rato en George, aquel hombre a quien nunca habia conocido, y se entristecio por alguna razon que no supo explicarse. Al cabo de un rato siguio con la busqueda.
Finalmente, despues de leer 58.132 nombres, habia uno que seguia sin haber visto: Michael Scarletti. Tal como habia imaginado. Bosch levanto la vista al cielo, que se estaba tornando naranja en el extremo oeste y sintio una ligera brisa procedente del noroeste. Al sur, el edificio federal se alzaba sobre los arboles del cementerio, como una lapida oscura y gigantesca. Bosch se sentia perdido. No sabia por que estaba alli ni si su hallazgo significaba algo. ?Seguia vivo Michael Scarletti? ?Habia existido alguna vez? La historia de Eleanor sobre su visita al monumento le habia parecido tan real… No entendia nada. Entonces Bosch observo que la luz de la linterna era cada vez mas debil y la apago.
Bosch durmio un par de horas en el coche, aparcado en el cementerio. Cuando desperto, el sol habia salido y por primera vez advirtio que el cesped estaba atestado de banderas de barras y estrellas; clavada al suelo de cada tumba habia una pequenita de plastico. Se puso en marcha y se abrio paso por los estrechos caminos del cementerio en busca del lugar donde iban a enterrar a Meadows.
No tardo mucho en encontrarlo. En un rincon junto a uno de los caminos de la seccion noreste del camposanto se congregaban cuatro camiones con antenas y un grupito de coches: los medios de comunicacion. Bosch no se esperaba las camaras de television y periodistas, pero cuando los vio recordo que los dias de fiesta habia pocas noticias. Y el golpe del tunel, tal como lo habia bautizado la prensa, todavia tenia interes. Aquellos vampiros armados con camaras necesitaban sangre nueva para las noticias de la noche.
Bosch decidio quedarse en el coche mientras el breve funeral ante el ataud gris de Meadows era filmado por cuadruplicado. El maestro de ceremonias era un sacerdote con un traje arrugado, a quien Bosch imagino que habrian sacado de una de las misiones del centro. No habia nadie para llorar el cadaver, excepto un par de planideras profesionales de la Asociacion de Veteranos. Una guardia de honor compuesta por tres hombres guardaba el ataud en actitud de firmes.
Cuando termino, el sacerdote piso un pedal y el feretro descendio lentamente, momento en que las camaras se acercaron avidamente. A continuacion los equipos de television se dispersaron en todas direcciones para filmar a sus periodistas desde angulos distintos del cementerio. Dispuestos en forma de abanico, parecia que cada periodista hubiese estado solo en el funeral. Bosch los examino y reconocio a unos cuantos, que en alguna ocasion le habian plantado un microfono en la cara. Y entonces se dio cuenta de que uno de los hombres de la Asociacion de Veteranos era en realidad Bremmer. El periodista del Times se alejaba de la tumba en direccion a un vehiculo aparcado en uno de los caminos de acceso. Bosch espero a que llegara hasta su coche antes de bajar la ventanilla y llamarle.
– Harry, pensaba que estabas en el hospital.
– Pasaba por aqui. Pero nunca pense que esto se iba a convertir en un circo. ?No teneis nada mejor que hacer?
– Eh, que yo no tengo nada que ver. Esto es cosa de los cerdos.
– ?Que?
– De los de television -aclaro Bremmer-. Venga, dime, ?que haces aqui? No esperaba que salieras tan pronto.
– Me escape. ?Por que no entras y damos un paseo? -Senalando a los reporteros de television, Bosch comento-: Si me ven aqui se lanzaran sobre nosotros.
Bremmer dio la vuelta y entro en el coche. Se dirigieron hacia la seccion oeste del cementerio, donde Bosch aparco bajo la sombra de un enorme roble desde el que se divisaba el monumento a los caidos. Alli habia varias personas, en su mayoria hombres solos. Todos contemplaban la piedra negra en silencio. Algunos llevaban viejas chaquetas militares con las mangas cortadas.
– ?Has visto los periodicos o la television? -pregunto Bremmer.
– Todavia no. Pero me han contado lo que ha salido.
– ?Y que?
– Que todo es mentira. Bueno, casi todo.
– ?Puedes decirme algo?
