los barrayaranos, el area de oficiales.

— Ahora — dijo —, van a sacar todo el dinero extranjero. Contrabando.

— ?Que? — grito en un arranque Mayhew —. ?Como puede ser contrabando el dinero?

— Calla, Arde — le susurro Miles —, hazlo.

Auson bien podria estar diciendo la verdad, penso Miles. La moneda extranjera era precisamente lo que la gente de Daum necesitaba para comprar cosas tales como armamento importado y asesores militares. 0, bien, aquello podria ser simplemente el atraco que parecia ser. No importaba. A juzgar por la falta de animacion de los presentes, el cargamento de Daum estaba a salvo, y eso era todo lo que contaba. Miles festejo secretamente el triunfo y vacio sus bolsillos.

— ?Eso es todo? — dijo incredulo Auson cuando pusieron su obsequio final sobre una mesa, delante de el.

— Estamos un poco baj… pobres en este momento — explico Miles —, hasta que lleguemos a Tau Verde y realicemos algunas ventas.

— Mierda — refunfuno Auson. Su mirada apunto exasperadamente a Miles, quien se encogio de hombros desvalido y produjo su mas tonta sonrisa.

Entraron tres mercenarios, empujando a Baz y a Elena delante de ellos.

— ?Encontraron al maquinista? — pregunto cansinamente el capitan, sentado ante la mesa —. Supongo que el tampoco tiene nada. Alzo la vista y vio a Elena. Su aire de aburrimiento se evaporo al instante. Se levanto lentamente —. Bueno, esto esta mejor. Estaba empezando a creer que aqui eran todos raros y mascaras de terror. Pero el negocio antes que el placer… ?Tienes algun dinero que no sea de Tau Verde, carino?

Elena miro indecisa a Miles.

— Tengo algo — admitio, sorprendida —. ?Por que?

— Afuera con el, entonces.

— ?Miles? — pregunto, esperando una indicacion.

Miles aflojo su mandibula, dolorida ya por la presion.

— Dale tu dinero, Elena — ordeno con voz grave.

Auson se enardecio cuando miro a Miles.

— Tu no eres mi secretaria, bajito, no necesito que transmitas mis ordenes. No quiero volver a oirte repetir nada, ?entiendes?

Miles sonrio y asintio docilmente, y se froto una palma transpirada contra la costura del pantalon, donde faltaba una pistolera.

Elena, confundida, puso quinientos dolares betanos sobre la mesa. Los ojos de Bothari se cerraron por el asombro.

— ?Donde conseguiste todo eso? — le susurro Miles cuando Elena volvio de desprenderse del dinero.

— La condesa… tu madre me lo dio — respondio susurrando a su vez —. Me dijo que deberia tener algun dinero para gastar por mi propia cuenta en Colonia Beta. No quise aceptar tanto, pero insistio.

Auson conto el dinero y se animo.

— Asi que tu eres el banquero, ?eh, querida? Esto ya es mas razonable. Estaba empezando a creer que os estabais resistiendo. — Ladeo la cabeza, examinando a Elena y sonriendo sarcasticamente —. La gente que se me resiste siempre lo lamenta luego.

El dinero desaparecio, junto con un magro botin de otros articulos, pequenos y de valor.

El capitan controlo el manifiesto de carga.

— ?Todo bien? — le pregunto al jefe del grupo que habia vuelto con Elena y Baz.

— Todas las cajas que rompimos estan revisadas contesto el soldado.

— Hicieron un horrible desastre ahi abajo — le comunico Elena a Miles, hablando entre dientes.

— Shh. No importa.

El capitan mercenario suspiro y empezo a controlar las distintas listas de identificacion En un momento, sonrio y miro a Bothari y luego a Elena. Miles transpiraba.

Auson finalizo la comprobacion y se reclino comodamente en su asiento, delante de la consola del ordenador y mirando hoscamente a Mayhew.

— Tu eres el piloto, ?no? — pregunto sin entusiasmo.

— Si, senor — respondio Mayhew, bien entrenado por Miles en la docilidad.

— ?Betano?

— Si, senor.

— ?Tu eres?… No importa, eres betano y eso responde a la pregunta: mas raritos per capita que en cualquier otro… ?Estas listo para ir? Mayhew miro indeciso a Miles.

— ?Maldita sea! — grito Auson —.?Te he preguntado a ti, no al bajito! Ya es bastante terrible que tenga que mirarte la cara en la mesa del desayuno durante las proximas semanas. Se me va a indigestar. Si, sonrie, tu, pequeno mutante… — Esto ultimo iba dirigido a Miles —. Apuesto a que te gustaria arrancarme el higado.

Miles suavizo su expresion, preocupado. Estaba convencido de haber permanecido docil. Tal vez fue Bothari quien sonrio.

— No, senor — dijo vivazmente y pestaneando para parecer docil.

El capitan mercenario le miro un instante y, luego, refunfuno:

— Bah, ?al diablo con eso! — Y se levanto.

Su vista cayo sobre Elena otra vez, sonriendo pensativamente. Elena bajo los ojos. Auson camino a su alrededor examinandola.

— ?Sabes que, bajito? — pregunto Auson en tono benevolente —. Puedes quedarte con tu piloto. He tenido todos los betanos que pueden tenerse, ultimamente.

Mayhew suspiro aliviado. Miles se relajo, secretamente alegre.

Auson hizo un ademan hacia Elena.

— Me la llevare a ella, en cambio. Vete a recoger tus cosas, querida.

Silencio helado.

Auson sonrio a la joven, seductoramente.

— No te perderas nada por no ver Tau Verde, creeme. Se una buena chica e incluso podrias recuperar tu dinero.

Elena volvio sus ojos dilatados hacia Miles.

— Mi senor… — dijo con voz empequenecida, indecisa.

No fue un desliz; tenia el derecho de pedir proteccion a su senor. El lamento que en lugar de ello no le hubiera llamado «Miles». La quietud de Bothari era toral, su rostro estaba blanco y endurecido.

Miles avanzo hacia el capitan mercenario; su docilidad se le escapaba inevitablemente.

— El acuerdo dice que usted debe llevarse a nuestro piloto — manifesto con voz contenida.

Auson sonrio perversamente.

— Yo hago mis propias reglas. Se viene ella.

— Ella no quiere ir. Si no quiere al piloto, elija a otro.

— No te preocupes por eso, bajito, lo va a pasar bien. Incluso la tendras de vuelta cuando regreses… si es que todavia se quiere ir contigo.

— ?He dicho que elija a otro!

El capitan mercenario se rio entre dientes y le dio la espalda. La mano de Miles se cerro apretandole el brazo. Los otros mercenarios, mirando el espectaculo, ni siquiera se molestaron en sacar las armas. La cara de Auson se ilumino de felicidad, y comenzo a acercarse. Ha estado esperando esto, se dijo Miles; bien, tambien yo…

La contienda fue breve y desigual. Un apreton, una contorsion, un golpe resonante y Miles cayo boca abajo sobre la cubierta. El sabor metalico de la sangre le lleno la boca. Como un segundo pensamiento del capitan, un puntapie deliberadamente dirigido al vientre le doblo donde estaba y aseguro que Miles no pudiera levantarse en el futuro inmediato.

Miles se retorcio de dolor, la mejilla contra el suelo. Gracias a Dios, no ha sido en el torax, penso incoherentemente, en una niebla de rabia, nausea y agonia. Miro furtivamente las botas, separadas agresivamente delante de su nariz. La puntera debe de estar forrada de acero…

El capitan Auson giro sobre sus talones, con las manos en las caderas.

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