embalse. Al llegar, Bosch se habia fijado en ella y se habia preguntado si la proteccion estaria destinada a la gente o al agua.

Sobre su traje arrugado Bosch llevaba un mono azul que, a pesar de las dos capas de ropa, ya mostraba manchas de sudor en sobacos y espalda. Tenia el pelo y el bigote humedos porque acababa de salir de la tuberia y en la nuca notaba el calido cosquilleo de los vientos de Santa Ana, que aquel ano se habian adelantado.

Harry no era un hombre corpulento. Media poco mas de un metro setenta y era delgado. Los periodicos lo habian descrito como un hombre nervudo. Debajo del mono, sus musculos eran como cuerdas de nailon, mas fuertes de lo que su tamano hacia sospechar. Las canas que salpicaban su cabello eran mas abundantes en el lado izquierdo y sus ojos castano oscuro rara vez traslucian sus sentimientos o intenciones.

La tuberia tenia unos cincuenta metros y yacia en el suelo junto al camino de acceso a la presa. Estaba oxidada por dentro y por fuera. Su unica utilidad aparente era servir de refugio a quienes dormian en su interior y de soporte para las pintadas que cubrian el exterior. Bosch no supo para que servia hasta que el guarda de la presa le conto que era una barrera contra el lodo. Cuando llovia mucho, le habia explicado el guarda, se producian desprendimientos en la ladera de la montana. La tuberia de un metro de diametro, seguramente una sobra de algun proyecto o chapuza municipal, habia sido colocada en el lugar mas proclive a dichos desprendimientos como primera y unica defensa. Habia sido fijada al suelo mediante una anilla de hierro de un centimetro de grueso empotrada en cemento.

Antes de entrar en la tuberia, Bosch se habia puesto un mono del Departamento de Policia con las letras «LAPD» en la espalda. Al sacarlo del maletero de su coche, habia pensado que el mono probablemente estaba mas limpio que el traje que queria proteger. De todos modos se lo puso, porque era su costumbre. Bosch era un detective supersticioso y metodico, a la antigua usanza.

Mientras avanzaba con la linterna en la mano por el claustrofobico cilindro que apestaba a humedad, Bosch sintio que la garganta se le secaba y el corazon se le aceleraba. Una sensacion familiar de vacio en el estomago se apodero de el: miedo. Pero en cuanto encendio la linterna y la oscuridad se desvanecio, tambien lo hizo su desasosiego, y se puso manos a la obra.

Ahora se encontraba junto a la presa, fumando y pensando. Crowley, el sargento de guardia, tenia razon; el hombre de la caneria estaba muerto. Pero tambien se equivocaba, porque el caso no iba a ser facil. Harry no volveria a casa a tiempo para su siesta o para escuchar el partido de los Dodgers por la radio. Las cosas no estaban claras, y Harry lo habia sabido al instante.

Dentro de la tuberia, Bosch no encontro huellas o, mejor dicho, no encontro huellas de utilidad. El suelo estaba oculto bajo una capa de tierra naranja, cubierta a su vez de bolsas de papel, botellas de vino vacias, bolas de algodon, jeringas usadas y papel de periodico dispuesto para dormir encima; en definitiva, los restos de vagabundos y drogadictos. A medida que avanzaba hacia el cadaver, Bosch lo estudiaba todo meticulosamente a la luz de la linterna. No encontro ningun rastro atribuible al muerto, que yacia en el suelo con la cabeza en primer plano. Algo no encajaba. Si el hombre hubiese entrado por su propio pie, habria dejado alguna huella. Si lo hubiesen arrastrado, tambien deberia haber alguna senal. Pero no habia nada, y aquel dato no fue lo unico que preocupo a Bosch.

Cuando llego hasta el cuerpo, lo encontro con la camisa subida hasta la cabeza y los brazos enrollados dentro. Bosch habia visto suficientes muertos como para saber que todo era posible durante los ultimos estertores. Una vez trabajo en un caso de suicidio en el que un hombre que se habia disparado en la cabeza se cambio los pantalones antes de morir. Al parecer lo hizo para que no encontraran el cuerpo manchado con sus propias deyecciones. No obstante, a Harry no le convencio la posicion del cadaver. Mas bien parecia que alguien lo hubiera agarrado por el cuello de la camisa y lo hubiera metido a rastras en la caneria.

No lo movio ni le retiro la camisa de la cara; unicamente observo que se trataba de un hombre de raza blanca. A simple vista no estaba clara la causa de la muerte. Despues de examinar el cadaver, lo sorteo cuidadosamente -con el rostro a apenas a un palmo de el- y continuo recorriendo a rastras los cuarenta metros de caneria. Al cabo de veinte minutos salio de nuevo a la luz del dia sin haber encontrado ninguna pista. Entonces envio a un experto llamado Donovan para que tomara nota de los objetos encontrados y grabara en video la situacion del cadaver. La cara del experto delato su sorpresa, ya que no esperaba tener que meterse en la tuberia en un caso tan claro de sobredosis. Tendria entradas para los Dodgers, penso Bosch.

