—Por un precio no. A un coste.

—No soy capaz de ver la diferencia.

—Un precio es por algo que obtienes. Un coste es algo que pierdes. El perdio… mucho, en Escobar.

La conversacion derivaba hacia terreno peligroso. Tengo que cambiar de tema, penso Cordelia, adormilada. O echar una siestecita… Mehta volvio a mirar la hora, y estudio intensamente el rostro de Cordelia.

—Escobar —dijo Mehta.

—Aral perdio su honor en Escobar, ?sabe? Dijo que iba a irse a casa y a emborracharse despues. Escobar le rompio el corazon, creo.

—Aral… ?lo llama usted por ese nombre?

—El me llama «querida capitana». Siempre me parecio gracioso. Muy revelador, en cierto modo. Me considera una mujer soldado. Vorrutyer tenia razon otra vez: creo que soy la solucion a una dificultad que tiene. Me alegro…

La habitacion empezaba a caldearse. Cordelia bostezo. Los anillos de humo se enroscaban como tentaculos a su alrededor.

—Soldado.

—El quiere a sus soldados, ?sabe? De verdad. Esta lleno de ese peculiar patriotismo barrayares. Todo el honor para el emperador. El emperador apenas parece merecedor de ello…

—Emperador.

—Pobre cretino. Atormentado como Bothari. Tal vez igual de loco.

—?Bothari? ?Quien es Bothari?

—Habla con demonios. Los demonios le responden. Le gustaria Bothari. A Aral le gusta. Y a mi. Es un buen tipo para tenerlo al lado en el proximo viaje al infierno. Habla su idioma.

Mehta fruncio el ceno, volvio a tocar los diales, y dio un golpecito a su pantalla de lectura con una larga una. Retrocedio.

—Emperador.

Cordelia apenas podia mantener los ojos abiertos. Mehta encendio otro cigarrillo y lo coloco junto a la colilla del primero.

—El principe… —dijo Cordelia. No podia hablar del principe…

—El principe —repitio Mehta.

—No puedo hablar del principe. Esa montana de cadaveres… —Cordelia entorno los ojos ante el humo. El humo… el extrano y acre humo de los cigarrillos, encendidos y nunca llevados a la boca…

—Me esta usted… drogando… —Su voz se apago en un extrano aullido, y se tambaleo hasta ponerse en pie. El aire era como pegamento. Mehta se inclino hacia delante, los labios entreabiertos en un gesto de concentracion. Luego salto de la silla y retrocedio sorprendida mientras la otra mujer se abalanzaba hacia ella.

Cordelia barrio la grabadora de la mesa y le cayo encima cuando choco con el suelo, golpeandola con la mano derecha, la mano buena.

—?No hablare! ?No mas muertes! ?No puede obligarme! A la mierda… no podra conseguirlo, lo siento, perro guardian, recuerda cada palabra, lo siento, lo fusilo, por favor, hableme, por favor, dejeme salir, por favor dejeme salir, porfavordejemesalir…

Mehta intentaba levantarla del suelo, hablando tranquilizadoramente. Cordelia capto retazos mezclados con su propia chachara.

—… no puede hacer eso… reaccion idiosincratica… muy habitual. Por favor, capitana Naismith, tiendase…

Algo destello en la mano de Mehta. Una ampolla.

—?No! —grito Cordelia, tendiendose de espaldas y pataleando. La alcanzo. La ampolla salio volando hasta perderse bajo una mesa—. Nada de drogas, nada de drogas, no no no…

Mehta estaba verdosa.

—?Muy bien! ?Muy bien! Pero tiendase… eso es, asi…

Salio corriendo para poner el aire acondicionado a maxima potencia, y apago el segundo cigarrillo. El ambiente se despejo rapidamente.

Cordelia se tumbo en el sofa, recuperando el aliento y temblando. Tan cerca, habia estado tan cerca de traicionarlo… y esta era solo la primera sesion. Gradualmente empezo a sentirse mas refrescada y mas despejada.

Se sento, la cara enterrada en las manos.

—Ha sido un truco sucio —dijo con voz atona.

Mehta sonrio, una sonrisa de plastico que enmascaraba su excitacion.

—Bueno, si, un poco. Pero ha sido una sesion enormemente productiva. Mucho mas de lo que esperaba.

Apuesto a que si, penso Cordelia. Disfrutaste de mi actuacion, ?verdad? Mehta estaba arrodillada en el suelo, recogiendo piezas de la grabadora.

—Lamento lo de su maquina. No se que me ha pasado. ?He… he destruido los resultados?

—Si, deberia haberse quedado dormida. Extrano. Y no. —Triunfal, saco un cartucho de datos del destrozo y lo coloco con cuidado sobre la mesa—. No tendra que pasar otra vez por esto. Todo esta aqui. Muy bien.

—?Y que ha encontrado? —pregunto Cordelia secamente, controlando su tension.

Mehta la observo con fascinacion profesional.

—Es usted sin duda el caso mas fascinante que he tratado jamas. Pero esto deberia despejar su mente de cualquier duda sobre si los barrayareses han, ah, reorganizado violentamente su pensamiento. Sus indicadores practicamente se han salido de la escala. —Asintio con conocimiento.

—?Sabe? No es que me entusiasmen sus metodos. Tengo una aversion particular a que me droguen contra mi voluntad. Creia que esas cosas eran ilegales.

—Pero necesarias, a veces. Los datos son mucho mas puros si el sujeto no es consciente de la observacion, Se considera suficientemente etico si se obtiene un permiso a posteriori.

—Permiso a posteriori, ?eh? —rezongo Cordelia. El miedo y la furia se enroscaron en una doble helice por su columna dorsal, apretando cada vez mas. Con esfuerzo, mantuvo la sonrisa, sin dejar que se convirtiera en una mueca—. Es un concepto legal en el que nunca habia pensado. Parece… casi propio de Barrayar. No la quiero en mi caso —anadio bruscamente.

Mehta tomo nota y alzo la cabeza, sonriente.

—No es una declaracion emocional —recalco Cordelia—. Es una exigencia legal. Rehuso cualquier nuevo tratamiento por su parte.

Mehta asintio, comprensiva. ?Era sorda esa mujer?

—Enormes progresos —dijo feliz—. No esperaba descubrir la defensa de aversion hasta dentro de una semana.

—?Que?

—No esperaba que los barrayareses hubieran trabajado tanto con usted y por tanto no planto defensas alrededor, ?no? Claro que se siente hostil. Pero recuerde, esos no son sus sentimientos. Manana trabajaremos en ello.

—?Ah, no, nada de eso! —Los musculos de su cuero cabelludo estaban tensos como alambres. Le dolia ferozmente la cabeza—. ?Esta despedida!

Mehta parecia ansiosa.

—?Oh, excelente!

—?No me ha oido? —vocifero Cordelia. ?De donde salia aquel alarido quejumbroso en su voz? Calma, calma…

—Capitana Naismith, le recuerdo que no somos civiles. Esta no es la tipica relacion legal medico-paciente; ambas nos debemos a una disciplina militar, y perseguimos, segun tengo motivos para creer, un fin militar… No importa. Basta con decir que usted no me ha contratado y que no puede despedirme. Hasta manana, entonces.

Cordelia permanecio sentada durante horas despues de que se marchara, contemplando la pared y

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