siquiera apareceria. El nivel de liquido en la botella de Mayhew, ahora completamente expropiada por Miles, bajo drasticamente, y Miles transpiraba absolutamente insomne.
Las autoridades del puerto de lanzaderas, desubrio Miles, no eran amigas de que sus elevados honorarios por uso se pagaran a credito. Se vio forzado a desprenderse totalmente de su asignacion para viajes. En Barrayar, esa asignacion le habia parecido sumamente generosa, pero con la succion de estas nuevas exigencias, se esfumo literalmente de la noche a la manana. Poniendose creativo, Miles cambio su billete de regreso en primera clase por uno de tercera clase en una de las lineas espaciales mas conocidas; luego el de Bothari; luego el de Elena; luego los tres fueron cambiados por billetes de una linea de la que Miles jamas habia oido hablar; despues, murmuro en voz baja y culpable un «le comprare a todo el mundo un billete nuevo cuando regresemos… o llevare un cargamento a Barryar en la RG 132», y cambio los pasajes por efectivo. Al termino de dos dias, se encontro tambaleando sobre una confusa estructura financiera compuesta de verdades, mentiras, creditos, compras en efectivo, adelantos, recortes, una pizca de soborno, anuncios falsos e, incluso, otra hipoteca por otra porcion de su tierra de labranza reluciente-en-la-oscuridad.
Los suministros fueron cargados. El envio de Daum, un fascinante conjunto de embalajes de plastico, anonimos y de formas extranas, fue embarcado. Jesek aparecio. Fueron comprobados los sistemas y a Jesekk le pusieron a trabajar de inmediato en algunas reparaciones vitales. El equipaje, revisado ligeramente, fue vuelto a empaquetar y cargado por fin. Hubo algunas despedidas, y se evitaron otras cuidadosamente. Miles habia informado debidamente a Bothari de su conversacion con el teniente Croye; no era culpa de Miles si Bothari descuido preguntarle de que le habia hablado. Por ultimo, ahi estaban, en la darsena 27 del puerto de lanzaderas de Silica, listos para partir.
— Los honorarios del cargador — declaro el jefe de cargamento del puerto —. Trescientos diez dolares betanos; no se acepta moneda extranjera. — Sonrio amablemente, como un tiburon sumamente cortes.
Miles se aclaro nerviosamente la garganta; su estomago hacia ruidos. Mentalmente reviso sus finanzas. Los recursos de Daum habian sido agotados en los dos ultimos dias; de hecho, si algo que Miles habia oido era cierto, el tipo planeaba dejar impagada su cuenta en el hotal. Mayhew ya habia puesto todo su dinero para las reparaciones de emergencia que requirio la nave. Y el se habia gastado incluso un prestamo de su abuela. Cortesmente, ella lo habia llamado su «inversion». Igual que
Miles trago saliva — quizas era el orgullo bajando lo que producia esa hinchazon —, sujeto al sargento de la manga, lo llevo a un lado y bajo la voz.
— Sargento… se que mi padre le dio una asignacion de viaje…
Bothari retorcio los labios pensativamente y miro a Miles de manera penetrante. El sabe que puede acabar con el plan aqui mismo, penso Miles, y volver a su vida de aburrimiento; sabe Dios que mi padre le respaldaria. Le repugnaba engatusar a Bothari, pero agrego:
— Podria pagarte en dos semanas, dos por uno… ?para tu bolsillo izquierdo? Te doy mi palabra.
Bothari fruncio el ceno.
— No es necesario que empene su palabra conmigo, mi senor. Eso ya fue arreglado hace mucho. — Miro a su senor, vacilo un momento y suspiro y, luego, vacio lastimosamente sus bolsillos en las manos de Miles.
— Gracias. — Miles sonrio torpemente, se dio la vuelta y volvio a darse la vuelta, dirigiendose nuevamente a Bothari —. Yo…, ?podriamos dejar esto entre nosotros? Quiero decir, no hay necesidad de mencionarselo a mi padre, ?no?
En un costado de la boca, el sargento mostro una sonrisa involuntaria.
— No, si me lo devuelve — murmuro suavemente.
Y todo estuvo dispuesto entonces. Que felicidad debian sentir los capitanes militares de una nave, penso Miles, cargar todo en la cuenta del emperador, sencillamente. Deben de sentirse como una cortesana con una tarjeta de credito; no como nosotras, pobres chicas trabajadoras.