Despues de dejar a Donovan con lo suyo, Bosch encendio otro cigarrillo y camino hacia la presa para contemplar la ciudad contaminada y sus criaturas. Se apoyo en la barandilla. Desde aquella distancia el sonido del trafico procedente de la autopista de Hollywood parecia un rumor suave, como un oceano tranquilo. A traves de la abertura de la canada, Bosch distinguio las piscinas azules y los tejados de estilo mexicano tipicos de aquella zona.

Una mujer con una camiseta blanca de tirantes y pantalones cortos verde lima paso corriendo a su lado. Enganchado al cinturon llevaba un minitransistor con un cablecito amarillo conectado a unos auriculares. Parecia inmersa en su propio mundo, ajena al grupo de policias que se agolpaban un poco mas adelante. Al llegar al final de la presa, la mujer se percato del precinto amarillo que le ordenaba, en dos idiomas, que se detuviera. Se detuvo sin dejar de saltar en el mismo sitio, mientras su larga cabellera rubia se pegaba a los hombros sudados. La mujer contemplo a los policias, la mayoria de los cuales a su vez la estaban mirando a ella, dio media vuelta y volvio a pasar por delante de Bosch, que tambien la siguio con la mirada. Este observo que la mujer se desviaba al pasar por delante de la caseta de las turbinas y decidio averiguar por que. Al llegar alli descubrio unos cristales en el suelo y, al alzar la cabeza, una bombilla rota todavia enroscada a la lampara que colgaba sobre la puerta de la caseta. Se propuso preguntarle al portero si habia comprobado el estado de la bombilla recientemente.

Cuando volvio a su puesto en la barandilla, un movimiento capto su atencion. Al bajar la mirada, descubrio un coyote olisqueando la mezcla de pinaza y basura que cubria el terreno arbolado junto a la presa. El animal era pequeno, con el pelaje sucio y lleno de calvas. Al igual que los pocos coyotes que quedaban en las reservas naturales proximas a la ciudad, aquel, si queria sobrevivir, tenia que escarbar entre los restos que los vagabundos ya habian escarbado antes.

– Ya lo sacan -anuncio una voz detras de el.

Bosch se volvio y vio a uno de los hombres de uniforme asignados a aquel caso. Asintio con la cabeza y lo siguio, alejandose de la presa y pasando por debajo del precinto amarillo en direccion a la tuberia.

De la entrada de aquella caneria cubierta de pintadas salia un murmullo de grunidos y exclamaciones. Un hombre sin camisa, con la espalda musculosa cubierta de rasgunos y suciedad, emergio arrastrando una tela de plastico resistente sobre la que yacia el cuerpo. El muerto todavia estaba boca arriba con la cabeza y las manos practicamente ocultas por la camisa negra. Bosch busco a Donovan con la mirada y lo encontro guardando una camara de video en la camioneta azul de la policia. Inmediatamente se dirigio hacia el.

– Necesito que vuelvas a entrar. Toda esa mierda que hay ahi dentro… periodicos, latas, bolsas (tambien vi unas hipodermicas), algodon, envases…, quiero que lo recojas todo.

– De acuerdo -respondio Donovan. Hizo una pausa y despues anadio-: Oye, a mi no me importa, pero… ?tu crees que tenemos un caso? ?Vale la pena que nos matemos a trabajar?

– No creo que lo sepamos hasta la autopsia.

Bosch empezo a alejarse, pero se detuvo un instante. -Donnie, ya se que es domingo… bueno… gracias por volver a entrar.

– De nada. Es mi trabajo.

El hombre descamisado y el ayudante del forense estaban en cuclillas junto al cuerpo. Ambos llevaban guantes blancos.

El ayudante era Larry Sakai, un tipo que Bosch conocia desde hacia anos, pero que nunca le habia caido bien. Sakai tenia a su lado una caja de plastico de las que se utilizan para guardar utensilios de pesca, de la cual saco un bisturi. Con el hizo una incision de un par de centimetros en el costado del hombre, encima de la cadera izquierda, de la que no salio sangre. Entonces cogio un termometro de la caja y lo fijo al extremo de una sonda curvada, la introdujo en el corte y, con gran habilidad, pero poca delicadeza, fue dandole vueltas para llegar al higado.

El hombre descamisado puso cara de asco y Bosch se fijo en que tenia una lagrima azul tatuada en el rabillo del ojo derecho. A Bosch le parecio extranamente apropiado, seguramente era la maxima lastima que el difunto iba a suscitar entre sus colegas.

– La hora de la muerte va a ser una putada -comento Sakai sin apartar la vista de su trabajo-. La tuberia, con el calor, va a desvirtuar la perdida de temperatura del higado. Cuando estabamos ahi dentro, Osito le ha puesto el

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