De repente, cuando cristalizaron sus pensamientos, sintio todavia mas miedo. Habia dejado a los ninos con los padres de Kellie hacia un rato, durante la noche; su madre era bastante batalladora, pero su padre, postrado en la cama, estaba totalmente imposibilitado, pobre hombre. ?Planeaba el gordo secuestrar tambien a los ninos? ?Que pasaria si el o sus matones aparecian mientras la madre de Kellie estaba fuera?

Desesperado, Tom rodo por el suelo; la cadena se tenso. Tiro, haciendo caso omiso del dolor. Aguantando la respiracion, volvio a tirar otra vez, y otra y otra y otra.

Pero nada cedio.

Se quedo quieto un rato. Entonces, tuvo una idea.

En ese momento, a cierta distancia, vio que volvia a aparecer el rectangulo de luz: la puerta. La cruzaron dos figuras, cada una con una linterna. Se le acelero el pulso; sintio que se le tensaba la garganta. Se irguio, dispuesto a luchar, como fuera, como pudiera.

Una figura camino hacia Kellie, la otra hacia el. Kellie estaba callada. Al instante siguiente, el haz de luz, como mercurio en sus ojos, lo deslumbro. Luego, se aparto e ilumino un vaso de carton con agua y un panecillo en el suelo.

– Comida para ti -dijo una voz con un ingles roto, una voz dura que, a su oido inexperto, le parecio de la Europa del Este.

– Necesito orinar -dijo Tom.

– ?Adelante, meate encima como todos los demas! -grito Kellie.

– ?No te orines! -contesto el hombre.

– Tengo que hacerlo -imploro Tom-. Por favor, llevadme al bano.

El hombre era alto, delgado, de casi treinta anos, vestia muy elegante todo de negro, tenia el rostro severo y llevaba un corte de pelo moderno. Ahora Tom distinguio sus facciones. Pero, lo que era mas importante, pudo ver lo que habia detras.

La hilera mas proxima de bidones con sustancias quimicas.

– Come -volvio a decir el hombre, luego se alejo, acompanado por su companero.

Unos segundos despues, se habian ido; el rectangulo de luz desaparecio. Tom y Kellie volvian a estar a oscuras.

– ?Carino? -dijo Tom.

Silencio.

– Carino, por favor, escuchame.

– ?Por que no me han traido nada de beber? -dijo ella.

– Han traido agua.

– No me referia a eso, joder.

?Desde cuando bebia?, se pregunto Tom. ?Cuanto tiempo habia estado sin darse cuenta?

– ?Como se supone que voy a beber con los brazos atados? ?Me lo explicas, senor Marido Listillo?

Tom movio la cabeza despacio hacia donde habian dejado el agua y el panecillo. Toco el vaso con la nariz y maldijo para si por la humillacion a la que le estaban sometiendo. Moviendo los labios con cuidado por el borde del vaso, desesperado por no derramar ni una preciosa gota, al fin cogio el borde con los dientes, inclino el vaso y lo apuro con avidez.

Luego, como una especie de animal nocturno ciego, busco con la nariz hasta que encontro el panecillo. No tenia hambre, pero se obligo a comer un bocado. Se esforzo por masticar y tragar. Despues, comio otro bocado, trago y escupio el resto.

– Creo que deberiamos irnos a casa -anuncio Kellie-. ?Crees que nos daran una bolsita de chucherias?

Y por primera vez en los dos ultimos dias, Tom sonrio. Quizas estuviera tranquilizandose.

– Por ahora, no me ha impresionado su hospitalidad -dijo, intentando devolverle el chiste; pero sus palabras se perdieron en el silencio oscuro.

Gracias al agua y a la comida ya se sentia un poco mejor, estaba recuperando las fuerzas. Decidio actuar.

Medio rodando, medio retorciendose, avanzo despacio, dolorosamente, por el suelo, hacia la izquierda, en la direccion que habia memorizado hacia unos minutos gracias a la luz de la linterna.

