ciudad, que fue a misa todos los domingos de su vida; Dios lo recompenso dejando que la puerta trasera de una furgoneta de reparto de leche le cortara la cabeza en la autopista M1 a la edad de cuarenta y cuatro anos.
Su padre le habria dado una perspectiva cristiana, el punto de vista de un ciudadano responsable, sin duda: que Tom informara de lo que habia visto y tambien de la amenaza. Pero nunca habia sido capaz de compartir la fe de su padre en Dios.
Le preguntaria a Kellie, decidio. Era muy sabia. Acataria lo que ella dijera, fuera lo que fuera.
Capitulo 32
En el poster escrito a mano con torpeza y pegado con celo al cristal de la puerta podia leerse: «Brent Mackenzie. Clarividente mundialmente famoso. ?aqui, solo esta noche!». Encima, una inscripcion grande en amarillo fluorescente en diagonal decia: «?lo sentimos, entradas agotadas!».
Por fuera, el edificio no parecia tan prometedor. Grace esperaba una sala bastante amplia, pero el Centro Holistico de Brighton no parecia ocupar mas espacio que una pequena tienda de ultramarinos, con la fachada pintada de un color rosa bastante estridente.
Una mujer de unos cuarenta anos, que llevaba un vestido amplio negro encima de unas mallas grises y tenia el pelo ligeramente alborotado, estaba al otro lado de la puerta, cortando las entradas. Grace saco la cartera del bolsillo, metio los dedos dentro y cogio la entrada, que habia comprado hacia varias semanas.
Estaba nervioso. Una excitacion desconcertante en su interior parecia despojarle de la seguridad natural que tenia en si mismo. Siempre le pasaba igual cuando veia a un medium o a un clarividente, o a cualquier otro tipo de parapsicologo. La expectativa; la esperanza que albergaba en su corazon de que aquel fuera distinto, de que aquel por fin, despues de casi nueve largos anos, tuviera la respuesta.
Un mensaje, un lugar o una senal.
Algo que le dijera si Sandy estaba viva o muerta. Era lo mas importante que necesitaba saber. Es cierto que obtuviera la respuesta que obtuviera, le seguirian todo tipo de preguntas mas. Pero, primero, necesitaba esa respuesta, por favor.
?Quiza seria hoy?
Entrego su entrada y subio la escalera detras de tres chicas que charlaban nerviosas. Parecian hermanas, la mas joven de dieciocho o diecinueve anos, la mayor tenia unos veinticinco. Paso por delante de una puerta sin pintar, con un letrero: «Silencio, terapia», y entro en una sala que tenia unas veinte sillas de plastico apretujadas formando una «L» con un espacio en el que supuso que se colocaria el clarividente. Habia persianas azules, tiestos en las estanterias y un grabado de un paisaje de la Provenza en la pared.
La mayoria de las sillas ya estaban ocupadas. Dos ninas estaban con su madre, una mujer con cara de pan que llevaba un top ancho de punto y que parecia contener las lagrimas. A su lado estaba sentada una madraza de pelo largo de unos setenta anos que vestia una camiseta de flores, minifalda vaquera y llevaba puestas unas gafas del tamano de unas gafas de bucear.
Grace encontro una silla libre junto a dos hombres de casi treinta anos, ambos con vaqueros y sudaderas. Uno, que estaba gordisimo y llevaba el pelo desgrenado, lo que le recordo al comico Ken Dodd, tenia la mirada perdida al frente y mascaba chicle. El otro, mucho mas delgado, sudaba copiosamente y blandia una lata de Pepsi Cola, como si eso le concediera cierto estatus. Grace oyo parte de su conversacion; hablaban de destornilladores electricos.
Otra madre y su hija entraron en la sala y ocuparon las dos sillas que quedaban, a su lado. La hija, delgada como un palillo y muy arreglada con unos pantalones negros y una blusa roja, desprendia un perfume que a Grace le olio a desinfectante de inodoro. La madre, igual de arreglada, parecia una imagen de la hija envejecida por ordenador. Grace estaba familiarizado con la tecnica; se utilizaba a menudo en la busqueda de personas desaparecidas. Hacia un ano, sometio una fotografia de Sandy al proceso y se quedo estupefacto al ver lo mucho que podia cambiar alguien en ocho anos.
