permanecieron.

10

Con el inhibidor nervioso, Miles le hizo un gesto al capitan mercenario para que entrase delante de el a la enfermeria. En su mano, el arma letal le parecia desproporcionadamente comoda y liviana. Algo tan devastador deberia pesar mas, como una espada. Falso, pues, potencialmente, se podia matar sin esfuerzo.

Se hubiera sentido mas contento con un inmovilizador, pero Bothari insistio en que Miles presentara un frente de maxima autoridad cuando debiera trasladar prisioneros. «Ahorra altercados», habia dicho.

El desdichado capitan Auson, con dos brazos rotos y la nariz hinchada, no parecia muy propenso a discutir; pero la tension felina, la mirada calculadora y los pestaneos del primer oficial de Auson, el hermafrodita betano, teniente Thorne, reconciliaron a Miles con el razonamiento de Bothari.

Encontro al sargento apoyado con enganosa naturalidad contra una pared y a la agotada asistente medica mercenaria esperando a los siguientes pacientes. Miles habia dejado deliberadamente a Auson para el final y jugueteaba, con fantasia gozosamente hostil, con la posibilidad de ordenar que los brazos del capitan fueran inmovilizados en alguna posicion anatomicamente inverosimil.

Hicieron sentar a Thorne para que le fuera cerrado un corte que tenia sobre un ojo y le pusieran una inyeccion contra la jaqueca provocada por el inmovilizador. El teniente suspiro cuando el medicamento hizo su efecto y miro a Miles con curiosidad menos disimulada.

— ?Quien diablos sois vosotros?

Miles dispuso su boca en lo que esperaba fuese tomado como una sonrisa de elegante misterio, y no dijo nada.

— ?Que vais a hacer con nosotros? — insistio Thorne.

Buena pregunta, penso Miles. Habia vuelto a la bodega 4 de la RG 132 para descubrir que el primer grupo de prisioneros estaba lo suficientemente bien como para casi haber logrado escapar, desmontando uno de los tabiques. Miles no opuso objecion alguna cuando Bothari, prudentemente, los volvio a inmovilizar para transportarlos a los calabozos de la Ariel. Alli Miles comprobo que el jefe de maquinas u su asistente por poco se las arreglan para sabotear la cerradura magnetica de la celda. Mas bien desesperado, Miles los inmovilizo otra vez.

Bothari tenia razon; era una situacion intrinsecamente inestable. Dificilmente podria tener a todos los tripulantes inmovilizados durante una semana o mas, amontonados en las celdas, sin causarles un serio dano fisiologico. La gente de Miles, ademas, perdia poder al estar diseminada manejando ambas naves y manteniendo a la vez el control sobre los prisioneros… y la fatiga multiplicaria pronto los errores. La solucion homicida y final del sargento tenia una cierra logica, supuso Miles. Pero su mirada cayo sobre la figura del piloto, cubierta por una sabana en un rincon de la enfermeria, y sintio un estremecimiento en su interior. No; otra vez, no. Reprimio el panico nervioso que le provocaban los problemas repentinamente acrecentados. Debia ganar tiempo.

— Le haria un favor al almirante Oser si os pusiera fuera y os dejara volver a casa caminando — le respondio a Thorne—. ?Son asi todos los demas?

Thorne dijo friamente:

— Los oseranos son una coalicion libre de mercenarios. La mayoria de los capitanes son capitanes- propietarios.

Miles maldijo, sinceramente sorprendido.

— Eso no es una cadena de mandos, es una maldita comision.

Miro a Auson con curiosidad. El analgesico habia permitido por fin al hombre desviar la atencion de su propio cuerpo, y devolvio la mirada.

— ?Tu tripulacion te presto juramento a ti, entonces, o al almirante Oser? — le pregunto Miles.

— ?Juramento? Tengo los contratos de todos en mi nave, si es a eso a lo que te refieres — gruno Auson —. De todos. — Y miro con enfado a Thorne.

— Mi nave — le corrigio Miles.

