de esta carga a Felice. Esta refineria es ahora territorio feliciano.

El contador le miro, atonito.

— ?Un acuerdo verbal? ?Un acuerdo verbal no es un contrato!

Miles se levanto.

— ?Un acuerdo verbal es el mas fuerte de los contratos! El alma de uno esta en el aliento y, por lo tanto, en la palabra. Una vez empenada debe ser cumplida.

— El misticismono tiene lugar…

— ?Esto no es misticismo! ?Es una teoria legal reconocida! — En Barrayar, penso Miles.

— Es la primera vez que la oigo.

— El mayor Daum la conocia perfectamente bien.

— El mayor Daum estaba en Inteligencia; el se especializaba en galacticos. Yo solo soy de la Oficina de Contabilidad…

— ?Se niega a cumplir la palabra de su camarada muerto? Pero usted es un funcionario, no un mercenario…

El cajero sacudio la cabeza.

— No tengo ni idea de lo que me esta hablando, pero si el cargamento esta en orden, se le pagara. Esto no es Jackson?s.

Miles se tranquilizo un poco.

— Muy bien. — El cajero no era un Vor, ni nada parecido; contar su paga delante de el, probablemente, no seria tomado como un insulto mortal —. Veamos.

El cajero hizo un gesto a su asistente, quien descodifico las cerraduras de los maletines. Miles contuvo el aliento, imaginando con felicidad el dinero que veria en un instante, mas del que jamas habia visto junto en su vida. Las tapas se alzaron para revelar montones y montones de muy apretados y coloridos fajos de papel. Hubo una larga pausa.

Miles deslizo su puntero por la mesa de reuniones y atrajo un fajo hacia si. Contenia quizas un centenar de identicas y brillantemente grabadas composiciones de dibujos, numeros y letras en un extrano alfabeto cursivo. El papel era resbaladizo, casi de mala calidad. Sostuvo uno a la luz.

— ?Que es esto? — pregunto por fin.

El cajero alzo las cejas.

— Papel moneda. Se usa comunmente como moneda en la mayoria de los planetas…

— ?Ya se eso! ?Que moneda es?

— Mili-pfennings felicianos.

— Mili pfennings. — Sonaba un poco como una palabrota —. ?Cual es su valor en moneda real? Dolares betanos o, digamos, marcos barrayaranos.

— ?Quien usa marcos barrayaranos? — pregunto, murmurando perplejo, el asistente del cajero.

Este se aclaro la garganta.

— Segun el ultimo listado anual, los mili pfennings se pagaban a 150 por dolar betano en la Bolsa de Colonia Beta — recito rapidamente.

— ?Eso no fue hace casi un ano? ?Cual es su precio ahora?

En cajero encontro algo que mirar a traves de los ventanales.

— El bloqueo oserano nos ha impedido saber el actual indice de cambio.

— ?Si? Bien, ?cual fue la ultima cifra que tuvieron, entonces?

El cajero volvio a aclararse la voz; el tono se volvio notoriamente bajo.

— A causa del bloqueo, usted comprende, casi toda la informacion acerca de la guerra ha sido enviada por los pelianos.

— El indice, por favor.

— No lo sabemos.

— El ultimo indice — susurro Miles.

El cajero se sobresalto.

— Realmente no lo sabemos, senor. Lo ultimo que hemos oido es que la moneda habia sido, eh… — su voz se hizo casi inaudible —, retirada de la Bolsa.

Miles tamborileo sobre su daga.

— Y exactamente, ?cual es…? — Resolvio que debia experimentar para encontrar el grado justo de malignidad al pronunciar lo que seguia —. ?Cual es el respaldo de estos… mili-pfenings?

El cajero alzo con orgullo la frente.

— ?El gobierno de Felice!

— El que esta perdiendo esta guerra, ?cierto?

El cajero murmuro algo.

— Estan perdiendo esta guerra, ?no?

— Perder las orbitas superiores fue solo un reves — explico desesperadamente el cajero —, todavia controlamos nuestro propio espacio aereo.

— Mili-pfennings- resoplo Miles —. Mili-pfennings… Bien, ?yo quiero dolares betanos! — Clavo la vista en el hombre.

El cajero replico como alguien aguijoneado, con orgullo y casi ladrando:

— ?No hay dolares betanos! Cada centimo de ellos, si, cada pizca de otras monedas galacticas que pudimos juntar fueron enviados con el mayor Daum para comprar este cargamento…

— Por el cual he arriesgado mi vida para entregarselo a ustedes…

— ?Por el cual el murio para entregarnoslo!

Miles suspiro, reconociendo un argumento al que no podia ganar. Ni su mas frenetica reclamacion le aportaria dolares betanos de un gobierno que no tenia ni uno.

— Mili-pfennings — murmuro.

— Tengo que irme — dijo el cajero —, he de firmar el inventario…

Miles asintio con un gesto de su mano.

— Si, vaya.

El cajero y su asistente se fueron, dejandole solo en la hermosa sala de reuniones con dos maletines llenos de dinero; que el contador ni siquiera se molestara en dejar un guardia, reclamar un recibo o, simplemente, ver que se contara el dinero le confirmo la falta de valor del mismo.

Miles apilo una piramide de aquellos fajos delante de el, encima de la mesa, y descanso junto a ella su cabeza, apoyada en los brazos. Mili-pfennings. Por un momento se distrajo calculando la superficie cuadrada que cubrian los billetes, uno junto a otro. Ciertamente, podria empapelar no solo las paredes, sino tambien el techo de su cuarto en su casa e, incluso, casi todo el resto de la casa Vorkosigan. Su madre probablemente no estaria de acuerdo.

Ociosamente, puso a prueba cuan inflamables eran prendiendole fuego a un billete y pensando sostenerlo hasta que le quemara el dedo, para ver si algo podia dolerle mas que su estomago. Pero, ante la presencia de humo, las puertas se cerraron de golpe, una ronca alarma sono y un extintor quimico de incendios salio de una pared como una roja y burlona lengua. El fuego era un verdadero terror en las instalaciones espaciales; el paso siguiente, recordo, seria la evacuacion del aire de la camara para sofocar las llamas.Agito entonces el papel. Mili-pfennings. Se levanto y cruzo el salon para acallar la alarma.

Su piramide financiera paso a ser un fuerte con torres en las esquinas y un alcazar interior. El dintel del porton tenia tendencia a desmoronarse ante el menor slopido. Tal vez podria seguir viaje en una linea comercial peliana, pasando por un mutante mentalmente retardado, con Elena como su enfermera y Bothari como guardian. Alguien a quien parientes ricos enviaban a algun hospital — o a algun zoologico — de otro planeta. Podia quitarse las botas y los calcetines y morderse las unas de los pies durante el control de aduanas… ?Pero que papeles les asignaria a Mayhew y a Jesek? ?Y a Elli Quinn? Juramentada o no, le debia un rostro. Y lo peor: no tenia credito aqui y, en buena medida, dudaba que el indice de cambio entre la moneda feliciana y la peliana le favoreciera.

La puerta se abrio. Miles derribo rapidamente su fuerte, amontonando los fajos en una pila mas al azar, y se sento erguido en consideracion al mercenario que saludo y entro.

Una sonrisa timida se dibujaba en la expresion avida del hombre.

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