Grace lanzo una mirada a Branson, luego miro a Ashley.
– Los hay, si.
– ?No podria acudir a alguien, o ponerme a mi en contacto con alguien que usted me recomiende?
Grace lo penso detenidamente un momento.
– ?Tiene algo de Michael?
Era consciente de que tenia los ojos de Glenn Branson clavados en el.
– ?Como que?
– Lo que sea. Algun objeto. ?Una prenda de ropa? ?Una joya? ?Algo con lo que haya estado en contacto?
– Puedo encontrar algo. Deme unos minutos.
– Claro.
Capitulo 34
– ?Estas chalado? -dijo Branson mientras se alejaban de casa de Ashley.
Grace llevaba en la mano el brazalete de cobre que la chica le habia dado.
– Tu lo has sugerido -contesto el.
Se oia el boom, boom, boom de un bajo grave procedente de la radio. Bajo el volumen.
– Si, pero no pretendia que le preguntaras.
– ?Acaso querias mangar algo de su casa?
– Coger prestado. Tio, a ti te gusta el peligro. ?Y si habla con la prensa?
– Me has pedido que te ayudara.
Branson lo miro de reojo.
– Bueno, ?que opinas de ella?
– Sabe mas de lo que nos ha contado.
– Entonces, ?intenta guardarle las espaldas a Michael Harrison?
Grace dio unas vueltas al brazalete: tres anillos de cobre soldados juntos, cada uno acabado en dos bolitas.
– ?Tu que crees?
– Y dale. Contestas una pregunta con otra pregunta, como siempre.
Durante un rato, Grace no dijo nada, estaba pensando. Reproducia en su cabeza la escena en casa de Ashley Harper. Su preocupacion, sus respuestas a las preguntas. En diecinueve anos en el cuerpo de policia habia aprendido muchas lecciones. Seguramente, la mas importante era que la verdad no es necesariamente lo que parece en el momento. Ashley Harper sabia mas de lo que contaba, de eso estaba convencido. Lo supo leyendo sus ojos. Dado su estado de afliccion, imagino que seguramente le preocupaba que salieran a la luz los chanchullos fiscales que pudiera tener Michael Harrison en las islas Caiman. Y, sin embargo, Grace tenia la sensacion de que habia algo mas.
Veinte minutos despues, aparcaban en una linea continua amarilla en el paseo maritimo de Kemp Town, elevado sobre la playa y el canal de la Mancha, y se bajaron del coche.
Seguia lloviendo a cantaros y, aparte de la mancha gris de un petrolero o un buque de carga en el horizonte, el mar estaba vacio. Un torrente constante de coches y camiones pasaba por delante de ellos y los salpicaba. Mas adelante, a la derecha, Grace vio el Palace Pier con sus cupulas blancas, luces horteras y, al fondo, el tobogan en espiral que se alzaba como una columna.
Marine Parade, el ancho bulevar que se extendia a lo largo de kilometro y medio de fachadas con vistas al mar de la epoca de la Regencia, estaba saturado de coches en ambas direcciones. El Van Alen era uno de los pocos bloques de pisos modernos, una reinterpretacion del art deco del siglo xxi. Al cabo de unos momentos, una voz desconfiada contesto al timbre del apartamento 407 en el portero automatico de alta seguridad.
– ?Si?
– ?Mark Warren? -dijo Glenn Branson.
– Si, ?quien es?
– Policia. ?Podriamos hablar con usted sobre Michael Harrison?
– Claro. Suban, cuarto piso.
Se oyo un zumbido agudo y Grace empujo la puerta para abrirla.
– Extrana coincidencia -le dijo a Branson mientras entraban en el ascensor-. Anoche vine a jugar al poquer aqui.
– ?A quien conoces que viva aqui?
– A Chris Croke.
– Chris Croke, ?ese imbecil de Trafico?
– Es buen tipo.
– ?Como puede permitirse un piso en un sitio asi?
– Se caso con una fortuna o, mejor dicho, se divorcio de una fortuna. Su mujer era rica, el padre habia ganado la loteria, segun me conto una vez. Y tuvo un buen abogado.
– Que listo, el cabron.
Salieron al cuarto piso, recorrieron una lujosa moqueta azul y se detuvieron delante del 407. Branson toco el timbre.
Al cabo de unos segundos, abrio la puerta un hombre de casi treinta anos que llevaba una camisa blanca con el cuello desabotonado, pantalones de traje de raya diplomatica y mocasines negros con una cadenita dorada.
– Caballeros, pasen, por favor -les dijo afablemente.
Grace lo miro: le parecio que el hombre le sonaba. Lo habia visto antes, en alguna parte, hacia poco. ?Donde? ?Donde diablos lo habia visto?
Branson le mostro diligentemente su placa, pero Mark Warren apenas la miro. Lo siguieron a traves de un pequeno recibidor hasta una sala de estar abierta en la que habia dos sofas rojos colocados en forma de L y una larga mesa negra lacada que la separaba de la cocina y el comedor.
El lugar se parecia por su estilo minimalista, observo Grace, a la casa de Ashley Harper, pero aqui se habian gastado mucho mas dinero. En un rincon, una mascara africana descansaba encima de un pedestal negro. De las paredes colgaban cuadros abstractos elegantes, aunque impenetrables, y habia un ventanal que daba directamente al mar y a una bonita vista del Palace Pier. En el televisor de pantalla plana Bang and Olufsen estaban puestas las noticias, sin sonido.
– ?Quieren algo de beber? -pregunto Mark Warren, retorciendo las manos.
Grace le miro atentamente, observando su lenguaje corporal, escuchando su forma de hablar. Aquel hombre rezumaba ansiedad. Intranquilidad. No era ninguna sorpresa, teniendo en cuenta lo que debia de estar pasando. Por experiencia, Grace sabia que uno de los mayores problemas de los supervivientes de un desastre era sobrellevar el sentimiento de culpa.
– No, gracias -dijo Branson-. No queremos entretenerle. Seran solo unas preguntas.
– ?Se sabe algo de Michael?
Grace le informo sobre los interrogatorios en los pubs y sobre el ataud que faltaba. Algo en la forma de reaccionar de Mark encendio una luz de alarma en la mente de Grace. Una lucecita, no mas que un destello minusculo.
– No puedo creer que cogieran un ataud -dijo Mark Warren.
– Usted deberia saberlo -le replico Grace-. ?No le corresponde al padrino organizar la despedida de soltero?
– Es lo que lei en la informacion que me baje de Internet -contesto el.
Grace fruncio el ceno.
– Entonces, ?no participo en los planes? ?En ninguno?
Mark parecia nervioso. Su voz sono extrana cuando comenzo a hablar, pero pronto se tranquilizo.
– Yo… No, no estoy diciendo eso. Quiero decir…, ya saben… Nosotros… Luke queria organizar un