negro, acompanada de taburetes plegables sumamente comodos. Parecia mas la barra de uno de esos hoteles ultramodernos, en los que a veces Tom se reunia con sus clientes para tomar una copa, que un aparato para asar salchichas.
La Jirafa debia de haber pasado veinte veces aquella tarde. Tom vio la cabeza de Len Wainwright, inclinada hacia delante muy por encima de la verja alta de madera, asomandose continuamente, arriba y abajo, arriba y abajo, muriendose de ganas por llamar la atencion de Tom y ponerse a cotorrear sobre el aparato. Pero Tom no estaba de humor para charlas esta noche.
– ?Para que sirve esto, papa? -grito Max por encima del sonido de la musica y senalando la pantalla digital.
Tom dejo la copa de vino rosado y paso las hojas del apartado en ingles de un manual de instrucciones del tamano de la guia telefonica de Londres.
– Creo que mide la temperatura del interior de la carne, o lo que sea que estes cocinando.
Max abrio y cerro la boca, como hacia siempre cuando algo le impresionaba. Luego, fruncio el ceno.
– ?Y como lo sabe?
Tom abrio un compartimento y senalo un pincho.
– El pincho tiene un sensor, que lee la temperatura interna. Es como un termometro.
– ?Guau! -A Max se le ilumino la mirada, luego se quedo pensativo otra vez y retrocedio unos pasos-. Es grande grande, ?verdad?
– Un poco -dijo Tom.
– Mama ha dicho que quiza nos mudamos, que tendremos un jardin mayor y que entonces no sera tan grande.
– ?Eso ha dicho? -dijo Tom.
– Ha dicho eso exactamente. ?Vienes a jugar a Truck Racing conmigo?
– Tengo que ponerme a cocinar. Vamos a comer dentro de poco. ?No tienes hambre?
Max fruncio la boca. Siempre pensaba cualquier respuesta detenidamente, incluso una tan basica como esa. A Tom le gustaba aquella cualidad; lo consideraba una senal de la inteligencia de su hijo. De momento, no parecia haber heredado la imprudencia de su madre.
– Mmm. Bueno, podria tener hambre pronto, creo.
– ?Si? -Tom sonrio y le acaricio la cabeza carinosamente.
Max se aparto.
– ?Me vas a despeinar!
– ?Si?
El nino asintio con aire de gravedad.
– ?Creo que estas borracho!
Tom lo miro escandalizado.
– ?Borracho? ?Yo?
– Es la tercera copa de vino que te bebes.
– Las estas contando, ?verdad?
– Nos han hablado en el cole sobre beber demasiado vino.
Ahora Tom se escandalizo aun mas. ?Ahora el Estado paternalista mandaba a los ninos a casa despues del colegio a espiar los habitos de consumo de alcohol de sus padres?
– ?Quien, Max?
– Una mujer.
– ?Una de tus maestras?
Nego con la cabeza.
– Una nihilista.
Tom olio el humo dulce de la barbacoa que llegaba de los jardines de los vecinos. Seguia hojeando el manual, intentando averiguar como encender la parrilla de gas.
– ?Una nihilista?
– Nos conto que era bueno comer -contesto Max.
Ahora Tom lo capto, o eso creia.
– ?Quieres decir una nutricionista?
Despues de reflexionar, Max asintio.
– ?No podemos jugar una partida de Truck Racing antes de que te pongas a cocinar?
Tom por fin encontro el boton de encendido y apagado. El manual de instrucciones decia que se precalentara la parrilla durante veinte minutos. Kellie y Jessica parecian estar encantadas, bailando una cancion mas.
– Una partida.
– ?Me prometes que no me ganaras? -pregunto Max.
– No seria justo, ?verdad? -dijo Tom, siguiendolo adentro-. De todos modos, nunca te gano, siempre ganas tu.
Max se echo a reir y subio corriendo a su cuarto delante de su padre. Tom se detuvo en la cocina para ver la television, por si ponian las noticias, y a llenarse la copa de vino…, y se acabo la botella. A no ser que Kellie se hubiera estado sirviendo, vio que Max estaba equivocado. No era la tercera copa, sino la cuarta. Por otro lado, el lunes pensaba llamar al director de Max para preguntarle a que diablos estaba jugando, adoctrinar a los ninos para que controlaran los habitos de consumo de alcohol de sus padres…
Pero mientras subia las escaleras, procurando no derramar el vino, tenia algo infinitamente mas importante en la cabeza. Se detuvo arriba, pensativo.
– Puedes coger cualquier color menos el verde, papa. El verde es mio, ?vale? -grito Max.
– Vale -grito el-. ?El verde es tuyo!
Max gano la primera carrera con facilidad. En cuclillas sobre la moqueta del cuarto de su hijo, con el mando en las manos, Tom no lograba concentrarse en la carrera. Se empotro en la primera curva de la segunda carrera, luego volvio a salirse a la siguiente oportunidad, esparciendo neumaticos y balas de paja. Luego, choco con una tribuna y dio unas cuantas vueltas de campana.
Durante las dos ultimas horas, desde que habia visto la fotografia de Janie Stretton en el Evening Standard y luego la habia visto otra vez en las noticias de las seis al llegar a casa, se habia quedado destrozado.
No podia seguir obviando lo que habia pasado. Sin embargo, el e-mail que habia destrozado su ordenador le demostraba que esta persona o personas -quienes fueran- iban en serio, lo que significaba que la amenaza iba en serio.
?Tenia realmente informacion util que aportar a la policia? Lo unico que habia visto era un par de minutos de la joven apunalada por una figura encapuchada. ?Podia ayudar eso realmente a la policia?
?Algo por lo que mereciera la pena poner en peligro la seguridad de su familia?
Se repitio el argumento una y otra vez. Y cada vez llegaba a la misma conclusion ineludible de que si, quizas habia algo que pudiera ayudar a la policia. Si no, ?por que habian dirigido las amenazas hacia el?
Se dio cuenta de que tenia que hablarlo con Kellie. ?Le creeria?, ?creeria que habia introducido inocentemente el CD en el ordenador?
Y si ella no estaba de acuerdo en acudir a la policia, entonces, ?que haria? ?Que le diria su conciencia?
La gente a la que siempre habia admirado, los verdaderos heroes, del pasado y del presente, eran esos hombres y mujeres que estaban dispuestos a enfrentarse a lo que estaba mal. A dar la cara por sus principios.
Tom observo a Max un momento, los ojos alerta, los dedos moviendose con pericia por los controles, su camion avanzando a toda velocidad por la pista. Fuera, la musica dio una tregua y oyo a Jessica riendose alegremente.
?No tenian ellos algo que decir en el tema?
?Tenia derecho a poner en peligro sus vidas por aquello en lo que el creia? ?Que habria hecho su padre en esta situacion?
Dios santo, era en momentos como este cuando mas echaba de menos a sus padres. Que facil habria sido todo si hubiera podido recurrir a ellos y pedirles consejo.
Penso en su padre, un hombre decente que trabajaba de jefe de ventas para una empresa alemana que fabricaba cepillos de limpieza industriales. Era un hombre alto y delicado, y sacristan de la iglesia anglicana de la