Hacia la hilera de bidones de sustancias quimicas.

Entonces, noto un tiron de la cadena en el tobillo y le entro el panico. «Por favor, solo un poquito mas, cede solo un poquito mas.» Tiro con fuerza, pero el cepo se le clavo aun mas y grito de dolor.

– Tom, ?estas bien? ?Carino?

Ahora Kellie estaba tranquila, gracias a Dios.

– Si -dijo entre dientes, preocupado de repente por si alguien estaba escuchando-. Estoy bien.

Luego su cara dio con algo. «Por favor, que no sea la pared.»

Era algo de plastico, redondo, estaba frio. ?Era un bidon!

Intento levantarse apoyandose en el. El bidon se tambaleo. El resbalo. Rodo sobre la tripa, con las piernas atadas por detras; sintio un dolor atroz en el tobillo e intento levantarse, luego otra vez. Por fin, tras coger aire profundamente y soltarlo, se impulso con todas sus fuerzas. Lo consiguio. Puso la barbilla en el borde del bidon.

Despacio, moviendose hacia atras, con la barbilla pegada a la parte superior del bidon, lo inclino; pesaba mucho mas de lo que habia imaginado, pesaba demasiado para el. De repente, volco y cayo al suelo con un estruendo fuerte que resono por todo el almacen.

– ?Tom? -grito Kellie.

– No pasa nada.

– ?Que haces?

– Nada.

Tan deprisa como pudo, se acerco al borde, palpo en la oscuridad para saber donde estaba la cuerda que le ataba los brazos a los costados y comenzo a frotarla contra el borde rugoso.

Al cabo de unos minutos -casi tan sorprendido como aliviado de que realmente funcionara- fue capaz de separar los brazos del cuerpo. Era solo un pequeno paso, lo sabia, pero se sentia como si hubiera escalado el Everest. Lo invadio una sensacion de alivio. ?Sabia como hacer aquello!

Ahora balanceo en la oscuridad las manos, todavia atadas, para buscar el borde del bidon. Lo encontro y comenzo a frotar con energia la cuerda de las munecas. Despacio, con constancia, noto que los hilos cedian y que la presion se aflojaba. Y, de repente, tenia las manos libres. Las sacudio para soltarse el ultimo trozo de cuerda de la muneca, se levanto, estiro los brazos y doblo las manos para intentar que la sangre volviera a circular por ellos.

– ?Vamos a morir aqui, Tom? -gimoteo Kellie.

– No, no vamos a morir aqui.

– Mama y papa no podrian criar a los ninos. Nunca hemos pensado en eso, ?verdad?

– No vamos a morir.

– Te quiero muchisimo, Tom.

Casi se echo a llorar de nuevo al oir su voz. Habia tanta ternura, tanto afecto, tanto carino en ella.

– Te quiero mas que a nada en el mundo, Kellie -dijo, inclinandose hacia delante, palpando las cuerdas que le ataban las piernas hasta que llego al nudo.

Estaba increiblemente apretado, pero trabajo en el sin descanso y al cabo de un ratito comenzo a aflojarse. Y, de repente, ?tenia libres las piernas! Salvo por el tobillo encadenado. Si el hombre gordo volvia ahora, se iba a armar una buena. Pero era un riesgo que debia correr.

Se arrodillo, cogio el bidon por el borde, luego se levanto y, con todas sus fuerzas, lo puso derecho. Luego, palpo la parte superior para encontrar la tapa y la localizo deprisa, puso las manos alrededor, las movio por la superficie para intentar averiguar como se abria. Por primera vez en su vida, comprendia que debia de sentir un ciego.

Habia un alambre torcido y un sello de papel encima. Paso los dedos por debajo del alambre y tiro de el. Se corto. Se metio la mano en el bolsillo, saco el panuelo y se envolvio los dedos, luego lo intento de nuevo. El alambre se rompio.

– ?Por que estamos aqui, Tom? -pregunto Kellie con tristeza-. ?Quien es ese gordo seboso?

– No lo se.

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