Miles, en pobre reconocimiento de un hombre empujado al limite, insistio hoscamente.
— ?Que harias si yo hubiera pasado mis examenes de entrenamiento de oficiales? — pregunto —. No podrias haberme detenido en esta clase de asunto, entonces.
— Me hubiera retirado — murmuro Bothari —, aunque seguiria manteniendo mi palabra.
Miles sonrio involuntariamente y se consolo a si mismo comprobando el equipo y las armas de los que iban a ir. La semana de vigorosas reparaciones y retoques habia pagado evidentemente dividendos inesperados; el grupo de combate parecia brillar con perversa eficiencia. Ahora, penso Miles, veremos si toda esta belleza es algo mas que la mera piel.
Controlo con especial cuidado la armadura de Elena. Bothari reviso personalmente las correas del traje de su hija antes de colocarle el yelmo, un asunto innecesario que oculto las mas necesarias instrucciones, susurradas rapidamente, para indicarle como manejarse con ese equipo que le era solo a medias familiar.
— Por el amor de Dios, mantente atras — la reconvino Miles —. Se supone que estas observando la eficacia de cada uno y que me mantienes informado, lo cual no podras hacer si estas… — se trago el resto de la frase: horrorosas visiones de todas las maneras en que una hermosa mujer podia ser mutilada en combate le atravesaron el cerebro —, si estas al frente — sustituyo. Seguramente debia de estar fuera de si mismo cuando permitio que Thorne la reclamara.
Sus rasgos quedaron enmarcados por el yelmo; el cabello, echado hacia atras y escondido, de tal modo que la fuerte estructura de su rostro resaltaba, mitad caballero, mitad una monja. Sus pomulos estaban acentuados por las aletas del yelmo y la piel de marfil brillaba con las minusculas luces coloreadas del mismo. Sus labios estaban entreabiertos por el entusiasmo.
— Si, mi senor. — Su mirada era brillante y sin temor —. Gracias. — Y mas quedamente, apretandole el brazo con su mano enguantada para remarcarlo —: Gracias, Miles… por el honor.
Ella no dominaba aun muy bien el toque de los servos, y le trituro la carne hasta el hueso. Miles, quien no se hubiera movido, por no estropear el momento, aunque le hubiese desgarrado el brazo, sonrio con apenas un destello de dolor. Dios, ?que he hecho?, penso. Parece una valquiria…
Se alejo para hablar rapidamente con Baz.
— Hazme un favor, comandante Jesek, pegate a Elena y asegurate de que mantenga la cabeza baja. Ella esta, hm… un poco excitada.
— Entendido, mi senor — Jesek asintio enfaticamente —. La seguire a todas partes.
— Hm — dijo Miles. No era exactamente eso lo que habia querido expresar.
— Mi Senor — agrego Baz; vacilo luego y bajo la voz —, este asunto, eh…, de que mande el… No hablas de un ascenso verdadero, ?no? Era para impresionar, ?verdad? — Senalo con la cabeza a los mercenarios, dispuestos ahora por Thorne en grupos de asalto.
— Es tan real como los mercenarios Dendarii — respondio Miles, incapaz de mentirle descaradamente a su vasallo.
Baz alzo las cejas.
— ?Y eso que significa?
— Bueno… mi pa… una persona que conoci una vez decia que el significado es lo que uno le pone a las cosas, no lo que uno toma de ellas. Hablaba del Vor, de paso. — Miles hizo una pausa y, luego, anadio —: Adelante, comandante Jesek.
La mirada de Baz reflejaba contento. Se puso firme y devolvio a Miles un ironico, deliberado saludo.
— Si, almirante Naismith.
Miles, acosado por Bothari, retorno a la sala de tacticas de los mercenarios para ver por el monitor los canales de batalla junto a Auson y el oficial de comunicaciones. Daum permanecio apostado en el cuarto de control, con el tecnico maquinista que sustituia al piloto muerto, para guiarlos a la estacion de desembarco. Ahora realmente Miles se mordia las unas. Auson golpeteaba los inmovilizadores plasticos de sus brazos en un nervioso redoble, al limite de su movilidad. Se encontraron el uno al otro mirando a los lados simultaneamente.
