los halagos.

—Y lleno de recursos tambien —repuso Cordelia, preguntandose que era la cordolita. Nunca habia oido hablar del asunto—. Justo el hombre para esta mision.

—?Que mision!

—Sssh. No tan fuerte. Estoy en una mision secreta para el presidente. Es tan delicada que ni siquiera el departamento de Guerra esta al tanto. Habria profundas repercusiones politicas si se descubriera. Tengo que entregar un ultimatum secreto al emperador de Barrayar. Pero nadie debe saber que he salido de la Colonia Beta.

—?Se supone que tengo que llevarla hasta alli? —pregunto el, sorprendido—. La ruta de mi carguero…

Creo que podria convencer a este chaval para que me llevara hasta Barrayar con el combustible de su jefe, penso ella. Pero seria el fin de su carrera. La conciencia controlo la ambicion desbocada.

—No, no. La ruta de su carguero debe parecer exactamente la misma de siempre. Tengo que reunirme con un contacto secreto en Escobar. Usted simplemente llevara un articulo de carga que no aparecera en la consigna. Yo.

—No tengo permiso para llevar pasajeros, senora.

—Santo cielo, ?cree que no lo sabemos? ?Por que supone que el presidente en persona lo escogio entre todos los demas candidatos?

—Guau. Y ni siquiera vote por el.

La llevo a bordo de la lanzadera, y la hizo sentarse entre el cargamento de ultima hora.

—Conoce usted a todos los grandes nombres en Exploracion, ?verdad, senora? Lightner, Parnell… ?Cree que podria presentarme?

—No se. Pero… conocera a un monton de grandes nombres de la Fuerza Expedicionaria, y de Seguridad, cuando vuelva de Escobar. Se lo prometo.

Si supieras…

—?Puedo hacerle una pregunta personal, senora?

—?Por que no? Todo el mundo lo hace.

—?Por que va en zapatillas?

Ella se miro los pies.

—Yo… lo siento, piloto Mayhew. Es informacion clasificada.

—Oh.

El se dispuso a despegar la nave.

Sola por fin, Cordelia apoyo la frente contra el frio costado de plastico de una caja, y lloro en silencio.

14

Era casi mediodia, hora local, cuando el volador que habia alquilado en Vorbarr Sultana sobrevolo el gran lago. La orilla estaba bordeaba de pendientes cubiertas de vinedos y detras se alzaban empinadas montanas cubiertas de matorrales. La poblacion aqui era escasa, excepto en los alrededores del lago, que tenia una aldea al pie. Un acantilado al borde del agua estaba coronado por las ruinas de una antigua fortificacion. Lo sobrevolo, comprobando de nuevo su mapa, donde aparecia de forma destacada. Tres grandes propiedades mas al norte, poso el volador en un camino de acceso que serpenteaba hasta una cuarta.

Una casa antigua construida en piedra nativa se mezclaba con la vegetacion de la falda de la montana. Cordelia contrajo las alas, apago el motor, se metio las llaves en el bolsillo y se sento contemplando insegura su soleada fachada.

Una alta figura con un extrano uniforme marron y plata deambulaba por la esquina. Llevaba un arma a la cintura, y su mano se posaba sobre ella descuidadamente. Ella supo que Vorkosigan debia de estar cerca, pues se trataba del sargento Bothari. Parecia en buena forma, al menos fisicamente.

Salio del volador.

—Ejem, buenas tardes, sargento. ?Esta en casa el almirante Vorkosigan?

El se la quedo mirando con los ojos entornados, luego su cara parecio despejarse y la saludo.

—Capitana Naismith. Senora. Si.

—Tiene mucho mejor aspecto que la ultima vez que nos vimos.

—?Senora?

—En la nave insignia. En Escobar.

El parecio preocupado.

—Yo… no me acuerdo de Escobar. El almirante Vorkosigan dice que estuve alli.

—Ya veo.

Te borraron la memoria, ?eh? ?O fuiste tu mismo? No podia saberlo ahora.

—Lamento oir eso. Sirvio usted con valentia.

—?Si? Me dieron de baja, despues.

—Oh. ?Que es ese uniforme?

—Las armas del conde Vorkosigan, senora. Me tomo como guardia personal suyo.

—Estoy segura de que le servira bien. ?Puedo ver al almirante Vorkosigan?

—Esta en la parte de atras, senora. Puede usted subir. —El continuo su camino, evidentemente haciendo alguna especie de ronda.

Ella rodeo la casa, sintiendo el calor del sol en la espalda, tropezando con la desacostumbrada falda que vestia y reacomodandola sobre sus rodillas. Habia comprado la ropa ayer en Vorbarr Sultana, en parte por diversion, en parte porque su viejo uniforme pardo de Exploracion con las insignias llamaba la atencion por la calle. Su oscuro diseno floral le gusto. Llevaba el pelo suelto, con la raya en medio y apartado de la cara por dos peinetas, tambien compradas ese dia.

Un poco mas arriba habia un jardin, rodeado por un bajo muro de piedra gris. No, no era un jardin, advirtio al acercarse: un cementerio. Un anciano vestido con un viejo mono trabajaba en el, arrodillado en la tierra, plantando florecillas. Alzo la vista para mirarla cuando Cordelia empujo la pequena cancela. Ella no confundio su identidad. Era un poco mas alto que su hijo, y su musculatura se habia vuelto fina y nudosa con la edad, pero vio a Vorkosigan en los huesos de su cara.

—?General conde Vorkosigan, senor? —lo saludo automaticamente, y entonces advirtio lo peculiar que debia parecer el saludo militar con aquel vestido. El se puso trabajosamente en pie— Soy la cap… Soy Cordelia Naismith. Soy amiga de Aral. Yo… no se si me habra mencionado alguna vez. ?Se encuentra aqui?

—?Como esta usted, senora? —El se puso mas o menos firme, y le dirigio un amable gesto con la cabeza que le resulto dolorosamente familiar—. Dijo muy poco, y no me hizo pensar que pudiera llegar a conocerla. — Una sonrisa agrieto su rostro, como si aquellos musculos estuvieran entumecidos por no haber sido utilizados en mucho tiempo—. No tiene ni idea de cuanto me complace ver que estaba equivocado. —Hizo un gesto por encima del hombro, indicando colina arriba—. Hay un pequeno pabellon en lo alto de nuestra propiedad, asomado al lago. El, ah, se sienta alli casi todo el tiempo.

—Ya veo. —Cordelia diviso el sendero, que serpenteaba mas alla del cementerio—. Um. No estoy segura de como expresarlo… ?Esta sobrio?

El anciano miro el sol, y arrugo sus labios correosos.

—Probablemente no, a esta hora. Cuando llego a casa, al principio, solo bebia despues de cenar, pero gradualmente ha ido haciendolo antes. Muy preocupante, pero no hay mucho que yo pueda hacer al respecto. Aunque si las tripas le vuelven a sangrar, tal vez… —Se interrumpio, mirandola con intensa, insegura especulacion—. Creo que se ha tomado el fracaso de Escobar como algo innecesariamente personal. Ni siquiera le pidieron la dimision.

Ella dedujo que el anciano conde no contaba con la confianza del emperador en este asunto, y penso que no era el fracaso de Aral lo que amargaba su espiritu, sino su exito. En voz alta, dijo:

—La lealtad para con su emperador era un tema de honor muy importante para el, lo se.

Casi su ultimo bastion, y su emperador escogio arrasarlo hasta los cimientos al servicio de su gran

Вы читаете Fragmentos de honor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату