Todas las moleculas de su cuerpo temblaban. Volvio a oir las interferencias.

Le castaneteaban los dientes. Bebio un trago del agua turbia, luego otro.

– Por favor, por favor. Alguien, por favor, por favor, que alguien me ayude, por favor.

Intento calmarse, pensar en su discurso. Tenia que dar las gracias a las damas de honor. Proponer un brindis por ellas. Debia recordar dar las gracias primero a su madre. Acabar con el brindis por las damas de honor. Contar historias divertidas. Pete le habia dado un chiste buenisimo. Sobre una pareja que se iba de luna de miel y…

Luna de miel.

Estaba todo reservado. Cogian el avion manana por la noche, a las nueve, rumbo a las Maldivas. En primera clase, eso Ashley no lo sabia, era su regalito secreto.

«Sacadme de aqui, imbeciles. Voy a perderme mi boda, mi luna de miel. ?Vamos! ?Ya!»

Capitulo 37

El reloj del salpicadero del Ford marco las 19.13 mientras Branson llevaba a Grace por delante de las elegantes fachadas de Kemp Town; luego accedieron a la carretera abierta, subieron por los acantilados, pasaron por delante de los enormes edificios neogoticos del colegio Roedean para chicas y luego por el edificio art deco del hospicio Saint Dunstan para invidentes. Estaba diluviando y el viento zarandeaba el coche peligrosamente. Llevaba dias lloviendo sin parar. Branson subio el volumen de la radio, lo que ahogo el chisporroteo intermitente de la frecuencia de la policia, y comenzo a moverse al ritmo de una cancion de los Scissor Sisters.

Grace lo tolero unos momentos, luego volvio a bajar el volumen.

– ?Que pasa, tio? Este grupo es una pasada -dijo Branson.

– Genial -dijo Grace.

– Quieres ligarte a una tia, ?verdad? Pues tienes que estar al dia en cultura musical.

– Y tu eres mi guru cultural, ?no?

Branson lo miro de reojo.

– Tambien deberia ser tu guru del estilo. Deberias ir a mi peluquero. Ian Habbin, de The Point. Te modernizaria el peinado. Llevas un look tan de ayer.

– Empieza a parecerme como si fuera ayer -respondio Grace-. Me has pedido que almorzara contigo. Ya ha pasado la hora de merendar y casi es hora de cenar. A este paso, vamos a desayunar juntos.

– ?Desde cuando tienes vida propia? -Casi en el preciso momento de pronunciar aquellas palabras, Branson se arrepintio de haberlas dicho. Pudo ver el dolor en el rostro de Grace sin necesidad de volverse a mirarlo-. Lo siento, tio -dijo.

Atravesaron el elegante pueblo de Rottingdean en la cima del acantilado, luego subieron una pendiente, la bajaron, subieron otra, pasaron por Saltdean, la urbanizacion residencial de casas de la posguerra, que crecia descontrolada-mente, y luego por Peacehaven.

– La siguiente a la izquierda -dijo Grace.

Siguio dirigiendo a Branson por un laberinto de calles empinadas, atestadas de casitas y viviendas modestas, hasta que se detuvieron delante de una casita bastante deteriorada con una autocaravana aun mas deteriorada aparcada delante de ella.

Corrieron bajo la lluvia hacia un porche minusculo, con campanillas repiqueteando al viento, y llamaron al timbre. Al cabo de unos momentos, les abrio un hombre diminuto, enjuto y nervudo de unos setenta anos largos, con perilla y el pelo gris largo recogido en una coleta. Vestia un caftan, vaqueros y lucia un colgante ankh en una cadena de oro. Los saludo efusivamente con una voz aguda, todo energia. Estrecho la mano de Grace y lo miro con la dicha de quien se reencuentra con un viejo amigo.

– ?Comisario Grace! Que alegria volver a verte.

– Lo mismo digo, amigo. Este es el sargento Branson. Glenn, te presento a Harry Frame.

Harry Frame estrecho la mano de Glenn Branson con una fuerza que contradecia su edad y su estatura y lo miro con ojos verdes penetrantes.

– Es un placer conocerte. Pasad, pasad.

Lo siguieron a un vestibulo estrecho iluminado por una bombilla de baja potencia en un farol y decorado con temas nauticos, el centro de los cuales era un gran ojo de buey de laton en la pared. Entraron en un salon, en el que las estanterias estaban repletas de barcos dentro de botellas. Habia un tresillo soso, con el respaldo cubierto de antimacasares, un televisor, que estaba apagado, y una mesa redonda de roble con cuatro sillas de madera junto a la ventana, a la que los acompano. En la pared, Branson vio un grabado hortera de la cabana de Anne Hathaway y un lema enmarcado que decia «La mente, una vez expandida, nunca puede volver a sus dimensiones originales».

– ?Un te, caballeros?

– Gracias -dijo Grace.

Branson miro a Grace esperando su turno para contestar.

– Muy amable -dijo Branson.

Harry Frame salio apresuradamente de la sala. Branson miro una solitaria vela blanca encendida en un candelabro de cristal que habia sobre la mesa, luego a Grace, con una expresion que decia «?Que es esta mierda?».

Grace le contesto con una sonrisa. «Ten paciencia.»

Al cabo de unos minutos, una senora alegre, regordeta, de pelo gris, que llevaba un sueter grueso de punto de cuello vuelto, pantalones de poliester marrones y unas zapatillas deportivas blancas y nuevas, salio con una bandeja con tres tazas de te y un plato de galletas de chocolate, que dejo sobre la mesa.

– Hola, Roy -le dijo en un tono familiar a Grace, y luego a Branson, con un brillo en los ojos, le dijo-: Soy Maxine. ?La que debe ser obedecida!

– Encantado. Soy el sargento Branson.

La seguia su marido, que llevaba un mapa.

Grace cogio su taza y vio que el te tenia un color verde deslavazado. Observo que Branson miraba el suyo con desconfianza.

– Bueno, caballeros -dijo Harry, sentandose delante de ellos-, ?teneis a una persona desaparecida?

– Michael Harrison -dijo Grace.

– ?El joven del Argus? Que horror, ese accidente. Demasiado jovenes para ser llamados.

– ?Llamados? -pregunto Branson.

– Es obvio que los espiritus los querian.

Branson le lanzo una mirada a Grace que el comisario obvio con firmeza.

Tras apartar las galletas y la vela, Frame extendio sobre la mesa un mapa del este de Sussex del servicio oficial de cartografia.

Branson comio una galleta. Grace rebusco en el bolsillo y le dio al medium el brazalete de cobre.

– Me pediste que trajera algo del desaparecido.

Frame lo cogio, lo apreto con fuerza y cerro los ojos. Los dos policias se quedaron mirandolo. Siguio con los ojos cerrados un minuto largo.

– Mm, si, mm.

Abrio los ojos sobresaltado, miro a Grace y a Branson como si le sorprendiera que siguieran en la sala. Se acerco mas al mapa, luego saco del bolsillo de los vaqueros un trozo de cuerda del que colgaba un pequeno peso de plomo.

– Veamos que encontramos -dijo-. Si, en efecto, veamos. ?Que tal el te?

Grace bebio un sorbo. Estaba caliente y tenia un ligero sabor agrio.

– Perfecto -contesto.

Branson tambien bebio un sorbo del suyo, diligentemente.

– Esta bueno -dijo.

Harry Frame sonrio abiertamente, muy satisfecho.

Вы читаете Una Muerte Sencilla
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату