— O un conde o el heredero de un conde — observo Miles —. Admito tanto el hecho de que estes bajo juramento previo con Gregor, como el que un oficial introduzca en el una innovacion. Solo tendremos que cambiar un poco la formula.
— Tu no eres… -Jesek le miro —. ?Que diablos eres tu? ?Quien eres?
— De eso no quiero hablar siquiera. Pero soy realmente vasallo
— ?Tu eres un lunatico! ?Que carajo crees que va a conseguir eso?
Distraerte, penso Miles… y ya esta funcionando.
— Puede ser, pero soy un Vor lunatico. ?Abajo!
El maquinista se arrodillo, mirando incredulamente. Miles le agarro las manos y comenzo.
— Repite esto: «Yo, Bazil Jesek, declaro bajo juramento que soy, soy, soy un vasallo militar renegado de Gregor Vorbarra; pero de todas formas tomo servicio bajo… bajo… (Bothari va a enardecerse como el demonio si quebranto la seguridad), bajo este lunatico que esta frente a mi», mejor dicho, «este Vor lunatico como simple hombre de armas, y le respetare como mi senor y comandante hasta que mi muerte o la suya me libere».
Jesek, como hipnotizado, repitio el juramento palabra por palabra.
Miles prosiguio.
— «Yo… » (mejor me salto esa parte), «yo, vasallo
El maquinista le miraba perplejo.
— Estas en casa. Por lo que pueda valer.
— ?Eso fue de verdad?
— Bueno… es un poco irregular; pero, por lo que he leido de nuestra historia, no puedo evitar pensar que se acerca mas al original que la version oficial.
Llamaron a la puerta. Daum y Bothari tenian un prisionero, las manos atadas por detras de la espalda. Era el piloto, a juzgar por los circulos plateados en la frente y en las sienes. Miles supuso que por eso le habia escogido Bothari; tenia que conocer todos los codigos de reconocimiento. La pose desafiante del mercenario le causo a Miles una fastidiosa premomcion de problemas.
— Baz, que Elena y el mayor te ayuden a llevar a estos tipos a la bodega 4, la que esta vacia. Podrian despertarse y ponerse ingeniosos, asi que suelda la cerradura cuando esten encerrados. Luego abre nuestro arsenal, trae los inmovilizadores y los arcos de plasma, y revisa la lanzadera de los mercenarios. Nos encontraremos alli contigo en unos minutos.
Cuando Elena arrastro el ultimo cuerpo inconsciente sujetandole por los tobillos — era el capitan mercenario, y ella no se preocupo mucho de contra que golpeaba su cabeza por el camino —, Miles cerro la puerta y se volvio hacia el prisionero, al que sostenian Mayhew y Bothari.
— Ya sabes — se dirigio al hombre, en tono de disculpa —, apreciaria mucho que pudieramos evitar los preliminares e ir directamente a tus codigos. Ahorraria un monton de molestias.
— Seguro que lo haria… para ti. ?No tienes la droga de la verdad, no? Que mal, enano, estas de mala suerte.
Bothari se tenso, los ojos extranamente iluminados; Miles le detuvo con un leve ademan.
— Todavia no, sargento.
Miles suspiro.
— Es cierto, no tenemos ninguna droga, lo siento. Pero, no obstante, debemos obtener tu cooperacion — le dijo al piloto mercenario, apuntandole con el dedo.
El hombre sonrio despectivamente.
— Metete el dedo en el culo, enano.
— No tenemos intencion de matar a tus amigos — agrego esperanzado Miles —, solo inmovilizarlos.
El mercenario alzo orgullosamente la cabeza.
— El tiempo esta de mi lado. Lo que podais hacerme, puedo aguantarlo. Si me matais, tampoco puedo hablar.
Miles llevo a Bothari aparte.
— Esta es tu area, sargento — le dijo en voz baja —. Me parece que el tiene razon. ?Que piensas al respecto de abordarlos a ciegas, sin codigos? ?Acaso podria ser peor que si nos diera uno falso? Podriamos omitir esto… — Un nervioso ademan de su mano indico al piloto mercenario.
— Seria mejor con los codigos — declaro el sargento, inflexible —. Mas seguro.
— No veo como podemos obtenerlos.
— Yo puedo obtenerlos. Siempre se puede destrozar a un piloto. Si me diera via libre, mi senor…
La expresion del rostro de Bothari perturbo a Miles. La seguridad estaba bien, era el aire de placer anticipado lo que le provoco un nudo en las entranas.
— Debe decidirse ahora, mi senor.
Penso en Elena, Mayhew, Daum y Jesek, que le habian seguido hasta este lugar; y quienes no estarian alli de no ser por el…
— Adelante, sargento.
— Tal vez prefiera esperar en el pasillo.
Miles nego con la cabeza, sintiendose descompuesto.
— No. Yo lo he ordenado, y estare presente.
Bothari hizo un gesto de asentimiento.
— Como quiera. Necesito el cuchillo. — Senalo la daga que Miles habia recuperado del capitan mercenario y que colgaba de su cinturon. Miles, de mala gana, la saco y se la entrego al sargento. La cara de Bothari se ilumino ante la belleza de la hoja, su templada flexibilidad y el increible filo —. Ya no las hacen como esta — murmuro.
?Que planea hacer con ella, sargento?, se pregunto Miles; pero no se animo a preguntarlo. Si le dices que se baje los pantalones, detendre la sesion ahora mismo, con codigos o sin codigos…
El prisionero estaba tranquilo, incluso un poco desafiante. Miles probo una vez mas.
— Sera mejor que cooperes. — El hombre sonrio.
— No puedes comprarme, enano, no le temo a un poco de dolor.
Yo si lo temo, penso Miles. Se hizo a un lado.
— Es suyo, sargento.
— Sujetenlo firme — dijo Bothari. Miles aferro el brazo derecho del prisionero; Mayhew, perplejo, sujeto el izquierdo.
El mercenario se dio cuenta de la cara de Bothari y su sonrisa desaparecio. Un lado de la boca del sargento se alzo en una sonrisa que Miles jamas habia visto antes y que, inmediatamente, espero no volver a ver otra vez. El mercenario trago saliva.
Bothari puso la punta de la daga contra el borde del globulo de metal plateado en la sien derecha del hombre y movio un poco la hoja para encajar la punta haciendo palanca. El mercenario miro con los ojos desorbitados hacia su propia sien.
— No te atreveras… — susurro. Una gota de sangre formo un aro en torno al circulo.
El mercenario inhalo asperamente y dijo:
— ?Espere…!
Bothari retorcio un poco mas la daga, sujeto el boton entre el indice y el pulgar de su mano libre y pego un tiron. Un chillido ululante salio de la garganta del mercenario. Se libro convulsivamente de la sujecion de Miles y de Mayhew y cayo de rodillas, con la boca abierta y los ojos agigantados por la conmocion.
Bothari bamboleo el injerto delante de los ojos del prisionero. Alambres delgados como cabellos colgaban del boton como patas de aranas. Lo giro. Un destello brillante y una mancha de sangre: miles de dolares betanos en circuitos y microcirugia convertidos instantaneamente en basura.