Capitulo 40

Estaba sudando debajo del edredon. Mucho calor, demasiado calor, de algun modo habia logrado subirle a la cabeza y apenas podia respirar. Gotas de agua le recorrian la cara, los brazos, las piernas, la parte baja de la espalda. Aparto el edredon, se irguio, noto un crujido entumecedor en el craneo, se dejo caer. ?Plaf!

«Dios santo.»

El agua lo rodeaba por completo. Y notaba como si la tuviera dentro tambien, como si la sangre que corria por sus venas y el agua en la que descansaba fueran intercambiables. Habia una palabra. Buscaba una palabra y no lograba recordarla, se le escapaba cada vez que parecia tenerla. Como el jabon en una banera, penso.

Ahora tenia frio. Hacia un instante tenia un calor sofocante y ahora tenia frio. Mucho frio. Un frio que hacia castanetear los dientes. Le estallaba la cabeza.

– Voy a ver si hay paracetamol en el armario del bano -anuncio. Al silencio que le respondio, le dijo-: Vuelvo enseguida. Voy a bajar un momento a la farmacia.

El hambre habia desaparecido hacia unas horas, pero ahora volvia clamando venganza. Le ardia el estomago, como si los acidos atacaran ahora las paredes estomacales a falta de otra cosa que descomponer. Tenia la boca seca. Alargo la mano y se llevo agua a la boca, pero a pesar de la sed, beber era un esfuerzo.

«?Osmosis!»

– ?Osmosis! -exclamo a voz en grito, en un arranque de euforia, y la repitio una y otra vez-. ?Osmosis! ?Te tengo! ?Osmosis!

Luego, de repente, volvia a tener calor. Transpiraba.

– ?Que alguien baje el termostato! -grito en la oscuridad-. Por el amor de Dios, nos estamos asando aqui abajo. ?Que creeis que somos, langostas?

Se rio de su propio comentario. Luego, justo encima de su cabeza, la tapa del ataud comenzo a abrirse. Sin prisa, pero sin pausa, en silencio, hasta que vio el cielo de la noche, lleno de cometas que lo cruzaban a toda velocidad. Una luz le salio de dentro, iluminando las motas de polvo que flotaban perezosas en el aire, y se dio cuenta de que todas las estrellas del firmamento se proyectaban en el desde la luz. ?El cielo era su pantalla! Luego vio una cara moverse, a traves del resplandor, a traves de las motas de polvo. Ashley. Como si la mirara desde el fondo de una piscina y ella se moviera boca abajo sobre el.

Luego paso otra cara, su madre. Luego, Carly su hermana pequena. Luego su padre, vestido con el elegante traje marron, la camisa color crema y la corbata roja de seda, ataviado como mejor lo recordaba Michael. No comprendia como su padre podia estar en la piscina y tener la ropa seca.

– Te estas muriendo, hijo -dijo Tom Harrison-. Pronto estaras con nosotros.

– Creo que aun no estoy preparado, papa.

Su padre esbozo una sonrisa ironica.

– Ese es el tema, hijo, ?quien lo esta?

– He encontrado la palabra que estaba buscando -dijo Michael-. «Osmosis.»

– Es una buena palabra, hijo.

– ?Como estas, papa?

– Aqui se pueden hacer buenos tratos, hijo. Unos tratos buenisimos. Muchisimo mejores. Aqui arriba no tienes que perder el tiempo intentando esconder el dinero en las islas Caiman. Lo que ganas, te lo quedas. ?Te gusta como suena?

– Si, papa…

Salvo que ya no hablaba con su padre, sino con el cura, el reverendo Somping: un hombre bajito y arrogante de casi sesenta anos, con el pelo ondulado y canoso y barba que solo cubria en parte la tez rubicunda de sus mejillas (rubicunda no de llevar una vida sana al aire libre, sino de las venas rotas de pasarse anos y anos bebiendo como un cosaco).

– Vas a llegar muy tarde, Michael, si no sales de aqui. ?Te das cuenta de que si no llegas a la iglesia al atardecer, no puedo casaros segun la ley?

– No…, yo no…, yo…

Alargo la mano para tocar al cura, para agarrarle la suya, pero golpeo la teca dura e impenetrable. Oscuridad.

El chapoteo del agua mientras se movia.

Luego, se fijo en algo. Lo comprobo con las manos y vio que el agua ya no le llegaba a las mejillas, habia bajado, le llegaba a la altura del cuello.

– La llevo como si fuera una corbata -dijo-. ?Se puede llevar el agua como si fuera una corbata?

Luego los escalofrios se apoderaron de el, pego los brazos al cuerpo de forma que los codos le golpearon las costillas; entrechoco los pies; se le acelero la respiracion mas y mas hasta que se hiperventilo.

«Voy a morir, voy a morir, aqui, solo, el dia de mi boda. Vienen a por mi, los espiritus, estan bajando aqui, a la caja, y…»

Se tapo la cara con las manos temblorosas. No recordaba la ultima vez que habia rezado, fue mucho antes de que su padre muriera. La muerte de Tom Harrison fue la confirmacion final para el de que Dios no existia. No obstante, ahora, las palabras del padrenuestro le llenaron la cabeza y las susurro en sus manos, como si no quisiera que lo escucharan.

Un crujido de interferencias rompio su concentracion. Luego un estallido de musica country gangosa. Seguida de una voz.

– Bueno, buenos dias, aficionados a los deportes. ?Escuchais la WNEB de Buffalo con lo ultimo en deportes, noticias y el tiempo para esta lluviosa manana de sabado!

Desesperado, Michael busco el walkie-talkie. Lo tenia en el pecho, pero le dio un golpe y cayo al agua.

– ?Mierda, mierda, mierda!

Lo pesco, lo agito lo mejor que pudo, encontro el boton de «Hablar» y lo pulso.

– ?Davey? Davey, ?eres tu?

Otro silbido y otro crujido.

– ?Eh, colega! Tu eres el colega de los amigos que tuvieron el accidente el martes, ?verdad?

– Si.

– ?Eh, me alegro de volver a hablar contigo!

– Davey, necesito imperiosamente que hagas algo por mi. Luego podrias anunciarlo a lo grande por tu emisora de radio.

– Depende de que otras noticias haya durante el dia -dijo Davey con desden.

– De acuerdo. -Michael reprimio las ganas de gritarle-. Necesito que llames a alguien por telefono con el que pueda hablar a traves de tu walkie-talkie o que tu y tu padre vengais a rescatarme.

– Supongo que eso dependera de si estas en nuestra zona. ?Sabes lo que te digo?

– Si, Davey. Se exactamente lo que dices.

Capitulo 41

Mas tarde, en la habitacion, tumbados desnudos en la cama con una docena de velas perfumadas prendidas a su alrededor, con Norah Jones cantando en el equipo de musica, Ashley encendio un cigarrillo y luego lo acerco a los labios de Mark, que dio una gran calada.

– Gill tiene razon -dijo Mark-. Creo que no deberias ir a la iglesia y, sin duda, no deberias seguir adelante con el banquete.

Ashley nego con la cabeza energicamente.

– Si que deberiamos. ?No lo ves? Me presentare en la iglesia… -Hizo una pausa para dar una calada, luego expulso el humo despacio, deliciosamente, hacia el techo-. Todo el mundo me vera, la pobre novia abandonada, y les dare muchisima pena a todos.

– No estoy seguro de si estoy de acuerdo; podria salimos el tiro por la culata.

– ?Como?

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