Todo lo que le interesaba era obtener una exclusiva, una noticia que no tuviera ningun otro periodista. Bremmer pensaba en eso y tal vez en el libro que vendria despues, en la pelicula de television, en el dinero y en la fama.

Eso era lo que le motivaba, no la exasperacion que habia impulsado a Bosch a contarle la historia. Bosch lo sabia y lo aceptaba porque asi funcionaban las cosas.

«Nunca ruedan las cabezas», se dijo.

Bosch siguio contemplando a los sepultureros hasta que acabaron su trabajo. Al cabo de un rato salio y se encamino hacia la tumba. Un pequeno ramo de flores yacia junto a la bandera clavada en la tierra blanda y anaranjada; era de la Asociacion de Veteranos. En aquel momento Bosch no supo que deberia sentir. ?Un cierto afecto sentimental, o tal vez remordimiento? A pesar de que Meadows estaba bajo tierra para siempre, Bosch descubrio que no sentia nada. Al cabo de unos instantes, alzo la vista hacia el edificio federal y comenzo a caminar en esa direccion. Parecia un fantasma, emergiendo de su tumba en busca de justicia. O quiza solo de venganza.

Si le sorprendio la visita de Bosch, Eleanor Wish no lo mostro. Harry le habia ensenado su placa al guarda del primer piso y le habian dejado entrar. Como era fiesta la recepcionista no estaba, asi que tuvo que pulsar el timbre. Fue Eleanor quien abrio la puerta. Llevaba unos tejanos gastados y una camisa blanca; sin pistola.

– Me imaginaba que vendrias, Harry. ?Has ido al funeral?

El asintio, pero no se acerco a la puerta que ella mantenia abierta. Ella lo miro un buen rato con las cejas arqueadas. A Harry le encantaba aquella mirada inquisitoria.

– Bueno, ?vas a quedarte ahi todo el dia?

– Podriamos ir a dar una vuelta.

– Tengo que coger mi tarjeta o me quedare fuera. -Ella hizo un gesto para entrar, pero se detuvo-. No creo que lo sepas porque aun no han dicho nada, pero han encontrado los diamantes.

– ?Que?

– Si, acabo de enterarme. Rourke tenia unos recibos que les llevaron a una consigna publica en Huntington Beach. Esta manana consiguieron la orden y abrieron la taquilla. Dicen que hay cientos de diamantes; tendran que encontrar un tasador. Teniamos razon, Harry: diamantes. Bueno, tu tenias razon. Tambien encontraron todo lo demas en otra taquilla; Rourke no lo habia destruido. Los propietarios de las cajas de seguridad recuperaran sus cosas. Habra una rueda de prensa, pero dudo que digan a quien pertenecian las taquillas.

Bosch asintio y ella desaparecio por la puerta.

Bosch se dirigio a los ascensores y apreto el boton mientras la esperaba. Cuando volvio, ella llevaba su bolso, lo cual le recordo que no iba armado y secretamente se avergonzo de que aquello pudiera ser un problema.

Harry y Eleanor no hablaron hasta que salieron del edificio y se encaminaron hacia Wilshire. Bosch habia estado sopesando sus palabras, al tiempo que se preguntaba si el hallazgo de los diamantes significaba algo. Ella parecia esperar a que el comenzara, pero el silencio la incomodaba.

– Te queda bien el cabestrillo azul -dijo finalmente-. ?Como estas? Me sorprende que te hayan dado de alta tan pronto.

– Me fui yo. Estoy bien. -Bosch habia comprado un paquete de tabaco en la maquina del vestibulo y se detuvo a meterse un cigarrillo en la boca. Lo encendio con su nuevo mechero.

– ?Sabes que? Este seria un buen momento para dejarlo -sugirio ella-. Volver a empezar.

El hizo caso omiso de la sugerencia e inhalo el humo.

– Eleanor, hablame de tu hermano. -?Mi hermano? -pregunto sorprendida-. Ya te lo conte.

– Ya lo se, pero quiero que me lo vuelvas a contar. Lo que le paso en Vietnam y lo que te paso a ti cuando fuiste a Washington a ver el monumento. Tu me dijiste que cambio tu vision de las cosas. ?Por que?

Estaban en Wilshire. Bosch senalo la calle y cruzaron hacia el cementerio.

– He dejado el coche ahi dentro. Luego te llevo al Buro.