Estaba de pie en la sala de navegacion y comunicaciones de su propia nave y miraba a Arde Mayhew, de lejos mas alerta y concentrado de lo que Miles jamas le hubiera visto antes, completando la lista de chequeo del control de trafico. En la batalla aparecio el ocre creciente de Colonia Beta.
— Tienen paso para salir de la orbita — llego la voz del control de trafico.
Una ola de vertiginosa excitacion invadio a Miles. Realmente iban a lograrlo…
— Un minuto RG 132 — agrego la voz —, tiene una comunicacion.
— Pasela — dijo Mayhew, ajustando el receptor.
Esta vez aparecio en la pantalla un rostro frenetico, y no uno que Miles quisiera ver. Se cruzo los brazos, reprimiendose la culpa.
El teniente Croye hablo tenso, urgente.
— ?Mi senor! ?Esta el sargento Bothari con usted?
— No en este momento, ?por que?
El sargento estaba abajo, con Daum, empezando ya a desmontar las mamparas.
— ?Quien esta con usted?
— Solo el oficial piloto Mayhew y yo. — Miles contuvo el aliento. Estaban tan cerca…
Croye se calmo apenas un poco.
— Mi senor, no podia usted saberlo, pero ese ingeniero que contrato es un desertor del Servicio Imperial. Debe traer la nave de vuelta de inmediato, y encontrar algun pretexto para que el le acompane. Asegurese de que el sargento Bothari este con usted. El tipo es considerado como peligroso. Tendremos una patrulla betana de seguridad esperando en la darsena. Ademas — Croye miro algo a su lado —, ?que diablos le hizo ese tipo a Tav Calhoun? Esta aqui en la embajada pidiendo a gritos ver al embajador…
Los ojos de Mayhew se abrieron alarmados.
— Uh… — dijo Miles. Taquicardia, asi se llamaba. ?Podian tenerse ataques cardiacos a los 17 anos? —. Teniente Croye, su transmision llega muy distrosionada, ?podria repetirla?
Miro a Mayhew implorante, este indico el panel con un gesto. Croye recomenzo su menaje; empezaba a parecer preocupado. Miles abrio el panel y miro la compleja masa de cables. Su cabeza parecia nadar aturdida en el panico. Estaban tan cerca…
— Hay distorsion aun, senor — dijo Miles vivazmente —. Espere, aqui, lo arreglare. Oh, maldita sea… — Arranco seis cables al azar: la imagen se disolvio en nieve reluciente. Croye quedo interrumpido en mitad de una frase.
— ?Vamonos, Arde! — grito Miles.
Mayhee no necesito que le insistieran. Colonia Beta quedo rapidamente tras ellos.
Muy mareado. Y con nauseas. Maldita sea, esto no es la gravedad cero. Se sento abruptamente en la cubierta, debilitado por el inminente desastre. No, era algo mas. Tuvo un pantallazo paranoico sobre plagas alienigenas, entonces se dio cuenta de lo que le estaba pasando.
Mayhew observo, alarmado al principio, y sarcasticamente consciente despues.
— Era hora de que el mejunje te hiciera efecto — observo, y llamo por el intercomunicador — ?Sargento Bothari? ?Podria pasarse por la sala de navegacion, por favor? Su, eh…, senor le necesita.
Sonrio acidamente a Miles, quien estaba empezando a arrepentirse seriamente de algunas de las cosas severas que le habia dicho a Mayhew tres dias antes.
El sargento y Elena aparecieron. Elena estaba diciendo:
— … esta todo tan sucio. Las puertas del botiquin se me quedaron en la mano y… — Bothari se alerto de golpe ante la postura encorvada y confusa de Miles e interrogo a Mayhew con una furiosa mirada.
— Su crema de metilo se acabo — explico Mayhew —. Te he metido en un apuro, ?no chico?
Miles balbuceo un gemido inarticulado. Bothari gruno algo exasperadamente en voz baja, acerca de «lo merece»; lo alzo y se lo cargo sin ninguna ceremonia sobre los hombros.
— Bueno, al menos dejara de saltar por las paredes y nos dara un respiro — dijo alegremente Mayhew —. Jamas he visto a nadie acelerarse con ese mejunje como lo ha hecho el.
— Oh, ?ese licor era un estimulante? — inquirio Elena —. Me preguntaba por que no dormia.
— ?No lo adivino? — se rio entre dientes Mayhew.
— No, en realidad.