La boca de Auson murmuro un apagado grunido; fijo la vista en el inhibidor nervioso, pero, como habia vaticinado Bothari, no discutio. La asistente medica coloco el brazo del capitan depuesto en un soporte y empezo a trabajar con un aparato quirurgico manual. Auson palidecio, y resistio impavido. Miles sintio una ligera punzada de empatia.

— Sin duda, contigo los soldados tienen la excusa mas lamentable que he visto en mi vida — declamo Miles, a la caza de reacciones. Bothari fruncio un costado de la boca, pero Miles ignoro precisamente esa —. Es un milagro que esteis todavia vivos. Debes de elegir con mucho cuidado tus adversarios. — Se froto el estomago, aun dolorido, y encogio los hombros —. Vaya, se que lo haces.

Auson adquirio un rubor opaco y desvio la vista.

— Solo tratabamos de suscitar un poco de accion; hemos estado de servicio en este maldito bloqueo todo un ano.

— Suscitar accion — murmuro disgustado el teniente Thorne —, y lo hiciste.

Ya te tengo. La certidumbre reverbero como una campana en la mente de Miles. Sus vagos suenos de revancha al respecto del capitan mercenario se vaporizaron al calor de una nueva y mas alentadora inspiracion. Clavo la mirada en Auson y le espeto friamente:

— ?Cuando tuvisteis la ultima inspeccion general de flotas?

Auson tenia el aspecto de que se le hubiera ocurrido tardiamente que debia limitar sus respuestas a nombre, rango y numero de serie; pero Thorne contesto:

— Hace un ano y medio.

Miles maldijo, con sentimiento, y levanto su menton agresivamente.

— No creo poder soportar mas esto. Tendreis una inspeccion ahora mismo.

Bothari mantenia una admirable calma, apoyado en la pared, pero Miles podia sentir su mirada taladrandole la espalda, con su aire de que-demonios-estas-haciendo-ahora. Miles no quiso darse la vuelta.

— ?Que demonios — dijo Auson, haciendose eco del silencio de Bothari — estas diciendo? ?Quienes sois vosotros2 Estaba seguro de que erais contrabandistas, cuando nos dejasteis que os extorsionaramos sin siquiera chistar, pero… Juraria que no nos equivocamos… — Se incorporo de golpe, provocando que el inhibidor de Bothari le apuntara inmediatamente. Su voz subio de tono con frustracion —. ?Eres un contrabandista, maldita sea! No puedo equivocarme tanto. ?Era la nave en si? ?Quien la querria? ?Que diablos estais pasando de contrabando? — grito lastimeramente.

Miles sonrio con frialdad.

— Consejeros militares.

Fantaseo que veia el anzuelo de sus palabras arrojado entre el capitan mercenario y su teniente. Ahora, a seguir con el plan.

Miles comenzo la inspeccion, con cierto deleite, en la misma enfermeria, ya que alli se sentia bastante conocedor del terreno. A punta de inhibidor, la asistente medica hizo su inventario oficial, abriendo primero las gavetas bajo la atenta mirada de Miles. Con seguro instinto, Miles reparo antes que nada en las drogas susceptibles de abuso e, inmediatamente, aparecieron algunas discrepancias delicadamente embarazosas.

Lo siguiente fue el equipo medico. Miles ansiaba llegar a la camara criogenica pero su sentido del espectaculo le aconsejo dejar eso para el final. Habia con holgura otras carencias. Algunos de los mas asperos cambios de expresion de su abuelo, convenientemente adaptados, habian vuelto la cara de la asistente del color de la tiza para cuando llegaron a la piece de resistance.

— ?Y cuanto hace exactamente que esta camara esta fuera de servicio, asistente?

— Seis meses — murmuro la mujer —. El tecnico en reparaciones siempre decia que iba a arreglarla — agrego, defensiva ante el ceno fruncido y las cejas levantadas de Miles.

— ?Y usted no penso nunca en incitarle a que lo hiciera o, mas propiamente, en pedirle a sus superiores que le instaran a repararla?

— Parecia que habia tiempo de sobra. No la usamos…

— ?Y en esos seis meses su capitan jamas llevo a cabo siquiera una inspeccion interna?

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