— No, senor.

Miles recorrio a Auson y a Thorne con una mirada igual a un bano de agua helada; luego demoro deliberadamente su vista en la figura cubierta del hombre fallecido.

— El tiempo se agoto para su oficial piloto.

— ?Como murio? — pregunto Thorne, cortante como una estocada.

Miles le detuvo con una deliberada ambiguedad.

— Bravamente, como un soldado. — Horriblemente, como un animal sacrificado, le corrigio su propio pensamiento. Es indispensable que no lo descubran —. Lo lamento — agrego en un impulso —, merecia algo mejor.

La asistente medica miraba a Thorne, afligida. Thorne dijo con suavidad:

— Cela, la camara de congelamiento no hubiera servido de mucho ante una carga de inhibidor en la cabeza, de todas maneras.

— Pero la proxima perdida — intervino Miles — podria deberse a otra herida. — Excelente, el que aquel teniente sumamente observador hubiera desarrollado una teoria personal sobre la muerte del piloto sin haberle echado un vistazo. Miles se sentia enormemente aliviado, incluso por haberse librado de cargar deshonrosamente a la asistente con una culpa que no era precisamente de ella —. Le enviare mas tarde, hoy, al tecnico en reparaciones — siguio diciendo Miles —; quiero que cada pieza del equipamiento este funcionando adecuadamente manana mismo. Mientras tanto, puede empezar por poner en orden este sitio, para que parezca mas una enfermeria militar y menos un armario de escobas, ?entendido, asistente? — bajo la voz hasta casi un susurro, como el silbido de un latigo.

La asistente asintio irguiendose firme.

— Si, senor. — Auson estaba ruborizado; Thorne separo los labios en una expresion de admiracion. La dejaron alli abriendo cajones con manos temblorosas.

Miles hizo que los dos mercenarios caminaran delante de el por el pasillo y se quedo detras para tener una urgente consulta susurrada con Bothari:

— ?Va a dejarla sin vigilancia? — murmuro el sargento con tono desaprobador —. Es una locura.

— Esta demasiado ocupada para escapar. Con suerte, quiza pueda mantenerla demasiado ocupada incluso para que no le haga la autopsia al piloto. ?Rapido, sargento!, si quiero fingir una inspeccion general, ?cual es el mejor lugar para desenterrar mugre?

— ?En esta nave? En cualquier parte.

— ?No, en serio! En la proxima parada tiene que estar todo muy mal. No puedo fingir la cuestion tecnica, he de esperar hasta que Baz tenga un momento para hacer una pausa.

— En ese caso, pruebe con los cuartos de la tripulacion — sugirio Bothari —. Pero ?por que?

— Quiero que esos dos se piensen que somos una especie de superequipo mercenario. Tengo una idea para evitar que se unan con el fin de recuperar su nave.

— Nunca se tragaran eso.

— Van a tragarselo, les encanta. Se lo comeran todo. ?No lo ves?, les gana el orgullo. Los hemos derrotado… por ahora. ?Que crees que van a pensar ellos mas bien, que somos grandiosos, o que son una panda de idiotas?

— ?Asi de simple?

— ?Solo mira! — Ensayo un silencioso paso de baile, puso cara de austeridad y camino a zancadas detras de sus prisioneros, haciendo sonar las botas como metal por el corredor.

Los cuartos de la tripulacion eran, desde el punto de vista de Miles, una delicia. Bothari paso revista. Su instinto para hacer aparecer la evidencia de habitos desaseados y vicios ocultos era un misterio. Miles supuso que el sargento deberia haberlo visto todo en su epoca. Cuando Bothari descubrio las esperadas botellas del adicto al etanol, Auson y Thorne se lo tomaron como una cuestion de rutina; evidentemente, el hombre era un conocido y tolerado marginal que cumplia las funciones que le asignaban. Las semillas de narcoticos, en cambio, parecieron sorprenderlos. Miles confisco prontamente el lote. Dejo in situ la notable coleccion de adminiculos sexuales de otro soldado, no obstante, preguntandole unicamente a Auson — y guinandole un ojo — si lo que mandaba era un crucero o un yate de recreo. Auson suspiro, pero no dijo nada. Miles esperaba cordialmente que el capitan se pasara el resto del dia imaginando severas replicas, demasiado tardias.

