ombligo, los pechos practicamente al descubierto.

Grace se la paso a Branson.

– Solo «chicas de compania» -le dijo a la mujer sarcasticamente-. Acompanantes para reuniones sociales, ?ese tipo de cosas?

– Si, ese tipo de cosas.

– Claire, joder, que no naci ayer, ?vale? Era prostituta, ?verdad?

– Si lo era, fue sin nuestro conocimiento.

– ?Donde se anuncian?

– En revistas, quioscos, en Internet.

Grace asintio.

– ?Y donde consiguen a la mayoria de sus clientes?

– Depende. Conseguimos muchos por el boca oreja.

– ?Y en que revistas?

Claire dudo.

– Revistas de contactos, para turistas, en el periodico local, en una o dos revistas especializadas.

– ?Especializadas?

– Fetichismo, principalmente -dijo tras unos instantes mas de duda-. Gente a quien le va el sadomaso. El bondage. Esas cosas.

– ?Esas cosas? -pregunto Grace.

Ella se encogio de hombros.

– Entonces, ?hay alguna forma de averiguar como ese tal Anton consiguio su numero por primera vez?

Claire miro en la carpeta y saco una ficha.

– Seis de mayo. Anton. Escribi: «Fuerte acento europeo». Dijo que habia visto el anuncio en… -entrecerro los ojos como si intentara leer su propia letra- el Argus.

El periodico local.

El telefono volvio a sonar. Claire no contesto y siguio entrecerrando los ojos como si intentara descifrar mas notas.

– Queria ver fotos de las chicas, asi que le indique que entrara en la web. Volvio a llamar al cabo de media hora y dijo que queria una cita con Janie. ?Tengo su numero!

Grace se incorporo y vio que Branson tambien reaccionaba al instante.

– ?Si?

– Siempre pido un numero de contacto a los clientes. Los pone en guardia.

– Demelo, por favor.

Lo anoto mientras Claire lo leia en voz alta, luego lo marco de inmediato en su movil. Al instante, oyo la senal de telefono desconectado.

– Mierda.

– ?Puede decirnos algo mas sobre ese tal Anton?

– Ojala. ?Ustedes… creen… que… podria ser el que la…?

– Si no es su asesino, debio de ser una de las ultimas personas que la vio. ?Sus chicas llaman despues de la cita?

– A veces. Depende de lo tarde que sea.

– ?No la llamo el martes por la noche despues de su cita con Anton?

– No.

– ?Y usted la llamo para concertarle otra cita el miercoles?

– Si. -Claire miro sus notas-. Otro caballero. ?Necesitan su nombre y numero?

Grace asintio.

– Lo comprobaremos.

– ?Seran discretos?

– Asignare a mi hombre mas discreto. -Grace sonrio para sus adentros. Delegaria la tarea a su nueva incorporacion, Norman Potting. El detective era tan discreto como un elefante en una chatarreria.

Capitulo 29

A las cuatro, el despacho de Tom comenzo a vaciarse. Tipico de un viernes, penso. Hacia una tarde agradable y soleada en Londres, y la prevision meteorologica era buena. Uno a uno, sus trabajadores despejaban las mesas, se despedian alegremente y se dirigian hacia la puerta.

Envidiaba sus fines de semana sin problemas e intentaba recordar la ultima vez que el habia tenido uno de verdadero relax, sin pensar en el trabajo, sentarse frente al ordenador, estudiar minuciosamente una hoja de calculo de sus gastos e ingresos, mirar preocupado a Kellie mientras estaba sentada con el teclado en el suelo del salon.

Tom tenia un poco abierta la ventana a pesar del rugido del trafico y sintio el aire, balsamico y templado. Quizas este fin de semana desconectase un poco, tanto como le permitiera el nubarron del maldito CD. Era una buena noticia que Kellie tuviera trabajo. El sueldo no era gran cosa, pero al menos cubriria sus despilfarros, siempre que no la animara a gastar aun mas.

A las cuatro y cuarto se dijo «a la mierda». Si se marchaba ahora, quiza llegaria a tiempo de coger el siguiente tren rapido, el de las 16.36, que le llevaria a casa con tiempo de sobra para la barbacoa que habia planeado con Kellie; utilizarian el nuevo y enorme aparato que habia comprado.

Meneo la cabeza con incredulidad al pensar en la barbacoa. Era una locura. Sin embargo, sentia curiosidad por ver como era; sentia curiosidad por saber como una barbacoa podia costar mas de quinientas libras.

En un ramalazo de despilfarro, menor comparado con el de Kellie, cogio un taxi en lugar del autobus para ir a la estacion Victoria y llego con solo unos minutos de adelanto. Compro el Evening Standard a un vendedor ambulante y sin molestarse a esperar el cambio salio corriendo hacia el anden y se subio al tren justo unos segundos antes de que las ruedas comenzaran a moverse.

Por pura determinacion, se abrio paso por el pasillo de todos y cada uno de los repletos vagones del tren, buscando al capullo. Pero no habia rastro de el. Cuando acabo, sudaba a mares por el calor y el esfuerzo. Encontro uno de los pocos asientos vacios, saco el portatil y la tarjeta de alta velocidad de Internet de la bolsa, que dejo junto a la chaqueta en la rejilla portaequipajes, luego se sento con el portatil en el regazo y consulto la portada del periodico.

Treinta muertos en una masacre con bomba en Iraq.

Echo un vistazo al articulo, otro atentado suicida mas con coche bomba contra una oficina de reclutamiento de la policia, y se sintio culpable al saberse consciente de que ya no le afectaban reportajes como aquel. Parecia haber tantos, a todas horas… Y en realidad nunca habia definido su postura respecto a Iraq. No le gustaban ni Bush ni Blair, y con cada nuevo atentado crecian sus dudas sobre si el mundo era un lugar mas seguro desde la invasion. A veces, cuando asomaba la cabeza por la puerta de los cuartos de sus hijos dormidos, se quedaba mirandolos con una sensacion de impotencia culpable porque se sabia responsable de su seguridad, pero en cuanto a la politica del mundo al que los habia traido, se sentia deplorablemente inepto.

Luego, paso la pagina y sintio como si un puno invisible hubiera salido de otra dimension y le agarrara las entranas con fuerza.

Estaba viendo la fotografia de una joven, debajo de un titular espeluznante en la parte superior de la tercera pagina: «La victima decapitada ya tiene nombre». Su cara.

Le recordo otra vez, solo un poco, a Gwyneth Paltrow, igual que la primera vez que la habia visto, en su estudio, el martes por la noche.

Era ella. Seguro, no tenia la menor duda.

Su mirada salto a las palabras impresas debajo:

La policia de Sussex ha confirmado hoy que el cadaver gravemente mutilado de una joven, hallada el miercoles en unas tierras de labranza de Peacehaven, East Sussex, pertenece a la estudiante de Derecho de 23 anos Janie Stretton.

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