– No me gustan los cementerios. Ya lo sabes.

– A nadie le gustan.

Bosch y Wish atravesaron el seto e inmediatamente el ruido del trafico disminuyo. Ante ellos se extendia un mar de cesped verde, lapidas blancas y banderas estadounidenses.

– Mi historia es la misma que la de cientos de personas -explico ella-. Mi hermano fue a Vietnam y no volvio. Y cuando yo fui al monumento, bueno, me invadieron un monton de sentimientos.

– ?Rabia?

– Si, en parte.

– ? Indignacion?

– Si, supongo. No lo se. Fue muy personal. ?Que pasa, Harry? ?A que viene todo esto?

Los dos caminaban por el sendero de grava que discurria junto a las filas de lapidas blancas. Bosch la estaba conduciendo hacia la replica.

– Dices que tu padre era militar. ?Os dieron los detalles de lo que le ocurrio a tu hermano?

– Se los dieron a el, pero el y mi madre no me contaron nada… de los detalles. Bueno, me dijeron que iba a regresar pronto y yo recibi una carta de el diciendome que volvia. La semana siguiente me entere de que habia muerto. Al final no llego a casa. Harry, me estas haciendo sentir… ?Que quieres? No lo entiendo.

– Claro que lo entiendes, Eleanor.

Ella se paro y miro al suelo. Bosch vio que su rostro empalidecia y su expresion se convertia en resignacion. Fue un cambio apenas perceptible, pero claro. Como el de las madres y esposas a las que Bosch habia notificado la muerte de una victima de asesinato. No tenias que decirles que alguien habia muerto; abrian la puerta e inmediatamente adivinaban lo que habia ocurrido. Del mismo modo, el rostro de Eleanor no mentia: sabia que Bosch habia descubierto su secreto. Al levantar la cabeza, fue incapaz de mirarle a los ojos. Desvio la vista, y esta se poso en el monumento negro que brillaba bajo el sol.

– Es esto, ?no? Me has traido aqui para ver esto.

– Podria pedirte que me ensenaras el nombre de tu hermano, pero los dos sabemos que no esta alli.

– No…, no esta.

Eleanor se habia quedado hipnotizada por el monumento. Bosch leyo en su cara que la dura coraza se habia quebrado. El secreto queria salir.

– Pues cuentamelo -le pidio el.

– Es verdad que tuve un hermano y es verdad que murio. Yo nunca te he mentido, Harry. No te dije que lo mataran alli. Te dije que no volvio y no lo hizo; eso es cierto. Pero no murio en Vietnam, sino aqui, en Los Angeles, de camino a casa. En 1973.

Eleanor parecio dejarse llevar por el recuerdo, pero en seguida volvio a concentrarse.

– Es increible. Quiero decir, sobrevivir una guerra y no el viaje de vuelta. Aun no lo entiendo. Tenia un permiso de dos dias en Los Angeles antes de volver a Washington, donde le esperaba una bienvenida de heroe y un empleo seguro en el Pentagono, que le habia obtenido nuestro padre. Pero, en cambio, lo encontraron en un prostibulo de Hollywood con un pico en el brazo. Heroina.

Ella miro a Bosch, pero desvio la mirada rapidamente.

– Eso es lo que parecia, pero no lo que paso. Aunque dijeron que habia sido una sobredosis, mi hermano fue asesinado. Exactamente igual que Meadows, anos mas tarde. La unica diferencia es que nadie se cuestiono su muerte.

Bosch penso que Eleanor estaba a punto de echarse a llorar. Tenia que obligarla a seguir, a no perder el hilo de la historia.

– ?Por que lo dices, Eleanor? ?Que tiene eso que ver con Meadows?

– Nada -respondio, y se volvio para mirar el camino por donde habian venido.

Ahora estaba mintiendo. Bosch sabia que habia algo mas. Tenia la horrible sensacion de que ella era el eje de todo el asunto. Penso en las margaritas que habia llevado a su habitacion del hospital, en la musica que habian puesto en su apartamento, en la forma en que ella lo habia encontrado en el tunel… Demasiadas casualidades.

– Todo -dijo el- formaba parte de tu plan.

– No, Harry.

– Eleanor, ?como sabias que hay margaritas debajo de mi casa?

– Las vi cuando…

Вы читаете El eco negro
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×