— ?Que darias por estar ahi fuera, bajito?
Miles no se habia dado cuenta de que su angustia fuera tan transparente. Ni siquiera se molesto en ofenderse por el sobrenombre.
— Unos quince centimetros mas de altura, capitan Auson — le respondio, melancolicamente sincero.
El halito de una genuina risa escapo de labios del oficial mercenario, como contra su voluntad.
— Si… — Su boca se retorcio en un gesto de afirmacion —. Oh, si…
Miles observaba, fascinado, a medida que el oficial de comunicaciones comenzo a componer la vision telemetrica desde las corazas del grupo de asalto. La pantalla de holovideo, preparada para exhibir dieciseis lecturas individuales al mismo tiempo, era una colorida confusion. Miles esbozo una prudente observacion, esperando obtener mayor informacion sin revelar su propia ignorancia.
— Muy bonito. Se puede ver y oir lo que esta viendo y oyendo cada uno de los hombres. — Miles se preguntaba cuales serian los
— Illyrica — contesto Miles orgullosamente Auson —. El sistema viene con la nave, uno de los mejores que hay.
— Ah… ?Cual corresponde a la comandante Bothari?
— ?Cual era el numero de su traje?
— El seis.
— Esta en la parte superior derecha de la pantalla. Alli esta el numero de traje, claves para video, audio, canales de batalla traje-atraje, canales de batalla nave-a-traje… Podemos incluso controlar desde aquo los servos de cualquier traje.
Miles y Bothari estudiaron atentamente la pantalla.
— ?No seria eso un poco desconcertante para el individuo, ser subitamente invalidado? — pregunto Miles.
— Bueno, no se hace eso muy a menudo. Se supone que es para casos como manejar el botiquin, transportar heridos… A decir verdad, no estoy muy convencido de esa funcion. La unica vez que la emplee y trate de retirar a un herido, su armadura estaba tan danada por la explosion que le afecto, que apenas funcionaba. Perdi casi toda la telemetria… Descubri por que cuando al final vencimos. Le habian volado la cabeza. Perdi veinte condenados minutos acarreando un cadaver de vuelta por las camaras de presion.
— ?Con que frecuencia se ha empleado el sistema? — pregunto Miles.
Auson se aclaro la voz.
— Bueno, dos veces en realidad — Bothari gruno; Miles alzo una ceja —. Estuvimos en ese maldito bloqueo tanto tiempo… — se apresuro a decir Auson a modo de explicacion —. A todo el mundo le gusta un poco de trabajo facil, seguro, pero… quizas en eso se nos fue un poco la mano.
— Esa fue tambien mi impresion — convino delicadamente Miles.
Auson desvio la mirada, incomodo, y volvio su atencion a la pantalla.
Estaban a punto de atracar. Los grupos de asalto estaban listos. La RG 132 se encontraba maniobrando en una darsena paralela, rezagada atras; los pelianos, astutamente, habian hecho que la nave de guerra entrara primero en el muelle, planeando sin duda dejar para despues al carguero, que no estaba armado. Miles deseo desesperadamente haber establecido algun codigo preconvenido con el cual poder advertir a Mayhew lo que estaba ocurriendo. Pero, sin canales especiales o codigos en clave, corria el riesgo de alertar a los pelianos, que seguramente estarian escuchando. Cons suerte, el ataque sorpresa de Thorne atraeria a las tropas que pudieran estar esperando a la RG 132.
El silencio del momento parecio estirarse insoportablemente. Miles logro finalmente poner en pantalla las lecturas medicas de su gente. El pulso de Elena era de unos moderados 80 latidos por minuto. Junto a ella, Jesek tenia un pulso de 110 latidos. Miles se pregunto cual seria el suyo propio. Algo astronomico, por lo que podia sentir.
— ?La oposicion tiene algo parecido a esto? — pregunto repentinamente Miles senalando el equipo, con una idea empezando a hervir en su mente. Quiza pudiera ser mas que un simple observador impotente…
— Los pelianos, no. Algunas de las naves mas avanzadas de nues… de la flota oserana lo tienen. Ese