Habia un ambiente de expectacion en la sala. Grace miro las caras a su alrededor, preguntandose por que estaban alli; algunos habrian perdido a alguien recientemente, supuso, pero con seguridad la mayoria solo eran almas perdidas que buscaban orientacion. Y cada uno habia desembolsado diez libras para reunirse con un completo desconocido sin ningun titulo medico o sociologico, que iba a decirles cosas que podian alterar por completo su forma de enfocar la vida.
Cosas que los espiritus canalizaban a traves de Brent Mackenzie, o eso afirmaba el. Grace lo sabia; lo habia visto todo.
Y, sin embargo, seguia yendo a por mas.
Era como una droga: una dosis mas y lo dejaria. Pero, por supuesto, no iba a dejarlo nunca, hasta que descubriera la verdad de la desaparicion de Sandy. Quizas esta noche los espiritus se lo contarian a Brent Mackenzie; quizas el clarividente conseguiria aquello que los que le habian precedido no habian logrado y lo arrancaria del eter.
Roy Grace sabia el riesgo que corria su reputacion si persistia en su interes en los mediums y los clarividentes, pero no era el unico policia del Reino Unido que les consultaba regularmente, ni de lejos. Y, a pesar de lo que decian los cinicos, Grace creia en lo sobrenatural. No le quedaba mas remedio. Habia visto un fantasma -dos, en realidad- muchas veces durante su infancia.
Todos los veranos pasaba una semana con sus tios, en su casa de campo en Bembridge, en la isla de Wight. En una impresionante mansion que estaba enfrente, habia dos ancianas muy dulces que solian saludarlo desde un mirador en el piso de arriba. Fue anos despues, al volver a visitar Bembridge tras una larga ausencia, cuando supo que las dos ancianas que lo saludaban se habian suicidado en 1947. Y no habian sido imaginaciones suyas; otras personas las habian visto.
El publico estaba callado; los dos hombres que tenia al lado parecieron acabar su charla sobre destornilladores electricos. Eran exactamente las siete cuarenta y cinco. Detras de el, oyo el silbido de la anilla de una lata de refresco que se abria. Se oyo el pitido de un mensaje de movil entrante y vio que la madraza buscaba en su bolso de macrame, sacaba el telefono y lo apagaba, ruborizandose.
Luego, el medium entro despacio, con la apariencia de un hombre que busca la puerta del servicio de un pub. De unos cuarenta anos y metro noventa largo de estatura, vestia una camiseta naranja ancha, un collar, pantalones anchos beis y deportivas blancas y relucientes. Llevaba el pelo rapado, barba de cuatro dias, tenia la nariz rota de boxeador y una enorme barriga cervecera. Grace vio que lucia Un reloj que parecia muy caro. Por unos momentos, parecio no darse cuenta de que habia entrado en una sala abarrotada. Grace comenzo a preguntarse si realmente era el clarividente.
Luego, de cara a las persianas, Brent Mackenzie hablo. Tenia la voz debil y aflautada, demasiado fina para un hombre tan grande, pero muy seria.
– Esta noche no voy a utilizar la memoria -dijo-. Quiero hacer todo lo posible por todos vosotros. Esta noche tendre un mensaje para cada uno de vosotros. Os lo prometo.
Grace miro a su alrededor; solo un mar de silencio, rostros embelesados, expectantes.
– Mi primer mensaje es para una senora que se llama Brenda. -Ahora el clarividente se volvio y escudrino la sala. La mujer con cara de pan levanto la mano.
– Ah, Brenda, cielo, ?ahi estas! Si te dijera que habra un movimiento inminente en tu vida, ?seria correcto?
La mujer se quedo pensando un momento, luego asintio con entusiasmo.
– Si, es lo que me dicen los espiritus. Es un gran movimiento, ?verdad?
La mujer miro a sus dos hijas, como buscando confirmacion. Las dos fruncieron el ceno. Luego, miro al medium.
– No -dijo.
Hubo un silencio extrano.
– Me dicen que es un movimiento mayor de lo que eres consciente -dijo el medium al cabo de unos momentos-. Pero no debes preocuparte; estas haciendo lo correcto.
Asintio con la cabeza en su direccion para tranquilizarla, luego cerro los ojos y retrocedio un paso.
Grace le observo, aquel hombre le incomodaba. Era una tipica estratagema de medium, manipular lo que