La cara que lo miraba desde el espejo encima del lavabo no era una vision agradable.
Roy Grace nunca habia sido un hombre vanidoso, pero hasta hacia poco se consideraba joven, o juvenil, no guapo, pero pasable; su mejor rasgo eran sus ojos azules (sus ojos de Paul Newman, solia decirle Sandy) y el peor, su nariz pequena, pero rota. Ahora, cada dia mas, el rostro que veia a primera hora de la manana parecia pertenecer a un tipo mucho mayor, un completo desconocido con la frente arrugada, carrillos blandos y bolsas debajo de los ojos del tamano de conchas de ostra.
Decidio que no era la cerveza, el tabaco ni la dieta a base de comida rapida, ni siquiera un horario de trabajo demencial, lo que acababa pasando factura, era la gravedad. La gravedad te hacia un poquito mas bajito todos los dias. Te destensaba mas la piel, y la hacia caer implacablemente. Te pasabas la mitad de la vida luchando contra la gravedad, pero siempre acababa pasandote factura. Seria la gravedad lo que haria que la tapa del ataud se cerrara de golpe. Y si esparcian tus cenizas al viento, al final la gravedad posaria todas y cada una de las particulas.
A veces le preocupaba tener aquellos pensamientos, que ultimamente eran cada vez mas morbosos. Quiza su hermana tuviera razon; ?quiza pasaba demasiado tiempo solo? Pero, al fin y al cabo, estaba acostumbrado a la soledad. Para el era lo normal.
No era el tipo de vida que habia planeado, tampoco la que habia imaginado ni remotamente que viviria, diecisiete anos atras, cuando le habia pedido a Sandy que se casara con el un calido dia de septiembre al final del Palace Pier, cuando le dijo que la habia llevado alli porque si le hubiera contestado que no, habria saltado. Ella habia esbozado esa sonrisa suya preciosa y tierna, habia apartado el pelo rubio de los ojos y le habia dicho -con su tipico humor negro- que habria considerado una prueba mucho mayor de su amor que la hubiera llevado al acantilado de Beachy Head.
Grace se bebio un vaso de agua del grifo e hizo una mueca al notar el sabor del fluoruro, que esta manana parecia mas fuerte de lo normal. «Bebe mas agua», le repetia una y otra vez su instructor de fitness, Ian, del gimnasio de la policia. Lo estaba intentando, pero no sabia tan bien como un latte del Starbucks, o como un Glenfiddich con hielo, o como casi cualquier otra cosa. No se habia preocupado demasiado por su aspecto fisico hasta ahora.
Hasta Cleo.
Los anos transcurridos desde la desaparicion de Sandy habian hecho mella en el. El trabajo policial era duro, pero al menos la mayoria de los policias tenian a alguien que los esperaba en casa al final del turno, alguien con quien hablar. Y
Se puso el equipamiento de
Roy Grace vivia en Hove, un distrito residencial que hasta hacia pocos anos habia sido una ciudad independiente de Brighton, aunque estaba al lado. Ahora las dos estaban bajo el paraguas del municipio de Brighton y Hove. Se rumoreaba que Hove en griego, lengua de la que procedia el nombre -o «Hove, Actually», como habia sido apodada-, significaba «cementerio».
No era del todo inapropiado, ya que Hove era mas tranquilo, la hermana mas residencial de la antes animada y marchosa Brighton. La frontera comenzaba en el paseo maritimo, en un lugar marcado con un obelisco conmemorativo de guerra y una linea pintada en el suelo, pero luego se volvia cada vez mas oscuro, y mucha gente veia que atravesaba sus casas en su recorrido zigzagueante hacia el norte.
La casa pareada de tres habitaciones de Grace estaba en una calle que bajaba directamente hasta Kingsway, la calle ancha de dos carriles al final de la cual se encontraba el paseo maritimo. Cruzo al otro lado y paso por los jardines de cesped cubiertos de rocio, por delante del parque infantil y de los dos estanques para barcas de la Laguna de Hove donde su padre, a quien le gustaba construir motoras a escala, solia llevarle de pequeno; alli le dejaba sujetar el control remoto.
