamos precipitando. Recuerdo todo lo que paso durante ese periodo con absoluta claridad. No tengo ningun problema con eso. Lo que me gustaria es olvidarlo, o al menos lo suficiente para dormir de vez en cuando.
—Ya veo. Continue. ?Por que no describe lo que sucedio?
Cordelia le resumio los hechos, desde el momento del salto en la Colonia Beta hasta despues del asesinato de Vorrutyer, pero acabo antes de la entrada de Vorkosigan, diciendo vagamente:
—Me fui moviendo por distintos escondites en la nave durante un par de dias, pero al final me atraparon y me devolvieron a los calabozos.
—Bien. No recuerda haber sido torturada o violada por el almirante Vorrutyer, ni recuerda haberlo matado.
—No me violo. Y no lo mate. Crei que lo habia dejado claro.
La doctora sacudio la cabeza, apenada.
—Los informes dicen que los barrayareses la sacaron dos veces del campamento. ?Recuerda lo que sucedio en esas ocasiones?
—Si, por supuesto.
—?Puede describirlo?
Cordelia vacilo.
—No.
El secreto del asesinato del principe no significaria nada para los escobarianos (no podian sentir mas antipatia hacia los barrayareses que la que ya sentian), pero el mero rumor de la verdad podia ser devastador para el orden civil de Barrayar. Disturbios callejeros, amotinamientos militares, la caida del emperador de Vorkosigan… eso era el principio de las posibles consecuencias. Si habia una guerra civil en Barrayar, ?podria morir Vorkosigan en ella?
Sprague parecia enormemente interesada. Cordelia se sintio presionada. Se recupero.
—Habia un oficial mio que murio durante la exploracion betana del planeta… Esta usted enterada de eso, supongo. —La doctora asintio—. Ellos hicieron los preparativos para poner una lapida en su tumba, como yo habia pedido. Es todo.
—Comprendo —suspiro Sprague—. Tuvimos otro caso como el suyo. La chica tambien fue violada por Vorrutyer, o por alguno de sus hombres, y los medicos de Barrayar lo encubrieron. Supongo que intentaban proteger su reputacion.
—Oh, creo que la conoci a bordo de la nave insignia. Estaba tambien en mi refugio, ?verdad?
La expresion de sorpresa de Sprague lo confirmo, aunque hizo un vago gesto indicando confidencialidad profesional.
—Tiene razon respecto a ella —continuo Cordelia—. Me alegro de que la esten atendiendo. Pero se equivoca conmigo. Se equivoca con la reputacion de Vorrutyer tambien. El motivo de que inventaran esta estupida historia respecto a mi es porque consideraron que pareceria peor para el que lo matara una mujer debil que uno de sus propios soldados.
—Las pruebas fisicas de su reconocimiento medico son suficientes para que ponga en duda eso —dijo Sprague.
—?Que pruebas fisicas? —pregunto Cordelia, momentaneamente despistada.
—La evidencia de torturas —replico la doctora, con expresion sombria, incluso airada. Pero la ira no iba dirigida contra ella, advirtio Cordelia.
—?Que? ?No me torturaron!
—Si. Una tapadera excelente. Espectacular… Pero no pudieron ocultar las huellas fisicas. ?Es consciente de que tenia un brazo roto, dos costillas rotas, numerosas contusiones en el cuello, cabeza, manos, brazos… en todo su cuerpo, de hecho? Y su bioquimica: pruebas de estres extremo, privacion sensorial, considerable perdida de peso, desordenes de sueno, exceso de adrenalina… ?continuo?
—Oh —dijo Cordelia—. Eso.
—?Oh, que? —repitio la doctora, alzando una ceja.
—Puedo explicarlo —dijo Cordelia ansiosamente. Solto una risita—. En cierto modo, supongo que puedo echarles la culpa a ustedes, los escobarianos. Estaba en una celda de la nave insignia durante la retirada. La alcanzaron… y todo se estremecio como un guijarro en una lata, incluyendome a mi. Ahi fue donde me rompi los huesos y eso.
La doctora tomo nota.
—Muy bueno. Muy bueno, si. Sutil. Pero no lo suficiente… Sus huesos se rompieron en dos ocasiones diferentes.
—Oh —dijo Cordelia. ?Y ahora como voy a explicar lo de Bothari, sin mencionar el camarote de Vorkosigan? «Un amigo trato de estrangularme…»
—Me gustaria que pensara en la posibilidad de aplicarle terapia con drogas —dijo la doctora Sprague cuidadosamente—. Los barrayareses han aplicado una tapadera excelente con usted, aun mejor que la otra, que