con ella, ?verdad, Cordelia?

Cordelia hizo una mueca, helada.

—Permitame que lo deje claro. Lo que me estan diciendo es que, si no puedo contentar a mi loquero, nunca volvere a poner un pie en una nave de Exploracion. Ni puesto de ma-mando… ni trabajo.

—Es… una forma muy brusca de expresarlo. Pero ya sabe que para trabajar en Exploracion, con pequenos grupos de personas aisladas juntas durante largos periodos de tiempo, los perfiles psiquicos son de absoluta importancia.

—Si, lo se… —Forzo sus labios a ofrecer una sonrisa—. Co-cooperare. Cla-claro.

13

—Bien —dijo la doctora Mehta, colocando su caja sobre una mesa del apartamento de los Naismith—, esto es un metodo de monitorizacion en absoluto molesto. No sentira usted nada, no le hara nada, excepto darme a mi las pistas sobre que temas son de importancia subconsciente para usted. —Hizo una pausa para tragar una capsula, y anadio—: Alergia. Disculpeme. Considerelo como un zahori emocional en busca de las corrientes enterradas de la experiencia.

—Para decirle donde tiene que cavar el pozo, ?eh?

—Exactamente. ?Le importa si fumo?

—Adelante.

Mehta encendio un cigarrillo aromatico y lo deposito con desenfado en un cenicero que habia traido consigo. El humo revoloteo hacia Cordelia; ella entorno los ojos al percibir su olor acre. Una extrana perversion para una doctora, penso; bueno, todos tenemos nuestras debilidades. Miro la caja, conteniendo su irritacion.

—Empecemos por una base de datos —dijo Mehta—. Julio.

—?Se supone que tengo que decir agosto o algo?

—No, no es un test de asociacion libre: la maquina hara el trabajo. Pero puede hacerlo, si lo desea.

—Esta bien.

—Doce.

Apostoles, penso Cordelia. Huevos. Dias de navidad.

—Muerte.

Nacimiento, penso Cordelia. Esos barrayareses de clase alta lo depositan todo en sus hijos. Nombre, propiedades, cultura, incluso su continuidad en el Gobierno. Una gran carga, no era extrano que los ninos se encogieran y retorcieran bajo su peso.

—Nacimiento.

Muerte, penso Cordelia. Un hombre sin hijos es alli un fantasma ambulante, sin ninguna participacion en su futuro. Y cuando el Gobierno falla, pagan el precio con las vidas de sus hijos. Cinco mil.

Mehta movio el cenicero un poco a la izquierda. No sirvio de nada: el malestar empeoro, de hecho.

—Sexo.

Poco probable, estando yo aqui y el alli…

—Diecisiete.

Contenedores, penso Cordelia. Me pregunto como les ira a esos pobres y desesperados fragmentos de vida.

La doctora Mehta fruncio el ceno ante sus indicadores, dubitativa.

—?Diecisiete? —repitio.

Dieciocho, penso Cordelia firmemente. La doctora Mehta tomo nota.

—Almirante Vorrutyer.

Pobre sapo sacrificado. Sabes, creo que dijiste la verdad: debio de amar a Aral una vez, para odiarlo tanto. Me pregunto que te hizo. Te rechazo, probablemente. Yo podria comprender ese dolor. Tenemos algo en comun despues de todo, tal vez…

Mehta ajusto otro dial, fruncio de nuevo el ceno, lo volvio.

—Almirante Vorkosigan.

Ah, amor, seamos sinceros el uno con el otro… Cordelia se concentro en el uniforme azul de Mehta. Obtendria un geiser si excavaba alli. Probablemente ya lo sabe, esta tomando otra nota…

Mehta miro su cronometro, y se inclino hacia delante con gran atencion.

—Hablemos del almirante Vorkosigan.

Mejor no, penso Cordelia. Dijo:

—?Que pasa con el?

—Trabaja mucho en su seccion de Inteligencia, ?lo sabe?

—No lo creo. Su especialidad principal parece ser la de tactico de Estado Mayor… cuando no esta en patrulla de servicio.

—El Carnicero de Komarr.

—Eso es una maldita mentira —dijo Cordelia automaticamente, y deseo de inmediato no haber hablado.

—?Quien le ha dicho eso? —pregunto Mehta.

—El.

—El. Ah.

Ya te dare yo a ti por ese «Ah». No. Cooperacion. Calma. Me siento tranquila… Desearia que esta mujer dejara de fumar o apagara esa cosa. Me pican los ojos.

—?Que prueba le ofrecio?

Ninguna, advirtio Cordelia.

—Su palabra, supongo. Su honor.

—Bastante intangible. —Tomo nota otra vez—. ?Y le creyo usted?

—Si.

—?Por que?

—Parecia… coherente con lo que vi de su caracter.

—Fue usted prisionera suya durante seis dias en aquella mision de Exploracion, ?verdad?

—Eso es.

Mehta dio un golpecito con su lapiz optico y dijo «mm», de modo ausente, mirando a traves de ella.

—Parece bastante convencida de la sinceridad de ese Vorkosigan. ?No cree que le haya mentido nunca, entonces?

—Bueno… si, pero despues de todo, yo era una oficial enemiga.

—Sin embargo, parece aceptar sus palabras sin cuestionar nada.

Cordelia trato de explicarse.

—La palabra de un hombre es en Barrayar algo mas que una vaga promesa, al menos para los tipos a la antigua usanza. Cielos, es incluso la base de su gobierno, juramentos de fidelidad y todo eso.

Mehta silbo sin sonido.

—?Aprueba usted su forma de gobierno ahora?

Cordelia se agito, incomoda.

—No exactamente. Estoy empezando a comprenderla un poco, eso es todo. Podria funcionar, supongo.

—Asi que ese asunto de la palabra de honor… ?cree que el nunca la rompe?

—Bueno…

—La rompe, entonces.

—Lo he visto hacerlo. Pero el coste fue enorme.

—La rompe por un precio, entonces.

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