Hizo lo que era correcto. Estamos aqui para lograr un objetivo tactico especifico, no para perpretar una insensata matanza. — Miles clavo la vista en el joven oficial feliciano, ?cual era su nombre?, Gamad, quien se encogio ante la mirada. Continuo en voz baja, dirigiendose a Elena —. ?Algun prisionero resulto muerto?

— Dos, cuyas celdas fueron literalmente penetradas por el confusor orbital de electrones…

— ?Por el que?

— Baz lo llamo confusor orbital de electrones. Y… once asfixiados para los que no pude llegar a tiempo. — El dolor en su rostro fue para Miles como una cuchillada.

— ?Cuantos hubieran muerto si no los hubieras liberado?

— Perdimos aire en todo el sector-

— ?El capitan Tung…?

— Elena extendio las manos.

— Esta por ahi, en algun lado, supongo. No estaba entre los trece. Ah… uno de sus pilotos si estaba, sin embargo; y aun no hemos encontrado al otro. ?Eso es importante?

El corazon se le hundio a Miles en el estomago revuelto. Le indico al mercenario que estaba mas cerca:

— Pase esta orden inmediatamente: los prisioneros deben ser capturados vivos, con el menor dano posible. — El hombre salio presto a obedecer —. Si Tung anda suelto, sera mejor que te quedes conmigo — le dijo Miles a Elena —. Dios mio. Bien, creo que mejor sera que le eche una mirada a ese agujero que no es un agujero, entonces. ?De donde saco Baz ese nombre impronunciable?

— Dice que es un descubrimiento betano de hace unos pocos anos. Parece que no convencio mucho porque, para defenderse de eso, basta con cambiar la fase del escudo de masa. Me indico que te dijera que esta trabajando en ello y que tendria loa escudos reprogramados para esta noche.

— Ah.

Miles quedo en silencio, anonadado. Lo suficiente para fantasear su regreso a Barrayar llevando el misterioso rayo, tenderlo a los pies del emperador, y el capitan Illyan, que observaria con viva curiosidad, y su padre, que estaria asombrado… Se lo imagino como un esplendido ofrecimiento, prueba de su valor y de su proeza militar. Aunque, mas probablemente — de acuerdo a la simple realidad —, le correrian a escobazos, como al gato que mortifica a un saltamontes. Suspiro. Ahora, al menos, tenia una armadura espacial.

Miles, Elena, Gamad y un tecnico se dirigieron al sector afectado, varias estructuras mas abajo en la cadena eslabonada de la refineria. Elena se puso a su lado.

— Pareces cansado. ?Por que no mejor, uh…, tomas una ducha y descansas un poco?

— Ah, si, el hedor reseco del terror, bien entibiado en el traje de presion. — Le dirigio una sonrisa y apreto con firmeza su casco bajo el brazo, como un espectro decapitado —. Espera a oir mi jornada. ?Que dice el mayor Daum de nuestras defensas? Sera mejor que le pida un informe completo… al menos el parece ser directo al hablar… — Miro fascinado la espalda del teniente que iba delante.

El teniente Gamad, cuyo oido evidentemente era mas agudo de lo que Miles habia supuesto, volvio la cabeza.

— El mayor Daum esta muerto, senor. El y un tecnico estaban conectando un puesto de armas y fueron alcanzados por escombros a alta velocidad… No quedo nada. ?No se lo dijeron?

Miles se detuvo en seco.

— Ahora soy el oficial de mayor grado — agrego el feliciano.

Llevo tres dias capturar de nuevo a los prisioneros que se habian escapado y diseminado por todos los rincones de la refineria. Los comandos de Tung fueron los peores. Miles recurrio finalmente a clausurar los sectores y a soltar gas adormecedor. Ignoro la irritada sugerencia de Bothari respecto a que el vacio resultaria mas eficaz y menos costoso. La carga de la tarea recayo naturalmente, si no injustamente, en el sargento; quien estaba tenso como una cuerda de arco con el deber asignado.

Cuando fue hecho el recuento final, resulto que faltaban Tung y siete de sus hombres, incluido su otro oficial piloto. Tambien faltaba una lanzadera de la estacion.

