abrelatas y la dejen ver que blanda y miserable babosa encierra esta vaina vistosa — no, eso, no, cualquier cosa no tan repelente —; sus pensamientos se enterraban en la oscura cascada del cabello de Elena. Suspiro. Noto entonces que su abuela le hablaba.
— Perdoname, ?decias…?
— Yo decia — repitio la abuela pacientemente entre mordiscos — que uno de mis vecinos… tu lo recuerdas, el senor Hathaway, el que trabaja en el centro de reciclaje; se que le conociste cuando estuviste aqui por la escuela…
— Oh, si, desde luego.
— Tiene un pequeno problema que nosotros pensamos que tu, quiza, podrias ayudarle a resolver, siendo barrayano. Se lo ha estado reservando, desde que supimos que venias. El ha pensado, si es que no estais demasiado cansados, que tal vez podriais ir a verle esta noche, ya que el problema esta empezando a ser bastante molesto…
— Realmente, no puedo decirle gran cosa de el — dijo Hathaway, contemplando el vastgo solar que estaba especialmente a su cargo. Miles se preguntaba cuanto llevaria acostumbrarse al olor —, excepto que dice que es de Barrayar. Desaparece de tanto en tanto, pero siempre vuelve. Trate de persuadirle para que fuera a un Refugio, al final, pero la idea no parecio gustarle. Ultimamente no he podido acercarme a el. Jamas trato de danar a nadie ni nada, pero uno nunca sabe, siendo barryano y… Oh, perdon.
Hathaway, Miles y Bothari se abrieron paso por entre el accidentado y traicionero camino, cuidando donde pisar. Los raros objetos apilados tendian a girar inesperadamente, haciendo tropezar a los incautos. Todo el detrito de la alta tecnologia, esperando la apoteosis como el siguiente paso de la ingenuidad betana, brillaba en medio de la mas banal y universal basura humana.
— Oh, maldita sea — grito de repente Hathaway —, ha vuelto a encender fuego otra vez. — Una pequena voluta de humo gris se alzaba a un centenar de metros —. Espero que no haya estado quemando madera en esta ocasion. Me resulta imposible convencerle de lo valiosa… Bueno, servira al menos para guiarnos hasta el.
Entre las pilas, una especie de pozo hacia la ilusion de un refugio. Un hombre delgado, de pelo oscuro, poco menos de treinta anos, se agazapaba hoscamente sobre un diminuto fuego, cuidadosamente encendido en el fondo del plato de una antena parabolica poco profunda. Un sustituto de mesa que habia visto la luz como consola de un ordenador era ahora evidentemente la cocina del hombre, donde guardaba algunas piezas planas de plastico y de metal que hacian las veces de platos y enseres. Una enorme carpa, con sus escamas brillando rojas y doradas, esperaba destripada, lista para ser cocinada.
Unos ojos oscuros, con negras ojeras de cansancio, se alzaron de pronto ante el ruido que provocaron Miles y los otros al aproximarse. El hombre se agacho, aferrando lo que parecia ser un cuchillo de fabricacion casera; Miles no podria decir de que estaba hecho, pero, ciertamente, era un buen cuchillo, a juzgar por el trabajo hecho en la carpa. La mano de Bothari comprobo automaticamente su inmovilizador.
— Creo que es un barrayano — le senalo Miles a Bothari —. Mira la manera en que se mueve.
Bothari asintio con la cabeza. El hombre sostenia el cuchillo con propiedad, como un soldado, con la mano izquierda protegiendo la derecha, listo para bloquear un ataque o para abrirle camino al arma. No parecia consciente de su postura.
Hathaway alzo la voz.
— ?Eh, Baz! Traigo unas visitas, ?de acuerdo?
— No.
— Eh, oye — dijo Hathaway, deslizandose un poco por una pila de escombros; acercandose, pero no demasiado —. No te he molestado, ?no? Te he dejado vagar por aqui durante dias, no hay problema en tanto no te lleves nada… Eso no es madera, ?no? Oh, esta bien…, lo dejare pasar por esta vez, pero quiero que hables con esta gente. Creo que me lo debes. ?De acuerdo? De todas maneras, son de Barrayar.
