Michael Connelly

El eco negro

Para W. Michael Connelly

y Mary McEvoy Connelly

Agradecimientos

Quisiera agradecer a las siguientes personas la ayuda y el apoyo que me han prestado:

Gracias a mi agente, Philip Spitzer, y a mi editora, Patricia Mulcahy, por el gran esfuerzo y entusiasmo que han dedicado a este libro.

Gracias tambien a los muchos agentes de policia que a lo largo de los anos me han permitido ser testigo de su trabajo y sus vidas. Quiero ademas mostrar mi gratitud a Tom Mangold y John Pennycate, cuyo libro The Tunnels of Cu Chi narra la verdadera historia de las ratas de los tuneles de la guerra de Vietnam.

Por ultimo, doy las gracias a mi familia y amigos por su aliento y apoyo incondicional. Y sobre todo a mi mujer, Linda, por su constante respaldo e inspiracion.

PRIMERA PARTE

Domingo, 20 de mayo

En aquella oscuridad el chico no veia nada, pero tampoco le hacia falta. La experiencia acumulada le decia que iba bien. Nada de gestos bruscos; el truco era deslizar el brazo con suavidad y girar la muneca lentamente para mantener la bolita en movimiento. Sin chorretones; perfecto.

El silbido del aerosol y la rotacion de la bola le producian una sensacion reconfortante. El olor de pintura le recordo el calcetin que tenia en el bolsillo y le hizo pensar en colocarse un poco. «Quiza mas tarde», se dijo. No queria detenerse antes de haber terminado la linea de un solo trazo.

No obstante, se detuvo. Habia oido el ruido de un motor pero, al levantar la cabeza, las unicas luces que vio fueron el reflejo plateado de la luna sobre el embalse y la palida bombilla de la caseta de turbinas que habia en el centro de la presa.

Sin embargo, sus oidos no le enganaban: no cabia duda de que se aproximaba un vehiculo. Al chico le parecio que era un camion e incluso creyo oir el crujido de las ruedas sobre el camino de grava que circundaba el embalse. El crujido era cada vez mas fuerte; alguien se estaba acercando casi a las tres de la madrugada. ?Por que? El chico se puso en pie y arrojo el aerosol en direccion al agua, pero este volo por encima de la verja y acabo aterrizando entre las matas de la orilla. Se habia quedado corto. A continuacion se saco el calcetin del bolsillo y decidio inhalar un poco para infundirse valor. Hundio la nariz en el y respiro hondo los gases de pintura. Aquello lo aturdio un instante, haciendole parpadear y tambalearse. Finalmente se deshizo tambien del calcetin.

El chico levanto su motocicleta y la empujo a traves de la carretera hacia un pinar cubierto de hierba alta y arbustos al pie de una colina. Era un buen escondite, penso; desde alli podria observar sin ser visto. En ese momento el ruido del motor era ya muy fuerte. Debia de estar muy cerca, pero todavia no se veia la luz de los faros. Aquello le desconcerto, pero ya no tenia tiempo de escapar. El chico tumbo la motocicleta en el suelo, entre la hierba alta, detuvo con la mano la rueda delantera que giraba descontrolada y se agazapo a esperar lo que fuera que se avecinaba.

Harry Bosch oia el zumbido de un helicoptero que trazaba circulos sobre su cabeza, en un mundo de luz mas alla de la oscuridad que lo envolvia. ?Por que no aterrizaba? ?Por que no traia refuerzos? Harry avanzaba por un tunel negro y lleno de humo, y se le estaban acabando las pilas de la linterna. El haz de luz se hacia mas debil a cada paso. Necesitaba ayuda. Necesitaba moverse mas rapido. Necesitaba llegar al final del tunel antes de quedarse solo en la mas completa oscuridad. Harry oyo pasar el helicoptero una vez mas. ?Por que no aterrizaba? ?Donde estaba la ayuda que esperaba? Cuando el zumbido de las helices volvio a alejarse, sintio que el terror se apoderaba de el y apreto el paso, gateando sobre sus rodillas ensangrentadas. Con una mano aguantaba la linterna, y con la otra se apoyaba en tierra para mantener el equilibrio. No miro atras, porque sabia que el enemigo se hallaba a sus espaldas, entre las tinieblas. Era un enemigo invisible, pero siempre presente. Y cada vez mas cercano.

Cuando sono el telefono de la cocina, Bosch se desperto al instante. Mientras contaba los timbrazos, se pregunto si haria rato que le llamaban y si habria dejado puesto el contestador.

Pero no. El contestador no se conecto, por lo que el telefono sono las ocho veces de rigor. Bosch sentia curiosidad por saber de donde vendria esa costumbre. ?Por que no seis veces? ?O diez? Se froto los ojos y miro a su alrededor. Una vez mas se encontro arrellanado en la butaca del salon, un sillon reclinable que constituia la pieza principal de su escaso mobiliario. El la llamaba su butaca de vigilancia, lo cual no era del todo preciso, ya que dormia en ella a menudo, incluso cuando no estaba de guardia.

La luz de la manana se filtraba por una rendija entre las cortinas y dejaba su marca afilada sobre el suelo de madera descolorida. Bosch contemplo las motas de polvo que flotaban perezosas en el haz de luz, junto a la puerta corredera de la terraza. Contra la pared, un televisor con el volumen muy bajo mostraba uno de esos programas evangelicos que dan los domingos por la manana. En la mesa junto a la butaca, a la luz de una lampara, yacian sus companeros de insomnio: una baraja de cartas, unas cuantas revistas y un par de novelas de misterio, solo hojeadas ligeramente antes de ser abandonadas. Tambien habia una cajetilla de cigarrillos estrujada y tres botellas de cerveza vacias que habian sobrado de paquetes de seis de distintas marcas. Bosch estaba totalmente vestido, y hasta llevaba una corbata arrugada y un alfiler plateado con el numero 187 sujeto a su camisa blanca.

El policia se llevo la mano a los rinones. Espero a que sonara el buscapersonas y atajo de golpe su irritante pitido. Al desenganchar el aparato del cinturon, comprobo el numero y no se sorprendio en absoluto. Se levanto de la silla con esfuerzo, se desperezo e hizo crujir los huesos del cuello y de la espalda. Camino hacia la encimera de la cocina, donde estaba el telefono, y antes de llamar, escribio «Domingo, 8.53» en una libreta que saco del bolsillo de su chaqueta. Al cabo de unos segundos, una voz respondio:

– Departamento de Policia de Los Angeles, Division de Hollywood. Aqui el agente Pelch, ?en que puedo ayudarle?

– Alguien podria haber muerto en el tiempo que ha tardado en decir todo eso. Pongame con el sargento de guardia.

Bosch encontro una cajetilla nueva en un armario de la cocina y encendio el primer cigarrillo del dia. Despues de enjuagar un vaso polvoriento con agua del grifo, saco dos aspirinas de un frasquito de plastico que tambien hallo en el armario. Estaba tragandose la segunda cuando un sargento llamado Crowley se puso al telefono.

– ?Estas en misa? He llamado a tu casa, pero no contestaban.

– Muy gracioso, Crowley. ?Que pasa?

– Bueno, ya se que anoche te tuvimos ocupado con el asunto de la tele, pero tanto tu como tu companero estais de servicio todo el fin de semana y os ha tocado un fiambre en Lake Hollywood. Lo hemos encontrado en una tuberia, en el camino de acceso a la presa de Mulholland. ?Sabes donde esta?

– Si. ?Que mas?

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