fluyendo por su boca. Parecia un animal muerto, atropellado por un vehiculo. Miles paso la mano freneticamente por el pecho de Bothari, pero no pudo siquiera encontrar los pinchazos de entrada de las heridas. Cinco impactos… La cavidad toracica de Bothari, el abdomen, los organos, debian de estar destrozados y revueltos…
— ?Por que no disparo? — pregunto en un gemido Elena. Sacudio a la mujer de Escobar —. ?No estaba cargado?
Miles miro el arco de plasma en la mano rigida de sargento. Estaba recien cargado, Bothari acababa de hacerlo.
Elena echo una mirada desesperada al cuerpo de su padre y paso una mano alrededor del cuello de la mujer, aferrando su guerrera El brazo apretaba la traquea de la agresora.
Miles giro sobre sus rodillas, con la camisa, los pantalones y las manos banados en sangre.
— ?No, Elena! ?No la mates!
— ?Por que no? ?Por que no? — Las lagrimas corrian por su cara desencajada.
— Creo que es tu madre.
Oh, Dios, no debia haber dicho eso…
— ?Tu crees esas horribles cosas…? — le pregunto con furia —, ?esas mentiras increibles…? — Pero aflojo su presa —. Miles… ni siquiera se que significan algunas de esas palabras…
La mujer de Escobar tosio, y giro la cabeza para mirar por encima de su hombro, con asombro y consternacion.
— ?Esto es fruto de el? — le pregunto a Miles.
— Su hija.
Los ojos de la mujer estudiaron atentamente los rasgos de Elena. Miles lo hizo tambien; a el le parecio que la fuente secreta del cabello, los ojos y la elegante estructura del rostro de Elena estaban ante el.
— Te pareces a el. — Los grandes ojos castanos de la mujer conservaban una fina capa de desagrado sobre un pantano de horror —. Oi que los barrayaranos usaron los fetos para investigacion militar. — Miro a Miles en confundida especulacion —. ?Es usted otro? Pero no, no podrias ser…
Elena la solto y permanecio atras, de pie. Un vez, veraneando en Vorkosigan Surleau, Miles habia presenciado como un caballo quedo atrapado en el incendio de un establo hasta morir, y nadie pudo acercarse a liberarle por el calor. Habia pensado que ningun sonido podia ser mas acongojante que los relinchos agonicos de aquel caballo. El silencio de Elena lo era. Ella no estaba llorando ahora.
Miles se incorporo con dignidad.
— No senora. El almirante Vorkosigan cuido de que todos fueran entregados a salvo a un orfanato, creo. Todos excepto…
Los labios de Elena formaron la palabra «mentiras», pero ya no habia conviccion en ella. Sus ojos sorbian a la mujer de Escobar con un hambre que aterrorizo a Miles.
La puerta de la estancia volvio a abrirse. Arde Mayhew entro.
— Mi senor, ?quiere que esas asignaciones…? ?Dios mio! — Estuvo a punto de tropezarse —. ?Traere a la tecnica medica, esperen! — Y salio a la carrera.
Elena Visconti se acerco al cuerpo de Bothari con la precaucion que uno emplearia al acercarse a un reptil venenoso recien muerto. Su mirada se encontro con la de Miles, desde el lado opuesto del obstaculo.
— Almirante Naismith, me disculpo por los inconvenientes que le he causado; pero esto no fue un asesinato, fue la justa ejecucion de un criminal de guerra. Fue justo — insistio, con la voz nerviosa de pasion —. Lo fue. — La voz se apago.
No fue un asesinato, fue un suicidio, penso Miles. Podia haberte disparado ahi donde estabas, en cualquier momento, asi de rapido era.
— No…
— ?Usted tambien me llama mentirosa? ?O va a decirme que lo disfrute? — Los labios de la mujer se tensaron con desesperacion.