Miles examino a fondo las habitaciones de Auson y de Thorne, registrando indicios de la personalidad de ambos. La de Thorne, interesantemente, estaba muy cerca de pasar la inspeccion; Auson parecio prepararse para un alboroto cuando llegaron por fin a su cabina. Miles sonrio suavemente e hizo que Bothari reordenara las cosas mejor de como las habian encontrado, despues de la inspeccion.

De la evidencia, o de la falta de ella, Auson emergio como alguien que no tenia vicios graves, mas alla de una indolencia natural, exacerbada por el aburrimiento hasta la holgazaneria.

La coleccion de exoticas armas personales recogida durante el recorrido conformaba una pila impresionante. Miles hizo que Bothari examinase y probara cada una de ellas. Realizo una elaborada muestra de observacion de cada articulo y los contrasto con una lista de propietarios. Animado y entusiasmado, se puso asombrosamente sarcastico; los mercenarios se retorcian de angustia.

Inspeccionaron el arsenal. Miles tomo un arco de plasma de un polvoriento armero.

— ?Se guardan las armas cargadas o descargadas?

— Descargadas — murmuro Auson, estirando ligeramente el cuello.

Miles alzo las cejas y levanto el arma, apuntando al capitan mercenario, y presiono el dedo contra el gatillo. Auson se puso blanco. En el ultimo momento, Miles desvio apenas su muneca hacia la izquierda y disparo un rayo de energia que paso silbando junto a la oreja de Auson. El corpulento hombre retrocedio cuando una salpicadura de metal y plastico de la pared, fundidos, salto detras de el.

— ?Descargadas? — canturreo Miles —. Ya veo. Una sabia politica, estoy seguro.

Ambos oficiales se estremecieron. Cuando salian, Miles pudo oir a Thorne murmurar.

— Te lo dije.

Auson gruno sin decir nada.

Miles llevo a Baz a un lado para hablarle en privado antes de empezar con la sala de maquinas.

— Ahora eres el comandante Bazil Jesek, de los Mercenarios Dendarii, jefe de maquinas. Eres aspero y rudo y te comes en el desayuno a los tecnicos de maquinas descuidados; y estas horrorizado por lo que han hecho con esta hermosa nave.

— No esta tan mal en realidad, hasta donde yo puedo ver — dijo Baz —; es mas de lo que yo haria con estos sistemas avanzados. Pero ?como voy a hacer una inspeccion cuando ellos saben mas que yo? ?Se daran cuenta al instante!

— No, no lo haran. Recuerda que tu estaras haciendo las preguntas y ellos, respondiendolas. Di «hmm», y frunce con frecuencia el ceno. Mira… ?nunca has tenido un comandante de maquinas que fuera un verdadero hijo de puta, al que todo el mundo odiaba…, pero que tenia siempre la razon?

Baz parecia confusamente reminiscente.

— Estaba el capitan de corbeta Tarski. Soliamos sentarnos a pensar maneras de envenenarle; la mayoria de ellas no eran muy practicas.

— Esta bien, imitale.

— Jamas me creeran. No puedo… Nunca fui… ?Ni siquiera rengo un puro!

Miles penso un segundo, salio volando y volvio corriendo, un momento despues, con un paquete de cigarros que saco de uno de los cuartos de los mercenarios.

— Pero yo no fumo — dijo Baz, preocupado.

— Masticalo, entonces. Probablemente es mejor que no lo enciendas; solo Dios sabe que tiene eso dentro…

— Ahora se me ocurre una idea para envenenar al viejo Tarski que podria haber funcionado…

Miles se lo llevo a empujones.

— Bien, eres un hijo de puta contaminador de aire y no aceptas un «no se» como respuesta. Si yo puedo hacerlo — destapo nuevamente su argumento desesperado —, tu puedes hacerlo.

Baz se detuvo; se irguio, mordio una punta del cigarro y la escupio osadamente en la cubierta. La miro un momento.

— Una vez me resbale con una de esas desagradables colillas y casi me rompo el cuello. Tarski. Esta

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