– ?Podria estar en Inglaterra?
– Si Luvic esta aqui, es una posibilidad.
– Cuenteme mas cosas de Luvic.
– Es albanes. Tiene treinta y dos anos. Es un tipo listo. En su pais estudio Tecnologia en la universidad, ademas de convertirse en campeon de kick-boxing y luchador a puno limpio. Tipico de su generacion, acabo la universidad y no encontro trabajo. Se junto con un grupo de estudiantes que disenaban virus informaticos por diversion, seguramente por aburrimiento. Luego, se asocio con otra gente, chantajes a grandes empresas.
– ?Chantajes?
– Es un gran negocio. Imagine un gran evento deportivo, como el Derby, por ejemplo. Un par de dias antes, los grandes corredores de apuestas reciben la amenaza de un ataque con virus informaticos que desconectara sus sistemas durante veinticuatro horas el dia del Derby. A menos que paguen. Asi que pagan. Es la opcion mas barata.
– He oido hablar del tema -dijo Grace.
– Si, es lo mas. En cualquier caso, luego Luvic entro en contacto con Venner de algun modo. Probablemente lo recluto el. Entraron juntos en la red francesa de peliculas
– Si, por favor.
– Si, no se preocupe. Ahora mismo. Le dire una cosa. He visto algunas de las fotos. Me gustaria pillar a Venner y a Luvic en un callejon una noche oscura. Solo cinco minutos con ellos, eso me gustaria.
– Se como se siente. Digame, ?Te dice algo un escarabajo pelotero, en relacion con estos dos?
– ?Pelotero? ?Un escarabajo pelotero?
– Si.
Al cabo de unos momentos de silencio, Barry Farrier dijo:
– En su negocio en Francia, siempre habia un insecto, un escorpion, en algun sitio en las fotos y en las peliculas.
– ?Vivo o muerto?
– Muerto. ?Puedo saber por que lo pregunta?
– Parece que este tipo esta muy puesto en entomologia -dijo Grace-. Si se trata del mismo hombre, ahora esta utilizando escarabajos, escarabajos estercoleros.
– Muy adecuado.
Grace le dio las gracias, accedio a mantenerle informado de todo y colgo. Al instante, Norman Potting se acerco a su mesa a grandes zancadas y dejo delante de el el papel que llevaba.
– Acido sulfurico, Roy. Tengo una lista bastante completa, creo yo, de todos los proveedores del Reino Unido. Aqui en el sur hay cinco. En nuestra zona dos, uno en Newhaven y otro en Portslade.
Grace, que aun estaba asimilando la informacion que le habia dado Barry Farrier, cogio la lista y repaso deprisa los nombres y direcciones. Vio las dos empresas de la zona.
De repente, la puerta se abrio y Glenn Branson irrumpio en el despacho, la emocion iluminaba su rostro.
– ?Tengo un resultado! -dijo, con la cara a unos centimetros de su inspector jefe.
– Cuentame.
Branson planto la fotografia del conductor del Volkswagen Golf en la mesa con un gesto triunfante.
– Acaba de llamarme un taxista amigo mio.
Frivolamente, y sin ningun motivo en particular, Grace pregunto:
– ?No sera el que te chivo lo mio con Cleo?
– El mismo. -Branson sonrio, luego siguio, totalmente euforico-. He pasado esta fotografia a todos mis contactos. Acaba de llamarme. Ha recogido a un cliente que dice que es igualito a este tipo, en el centro de Brighton, hace veinte minutos. Esta convencido de que es este hombre. Le ha dejado delante de un almacen en Portslade. En esta direccion. -Le dio a su jefe un trozo de papel escrito a mano.
Grace lo leyo. Luego, volvio a mirar la lista que Potting acababa de darle. El distribuidor de acido sulfurico situado en Portslade.
Era la misma direccion.
Capitulo 83
Tom recordo algo. No tenia el movil, pero tenia otra cosa. Habia notado el bulto duro, habia estado tumbado encima la mayor parte del tiempo. ?Por que cono no habia caido antes?
Se metio la mano en el bolsillo del pantalon y saco su Palm PDA Tungsten. Pulso uno de los cuatro botones de abajo. Al instante, la pantalla se ilumino. El aparato emitia un resplandor que, en estos momentos, de repente, parecia tan bueno como el de mil linternas.
?Podia ver!
– ?Que es eso? -dijo Kellie.
– ?Mi Palm! -Podia ver a su mujer, ?podia ver su cara!
– ?Como has…? ?Puedes moverte? -dijo ella entre dientes.
– Mis manos.
La luz no tenia mucho alcance, era ancha y corta, pero por primera vez podia comenzar a orientarse. Se encontraban en un almacen enorme, el techo estaba a seis metros de altura, quizas, y lleno alrededor de estantes de bidones de sustancias quimicas; habia cientos, si no miles. El suelo era de cemento, no habia ventanas y la luz no llegaba a iluminar la puerta. Por la temperatura y la ausencia total de luz, imagino que estarian en un sotano.
Tenia que haber una puerta lo bastante grande para que una carretilla elevadora transportara aquellos bidones, penso. Y casi seguro que habia un ascensor.
Examino el grillete que le apresaba el tobillo. Parecia una de esas esposas que habia visto que la policia utilizaba con los delincuentes en las peliculas: un cepo metalico ancho, cerrado, con una cadena unida a la pared con un aro de metal que no cederia. Kellie estaba encadenada a otro aro a cierta distancia. Su cadena estaba totalmente extendida. Tom se levanto y avanzo hacia ella, pero cuando su cadena se tenso aun los separaban unos tres metros.
– No puedes llamar con eso, ?verdad? -le pregunto ella.
– No.
– ?Y mandar e-mails?
– Si tuviera el telefono si.
Tom orino en el cubo naranja que le habian dejado hacia unos minutos con una sensacion de alivio que, durante unos momentos fugaces, fue casi una bendicion.
– No olvides tirar de la cadena -dijo Kellie.
Tom sonrio, le encanto su animo. Seguir sonriendo, tener la moral alta, asi era como se sobrevivia a las experiencias traumaticas.
– No lo olvidare -dijo-. Y bajare la tapa.
Dio los pocos pasos que le permitio la cadena hacia el bidon que habia abierto, luego ilumino el lateral con la luz, buscando la etiqueta que habia palpado antes en la oscuridad. La encontro.
Era blanca; al lado habia otra amarilla y negra que advertia: «?Sustancia peligrosa!». En la parte blanca estaba escrito:
«h2so4 concentrado. 25 l».
Tom intento recordar con todas sus fuerzas otra vez las clases de quimica del colegio. ?Aquella sustancia disolveria el metal? ?Con que rapidez?
Solo habia un modo de averiguarlo.
Dejo la Palm en el suelo y cogio el cubo. Al hacerlo, la pantalla se apago. Durante un instante, se quedo abatido ante el temor de que se hubiera acabado la bateria, pero luego se dio cuenta de que era el apagado automatico que se producia a los dos minutos. Deprisa, reprogramo el aparato para que la luz se quedara encendida permanentemente. Luego, cogio el cubo y arrojo el contenido tan lejos de el y de Kellie como