— No… — La miro a traves de un vasto abisom de un metro de anchi —. No me burlo de usted. Pero… hasta que tuve cuatro, casi cinco anos de edad, yo no podia andar, solo gateaba. Me pase mucho tiempo mirando las rodillas de la gente. Pero si en alguna ocasion habia un desfile, o algo que ver, tenia la mejor situacion de todos, porque miraba desde los hombros del sargento.
Por toda respuesta, la mujer escupio al cuerpo de Bothari. Un espasmo de furia oscurecio la vision de Miles. Se vio salvado de una posibla accion desastrosa por el regreso de Mayhew con la tecnica medica.
La tecnica corrio hacia el.
— ?Almirante! ?Donde le hirieron?
La miro un instante, estupidamente, se miro luego a si mismo y advirtio entonces la roja razon de su preocupacion.
— No soy yo, es el sargento. — Se sacudio ineficazmente la fria viscosidad.
La tecnica se arrollido junto a Bothari.
— ?Que ocurrio? ?Fue un accidente?
Miles miro hacia donde estaba Elena, parada, con los brazos envolviendose el cuerpo como si tuviera frio. Solo sus ojos se movian, mirando alternativamente al sargento y a la mujer de Escobar. Una y otra vez, sin desanso.
La boca de Miles estaba endurecida, hizo un esfuerzo para hablar.
— Un accidente, estaba limpiando las armas. El revolver de agujas estaba puesto en automatico. — Dos afirmaciones verdaderas de tres.
La mujer de Escobar tuvo un gesto silencioso de triunfo y alivio. Ella cree que respaldo su justicia, penso Miles. Perdoname…
La tecnica medica sacudio la cabeza, al pasar un examinador de mano por el pecho de Bothari.
— ?Uf! Esta destrozado.
Una subita esperanza se le ocurrio a Miles.
— Las camara de congelamiento… ?como estan?
— Todas llenas, senor, despues del contraataque.
— Cuando se asignan, ?que… que criterio se utiliza?
— Los menos destrozados tienen mayor probabilidad de revivir. Son los primeros que se seleccionan. Los enemigos, los ultimos, a menos que Inteligencia pida otra cosa.
— ?Como evaluaria a este herido?
— Pero que todos los otros que tengo congelados ahora, excepto dos.
— ?Quienes son esos dos?
— Un par de hombres del capitan Tung. ?Quiere que desaloje a uno?
Miles se detuvo, buscando el rostro de Elena. Ella miraba el cuerpo de Bothari como si fuera el de un extrano, con la cara de su padre, subitamente desenmascarado. Los ojos oscuros de Elena eran como profundas cavernas; como tumbas; una para Bothari; otra para ella misma.
— El odiaba el frio — murmuro Miles —, solo consiga un envoltorio del deposito de cadaveres.
— Si, senor. — La tecnica salio, sin prisas.
Mayhew balbuceo, contemplando aturdido y perplejo el rostro de la muerte:
— Lo siento, mi senor, estaba empezando a agradarme, de un modo misterioso.
— Si. Gracias. Vete. — Mile alzo la vista hacia la mujer de Escobar —. Vayase — susurro.
Elena daba vueltas y vueltas entre el cadaver y los vivos, como una criatura recien enjaulada que descubre que el frio acero quema la carne.
— ?Madre? — dijo al fin, con una voz empequenecida, en absoluto como la suya.
— Tu elejate de mi — gruno la mujer, en voz baja, palida —. Muy lejos. — Le echo una mirada de aversion, desdenosa como una bofetada, y se marcho.
— Esto… — dijo Arde —. Tal vez deberias salir y sentarte un rato en alguna otra parte, Elena. Te traere un vaso de agua o algo. — La tomo del brazo, inquieto —. Vamos, se buena chica.
Acepto con dolor ser llevada y miro por ultima vez por encima del hombro al salir. Su rostro le recordo a Miles una ciudad bombardeada.
Miles espero a la tecnica medica, velando a su primer servidor, su vasallo, con miedo, con miedo creciente,