Miles gimio en su interior. Ahora no habia alternativa, sino la de esperar que los perezosos felicianos viniesen a reclamar su cargamento. Comenzo a dudar que la lanzadera, despachada para intentar contacto con Tau Verde antes del contraataque, hubiera logrado atravesar el espacio controlado por los oseranos. Quiza deberia enviar otra. Esta vez con un recluta, no un voluntario; Miles ya tenia elegido el candidato.

El teniente Gamad, engreido con la reciente jerarquia heredada, se sentia inclinado a desafiar la autoridad de Miles en la refineria; tecnicamente — era cierto — de propiedad feliciana. A Miles no le caia demasiado simpatico, en contraste con la calma y solicita actitud de Daum. Gamad debio reprimirse al oir a un mercenario dirigirse a Miles como «almirante Naismith». Y Miles quedo tan complacido por el efecto que semejante titulo causo en el teniente, que no corrigio el nombramiento. Desafortunadamente, el hecho se extendio; se encontro incapaz de conservar la cautelosa neutralidad de «senor Naismith» de alli en adelante.

Gamad se salvo cuando, al octavo dia despues del contraataque, un crucero local feliciano aparecio finalmente en los monitores. Los mercenarios de Miles, sensibles y suspicaces tras repetidas emboscadas, estaban tentados de destruirlo primero y examinar luego los restos para una identificacion positiva, pero Miles logro al fin establecer un margen de confianza y los felicianos arribaron mansamente a la darsena.

Dos grandes maletines de plastico en una carretilla flotante llamaron la atencion de Miles cuando los oficiales felicianos entraron en la sala de reuniones de la refineria. Los maletines tenian un agradable parecido, al menos en tamano, con los viejos arcones de tesoros de los piratas. Miles se perdio en una breve fantasia de brillantes diademas, monedas de oro y bolsas de perlas. ?Ay, esas vistosas fruslerias ya no eran tesoros codiciados! Microcircuitos virales cristalizados, discos de datos, empalmes de DNA, descoloridos bosquejos de importantes proyectos de agricultura y mineria planetaria: esa era la tibia riqueza que los hombres tramaban en estas epocas degradadas. Por supuesto, todavia habia artesania. Miles palpo la daga en su cinto y se sintio reconfortado.

El demacrado y atormantado pagador feliciano estaba hablando:

— … debo tener primero el manifiesto del mayor Daum y controlar cada uno de los articulos para verificar si ha habido dano durante el transporte.

El capitan del crucero feliciano asintio cansinamente.

— Vea a mi jefe de maquinas y que le consiga todos los hombres que necesite para la inspeccion, pero hagalo rapido. — El capitan dirigio su irritada y rojiza mirada a Gamad, preguntando obsequiosamente —: ?No ha encontrado todavia ese manifiesto? ?O los papeles personales de Daum?

— Me temo que tal vez los tuviera consigo cuando fue alcanzado, senor.

El capitan gruno y se dirigio entonces a Miles.

— ?Asi que usted es ese galactico mutante loco del que he oido hablar?

Miles se irguio.

— ?Yo no soy un mutante!, capitan. — Arrastro la ultima palabra al mas sarcastico estilo de su padrey luego recupero la apostura. Evidentemente, el feliciano no habia dormido mucho en los ultimos dias —. Creo que usted tiene algunos asuntos que tratar.

— Si, hay que pagar a los mercenarios, supongo — suspiro el capitan.

— Y comprobar fisicamente cada articulo por posibles danos en el transporte — le aguijoneo Miles sugiriendo con un gesto las cajas.

— Encarguese de el, cajero — ordeno el capitan, incorporandose para salir —. Esta bien, Gamad, veamos esa gran estrategia suya…

Baz echaba humo por los ojos.

— Excuseme, mi senor, pero creo que es mejor que vaya con ellos.

— Ire contigo — dijo Arde. Hizo sonar sus dientes como si fuera a morder una yugular.

— Adelante — invito entonces Miles al pagador, quien suspiro, al tiempo que espiaba el nombre de Miles en la pantalla a la cabecera de la mesa.

— Ahora… ?Senor Naismith?, ?es correcto asi? ?Puedo ver su copia del contrato, por favor?

Miles fruncio el ceno en un gesto de disgusto.

— El mayor Daum y yo teniamos un acuerdo verbal. Cuarenta mil dolares betanos contra la entrega a salvo

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