Baz los miro fijamente; en su expresion, habia una extrana mezcla de hambre y desaliento. Sus labios formaban una muda palabra. Miles la leyo: hogar. Estoy medio oculto, penso Miles, bajemos donde pueda verme mejor. Camino cuidadosamente hasta alcanzar a Hathaway.
Baz le miro detenidamente.
— Tu no eres barrayano — dijo de plano.
— Soy la mitad betano — replico Miles, sin ganas de entrar en su historia medica justo ahora —, pero fui criado en Barrayar. Es mi hogar.
— Hogar — susurro el hombre, apenas audiblemente.
— Estas bastante lejos de casa. — Miles acomodo una caja de plastico de la que colgaban algunos cables, dandole el triste aspecto de algo destripado, y se sento encima. Bothari tomo posicion mas arriba, entre los escombros, a la distancia de un salto comodo —. ?Te has quedado varado aqui, o algo asi? ?Necesitas alguna ayuda para volver a casa?
— No.
El hombre desvio la mirada, molesto. El fuego casi se habia apagado. Puso una parrilla metalica de un acondicionador de aire sobre las brasas y coloco el pescado en ella.
Hathaway miraba fascinado el procedimiento.
— ?Que vas a hacer con ese pescado?
— Comermelo.
Hathaway parecio repugnado.
— Mira, oye, todo lo que tienes que hacer es presentarte en un Refugio y conseguirte una tarjeta; y podras tener todas las tajadas de proteinas que quieras, de cualquier sabor, limpias y frescas, de los depositos. Nadie necesita realmente comer un animal muerto en este planeta. ?De donde lo has sacado, ya que estamos?
Baz contesto esquivamente.
— De un estanque.
Hathaway quedo boquiabierto por el horror.
— ?Esas muestras pertenecen al Zoo de Silica! ?No puede comerse un animal exhibido!
— Habia un monton, pense que nadie echaria en falta uno. No lo robe, lo pesque.
Miles se froto la barbilla pensativo, sacudio ligeramente la cabeza y extrajo la botella verde del piloto Mayhew, que habia guardado en su chaqueta en un impulso de ultimo momento. Baz observo el movimiento y luego se tranquilizo al ver que no era un arma. Segun la etiqueta de Barrayar, Miles tomo un trago primero — dio un sorbo pequeno esta vez —, seco el borde de la botella con la manga y le ofrecio la bebida al hombre delgado.
— ?Un trago con la cena? Es bueno, te hace tener menos hambre y seca los mocos ademas. Sabe a pis de caballo y miel.
Baz fruncio el ceno, pero tomo la botella.
— Gracias. — Dio un trago y agrego con un suspiro estrangulado —: ?Gracias! — Se sirvio la cena en algo parecido a un plato y se sento con las piernas cruzadas en medio de la basura —. ?Alguien quiere…?
— No, gracias, acabo de cenar.
— ?Dios santo, ni pensarlo! — grito Hathaway.
— Ah — dijo Miles —. He cambiado de opinion, lo probare.
Baz le ofrecio un bocado con la punta de su cuchillo; las manos de Bothari se crisparon. Miles lo sujeto con la boca, a la manera de campana, y lo mastico, sonriendole sarcasticamente a Hathaway. Baz alargo el brazo con la botella, senalando a Bothari.
— Tal vez su amigo…
— No puede — le excuso Miles —. Esta de servicio.
— Guardaespaldas — susurro Baz. Volvio a mirar a Miles con esa extrana expresion de temor y algo mas —. ?Que diablos eres?
— Nada a lo que debas temer. De lo que sea que te estas ocultando, no soy yo. Tienes mi palabra al respecto, si quieres.
— Vor — dijo Baz, soplando suavemente —. Tu eres Vor.
— Bueno, si. ?Y que diablos eres tu?
— Nadie. — Limpio su pescado en un minuto. Miles se pregunto cuanto tiempo habria pasado desde su ultima comida.