– Sin que me cites.
Bremmer asintio. Como hacia mucho tiempo que se conocian, Bosch no tenia que pedir promesas y Bremmer no se veia obligado a explicar las diferencias entre declaraciones extraoficiales, de fondo y anonimas. Entre ellos habia una confianza mutua basada en la experiencia de muchos anos.
– Hay tres cosas que deberias comprobar -le aconsejo Bosch-. Nadie se ha cuestionado la presencia de Lewis y Clarke en el tiroteo. No formaban parte de mi equipo de vigilancia, sino que trabajaban para Irving en Asuntos Internos. Sabiendo esto, puedes presionarles para que te expliquen lo que estaban haciendo exactamente.
– ?Y que estaban haciendo?
– Eso tendras que sacarlo de otro sitio. Se que tienes otras fuentes en el departamento.
Bremmer tomaba notas en un tipo de libreta de espiral, delgada y larga, que siempre delataba a los periodistas. Mientras escribia, iba asintiendo con la cabeza.
– En segundo lugar, enterate de donde se celebrara el funeral de Rourke. En algun sitio fuera del estado, supongo. Lo suficientemente lejos para que la prensa no se moleste en enviar a alguien. Pero tu envia a alguien de todos modos, a ser posible con una camara. Seguramente sera la unica persona presente. Casi como hoy. Eso deberia decirte algo.
Bremmer levanto la vista.
– ?Quieres decir que no sera un entierro de heroe? ?Me estas diciendo que Rourke era parte de esto o que la pifio de alguna manera? ?Pero si el FBI y nosotros lo estamos pintando como el nuevo John Wayne!
– Bueno, le habeis dado vida despues de muerto. Asi que tambien podeis quitarsela.
Bosch lo miro un momento, considerando cuanto podia contarle. Por un momento se sintio tan indignado que estuvo a punto de explicarle a Bremmer todo lo que sabia y a la mierda las consecuencias y lo que le habia dicho Irving. Pero se controlo.
– ?Cual es la tercera cosa? -pregunto Bremmer.
– Consigue los expedientes militares de Meadows, Rourke, Franklin y Delgado; con eso lo ligaras todo. Estuvieron juntos en Vietnam, en la misma epoca y la misma unidad. Ahi es donde empieza todo. Cuando llegues hasta alli, llamame y yo intentare decirte lo que no sepas.
De repente, Bosch se canso de la farsa organizada por su departamento y el FBI. La imagen del chico, Tiburon, no le dejaba en paz. De espaldas, con la cabeza inclinada en ese angulo extrano y repugnante. Toda esa sangre… Sus jefes querian olvidar ese caso como si no tuviera importancia.
– Hay una cuarta cosa -dijo-, un chico.
Cuando Bosch hubo terminado la historia de Tiburon, acompano a Bremmer a su propio coche. Los reporteros de television ya se habian marchado y un hombre con una pequena excavadora rellenaba la tumba de Meadows mientras otro lo contemplaba apoyado en una pala.
– Seguramente necesitare otro trabajo cuando salga tu articulo -comento Bosch mientras observaba a los sepultureros.
– No te preocupes; no te citaremos. Ademas, los expedientes militares hablaran por si mismos. Ya me las arreglare para que la oficina de informacion al publico me confirme el resto y que parezca que viene de ellos. Y hacia el final de la historia pondre: «El detective Harry Bosch se nego a hacer comentarios.» ?Que te parece?
– Que seguramente necesitare otro trabajo cuando salga tu articulo.
Bremmer se quedo mirando a Bosch.
– ?Vas a acercarte a la tumba?
– Es posible. Cuando me dejes en paz.
– Ya me voy. -Bremmer abrio la puerta y salio, pero en seguida volvio a asomar la cabeza-. Gracias, Harry. Esto es una bomba. Van a rodar cabezas.
Bosch miro al reportero y sacudio la cabeza con tristeza.
– No, no van a rodar.
Bremmer lo miro confuso, y Bosch le dijo adios con la mano.
El periodista cerro la puerta y se fue a su coche.
Bosch no se enganaba con respecto a Bremmer. Al periodista no le guiaba un sentido de indignacion genuina ni de responsabilidad frente a la opinion publica.