— Si, lo comprendo.
— Tendra que trabajar con Auson y Thorne, sin incurrir en… fricciones del pasado.
Tung parecio muy poco entusiasmado, pero respondio.
— Si tengo que hacerlo, incluso eso hare. — Atrapo un chorro de la bebida en el aire. Practica, penso con envidia Miles.
— La paga, por el momento, es integramente en mili-pfennigs felicianos. ?Conoce los… mili-pfennigs?
— No, pero a juzgar por la situacion estrategica de los felicianos, me imagino que seran papel higienico vistoso.
— Eso es bastante acertado. — Miles arrugo la frente —. Capitan Tung, despues de pasar por un monton de problemas para escapar hace dos semanas, ha pasado por lo que parece ser una cantidad similar de problemas para unirse a lo que solo se puede describir como el lado perdedor. Sabe que no puede recuperar su nave, sabe que su paga es, en el mejor de los casos, problematica… No puedo creer que todo esto sea por mi encanto natural. ?Por que lo hace?
— No hubo tanto problema. Esa deliciosa joven, recuerdeme que le bese la mano, me dejo salir — observo Tung.
— Para usted, senor, esa «deliciosa joven» es la comandante Bothari y, considerando lo que le debe, bien puede limitarse a saludarla — salto Miles, sorprendido el mismo ante su reaccion. Trago un sorbo del jugo de fruta para disimular su confusion.
Tung alzo las cejas y sonrio.
— Ya veo.
Miles volvio al presente.
— Insisto, ?por que?
El rostro de Tung se endurecio.
— Porque usted es la unica fuerza del espacio local con alguna posibilidad de meterle a Oser un palo por el culo.
— Y ?cuando adquirio esta motivacion?
Endurecido, si, y ensimismado.
— Violo nuestro contrato. En caso de perder mi nave en combate, tenia el deber de darme otro comando.
Miles adelanto la barbilla, invitando a Tung a continuar. La voz de Tung se hizo mas baja.
— Tenia derecho a reprenderme, si, por mis errores… pero no tenia derecho a humillarme delante de mis hombres… — Sus manos estaban apretadas contra los antebrazos de su asiento; la botella de bebida flotaba lejos, olvidada.
La imaginacion de Miles completo el cuadro. El almirante Oser, colerico y conmocionado ante esta subita derrota despues de un ano entero de faciles victorias, habia perdido el temple y manejo mal el ardiente y herido orgullo de Tung. Una tonteria, cuando habria sido tan facil hacer que ese orgullo se redoblara sirviendo en su beneficio. Si, podia ser verdad.
— Y entonces viene usted a mi. Ah… ?con todos sus oficiales, dice? ?Su oficial piloto?
Huir, ?otra vez era posible la huida en la nave de Tung? Huir de los pelianos y de los oseranos, penso seriamente Miles; era huir de los dendarii lo que empezaba a parecer dificil.
— Todos. Todos excepto mi oficial de comunicaciones, por supuesto.
— ?Por que por supuesto?
— Oh, es cierto, usted no sabe lo de su doble vida.Es un agente militar, asignado por su gobierno para mantener bajo vigilancia a la flota oserana. Creo que queria venir, pues hemos llegado a conocernos bastante bien en los ultimos seis anos, pero tenia que cumplir con sus ordenes primitivas. Se disculpo.
Miles pestaneo.
— ?Ese tipo de cosas es algo usual?
— Oh, siempre hay algunos diseminados en todas las organizaciones mercenarias. — Tung miro agudamente a Miles —. ?Nunca ha tenido ninguno? La mayoria de los capitanes los echan tan pronto como los reconocen, pero a mi me gustan. Generalmente estan muy bien entrenados, y son mas dignos de confianza que la mayoria, siempre que uno no este combatiendo con nadie a quien ellos conozcan. Si yo hubiera tenido que pelear con los barrayaranos, Dios no me lo permita, o con cualquiera de sus aliados, aunque lo cierto es que los barrayaranos no se preocupan particularmente por sus alianzas, me hubiera asegurado de deshacerme de el primero.
— B… — se atraganto Miles, y se guardo el resto.
Por Dios, ?habia sido reconocido? Si el tipo era uno de los agentes del capitan Illyan, casi con toda seguridad. ?Y que diablos habria informado de los ultimos acontecimientos, enfocados desde el punto de vista oserano? En ese caso, Miles podia ir diciendole adios a cualquier esperanza de mantener sus ultimas aventuras en secreto ante su padre.
El jugo de fruta parecia pegarsele, viscoso y desagradable, en el techo de su estomago. Maldita ingravidez. Lo mejor seria terminar con aquello; un almirante mercenario no debia sumar el mareo espacial a sus mas obvias incapacidades, en beneficio de su reputacion. Miles se pregunto de pasada cuantas decisiones clave en la historia habrian sido resueltas con la apremiante urgencia de alguna necesidad biologica.
Alargo la mano.
— Capitan Tung, acepto sus servicios.
— Almirante Naismith… Ahora es almirante Naismith, tengo entendido. — Tung estrecho la mano tendida.
— Eso parece — sonrio Miles.
Una semirreprimida sonrisa se dibujo en la boca de Tung.
— Ya veo. Estare encantado de servirte, hijo.
Cuando se marcho, Miles se quedo sentado un momento, mirando la botella de jugo. La estrujo y un chorro de liquido rojo le salpico las cejas, el menton y la pechera de la guerrera. Maldijo en voz baja y floto en busca de una toalla.
El
Cinco dias despues de lo estipulado, ambas naves aparecieron en los monitores. Miles se comunico de inmediato con Thorne y le pregunto, con voz nerviosa, la razon de la demora.
— Es una sorpresa. Le gustara. ?Puede esperarnos en el desembarcadero? — sonrio Thorne.
Una sorpresa. Dios, ?cual? Miles empezaba finalmente a simpatizar con el declarado gusto de Bothari por estar aburrido. Se encamino al desembarcadero; en su mente flotaban nebulosos planes de acogotar a sus subordinados tardones.
Arde se topo con el, sonriente y rebotando sobre sus talones.
— Quedese ahi, mi senor. — Alzo la voz —. ?Adelante, Baz!
— ?Hop, hop, hop!
Llego un gran ruido de pasos por el tubo flexible. Aparecio marchando una harapienta cadena de hombres y mujeres. Algunos vestian uniformes de tipo militar o civil en una salvaje mezcolanza que denotaba las diferentes modas de diversos planetas. Mayhew los iba formando en peloton, manteniendo mas o menos algo parecido a una posicion de firmes.
Habia un grupo de alrededor de una docena, vestidos con el uniforme negro de los mercenarios del Imperio Kshatryan, que formaron su propia y cerrada isla en aquel mar de color; viendolos mas de cerca, sus uniformes, aunque limpios y remendados, no estaban todos en regla. Botones sueltos, talones de botas gastados, traseros y codos lustrosos por el uso… estaban lejos, lejos de su distante hogar, al parecer. La momentanea fascinacion que le produjeron a Miles se vio interrumpida ante la aparicion de dos docenas de cetagandanos, diversamente vestidos, pero todos con la pintura facial de ceremonia recientemetne aplicada; parecian un escuadron de los demonios que adornan los templos chinos. Bothari maldijo, y aferro su arco de plasma al verlos. Miles le hizo un