En aquel entonces, la Laguna le parecia un lugar enorme, y ahora lo veia muy pequeno y abandonado. Habia un tiovivo viejo, un columpio oxidado, un tobogan al que le hacia falta una mano de pintura y el mismo quiosco de helados que habia estado siempre alli. Las barcas seguian guardadas y varios patos nadaban por el menor de los dos estanques, mientras un grupo de cisnes descansaba en el borde del mayor.
Bordeo los estanques, llego al paseo, igual de desierto que ayer a esta hora, y paso por delante de una larga hilera de casetas azules. Mientras corria, el paisaje de su izquierda cambio. Al principio, habia una hilera de edificios grises de posguerra y una fila de casas que tampoco despertaba ningun interes. Luego, despues del polideportivo King Alfred, ahora una construccion importante, contemplo sus vistas preferidas a la izquierda: el largo paseo maritimo de esplendidas casas adosadas de la epoca de la Regencia, la mayoria pintadas de blanco, muchas con miradores, barandillas y magnificos porches. Muchas de ellas habian sido viviendas independientes, casas de fin de semana para los ricos londinenses de la epoca de la Regencia y de la Inglaterra victoriana, pero ahora, como la mayoria de los edificios de esta ciudad con sus precios por las nubes, se habian dividido en pisos; algunas se habian transformado en hoteles.
Al cabo de unos minutos, mientras se acercaba a la frontera entre Brighton y Hove, pudo ver, delante de el a la derecha, los palos tristes y oxidados que surgian del mar, lo unico que quedaba del West Pier. En su dia, habia sido tan alegre y llamativo como su equivalente, el Palace Pier, que estaba exactamente a ochocientos metros mas al este. Visitarlo habia sido uno de los acontecimientos especiales de su infancia.
Su padre, que era un entusiasta pescador, le llevaba a menudo al Palace Pier, y caminaban hasta la plataforma pesquera descubierta del final, desde donde los sabados por la tarde -cuando no habia comenzado la temporada de futbol o cuando el Albion jugaba fuera- podian volver a casa con un buen botin de pescadillas, besugos y platijas y, si tenian suerte, con un lenguado o una lubina de vez en cuando, dependiendo de la marea y del tiempo.
De todos modos, para el pequeno Roy no era la pesca el gran aliciente del muelle, sino las otras atracciones, sobre todo los autos de choque y el tren de la bruja, asi como la mayoria de las viejas maquinas tragaperras de madera con el frente de cristal que contenian retablos moviles. Tenia una preferida, y siempre engatusaba a su padre para que le diera mas peniques para echar a la maquina. Era una casa encantada y, durante un minuto entero, mientras los engranajes se ponian en movimiento y las poleas gemian, las puertas se abrian, las luces se encendian y se apagaban, y aparecian todo tipo de esqueletos y fantasmas, asi como la propia Muerte, una figura encapuchada, toda vestida de negro, con una guadana.
A la izquierda -y sintio que sus energias comenzaban a decaer un poco-, aparecio ahora la monstruosidad horrenda del edificio Kingswest, una lugubre estructura de ocio de los sesenta que desentonaba totalmente con el resto del paseo maritimo. Unos cien metros mas alla, se elevaba la bella fachada del hotel Old Ship. Subio corriendo las escaleras hasta el paseo de arriba, cruzo la calle casi desierta, mantuvo el ritmo al pasar al lado del hotel y, luego, entro en el aparcamiento y miro su reloj.
«Mierda.» Se dio cuenta de que habia calculado muy mal el tiempo. Si queria llegar a la reunion de las ocho y media -y era vital para la moral del equipo que asi fuera-, tenia menos de media hora para ir a casa, cambiarse y salir por la puerta.
Tambien estaba muriendose de sed, pero ni siquiera tenia tiempo de pensar en pararse a comprar un botellin de agua en algun lugar. Metio el tique en la maquina, despues la tarjeta de credito, luego bajo corriendo la escalera de hormigon hasta la planta donde habia dejado el coche, arrugando la nariz al percibir el olor a orina, preguntandose por que seria que siempre habia alguien que se meaba en todos y cada uno de los aparcamientos en los que habia estado.
Capitulo 45
A las 8.29 de la manana, con solo un minuto de adelanto, Grace se acerco al MIR Uno, comiendo el desayuno: una barrita de Mars de una maquina expendedora y una taza de cafe hirviendo.
Se acabo a toda prisa el Mars y se metio una tira de chicle de menta en la boca para ocultar los restos de