pero por Dios, pasaran cuarenta anos antes que pueda decirle algo a un hombre…

Pero todo el tiempo, detras de estas reflexiones acerca de mujeres dejas y jovenes, el sobresalto persistia, la intuicion o la realidad que se negaba a salir a la luz.

Tenia que pensar bien antes de informar al Cuartel General.

Selver: ?que pasaba con Selver, entonces?

Selver era sin duda una figura clave para Lyubov. ?Por que? ?Porque lo conocia bien, o porque habia en su personalidad una superioridad real que Lyubov no habia valorado nunca conscientemente?

Pero la habia valorado; desde el comienzo habia distinguido a Selver como una persona extraordinaria; “Sam”, como lo llamaban antes, sirviente de tres oficiales que compartian una casa desmontable. Lyubov recordo a Benson, como se jactaba del excelente creechi que habian conseguido, de lo bien que lo habian adiestrado.

Muchos athshianos, especialmente los Sonadores de los Albergues, no podian alterar el ritmo policiclico que regia su sueno —reposo para amoldarlo al terraqueo. Si dormian de noche, como los terraqueos, no podian tener suenos paradojicos, REM, cuyo ciclo de ciento veinte minutos regulaba la vida diurna y nocturna de los athshianos, y no podian cumplir la jornada de trabajo terraquea. Una vez que uno ha aprendido a sonar sus suenos en el estado de vigilia total, a apoyar la salud de la mente no en el filo de navaja de la razon sino en el doble platillo, el delicado equilibrio de la razon y el sueno; una vez que uno ha aprendido eso, ya nunca puede olvidarse de como pensar. Muchos de los hombres parecian borrachos, confusos, y hasta catatonicos. Las mujeres, atontadas y abatidas, se comportaban con la hosca indiferencia de los recien esclavizados. Los varones no iniciados y algunos de los Sonadores mas jovenes lo toleraban mejor; se adaptaban, trabajaban duramente en los desmontes o se convertian en sirvientes diestros. Sam habia sido uno de estos, un ayuda de camara eficiente y sin caracter, cocinero, lavandero, mayordomo, friegaespaldas y chivo emisario de tres amos. Habia aprendido a hacerse invisible. Lyubov lo habia pedido en prestamo como informador etnologico, y gracias a una afinidad de espiritu y de naturaleza, se habia granjeado inmediatamente la confianza de Sam. Habia encontrado en Sam el informador ideal, profundo conocedor de las costumbres de su pueblo, interprete lucido y rapido, que traducia para Lyubov, salvando el abismo entre dos lenguas, dos culturas, dos especies del genero Hombre.

Por espacio de dos anos, Lyubov habia viajado, estudiado, llevando a cabo entrevistas y observaciones, y no habia logrado dar con la llave que abriera la mente de los athshianos. Ni siquiera sabia donde estaba la cerradura. Habia estudiado los habitos de reposo de los athshianos, llegando a la conclusion de que aparentemente no los tenian, que no dormian. Habia conectado incontables electrodos a incontables craneos verdes 31 peludos, sin que llegara a sacar nada en limpio de los trazos que le eran tan familiares, los husos y lazos, las alfas y las deltas y las thetas que aparecian en el encefalograma.

Fue Selver quien le hizo comprender, por fin, el significado athshiano de la palabra “sueno”, que era al mismo tiempo la palabra “raiz” y asi puso en sus manos la llave del reino del bosque. Como sujeto de un EEG, fue en Selver donde vio claramente y por primera vez los extraordinarios ritmos de pulsion de un cerebro que entra en un estado onirico sin dormir ni estar despierto: comparar ese estado con el dormir —con —suenos de los terraqueos seria como comparar el Partenon con una choza de barro: basicamente la misma cosa pero con el agregado de complejidad, calidad y control.

?Que entonces, que mas?

Selver hubiera podido escapar. Se quedo, primero como criado, mas tarde (gracias a uno de los pocos privilegios utiles de Lyubov como especialista) como Asistente Cientifico; todavia encerrado noche tras noche con los otros creechis en el corral (el Pabellon para el Cuerpo Voluntario de Mano de Obra Autoctona).

—Te llevare en el helicoptero a Tuntar y trabajare alli contigo —le habia dicho Lyubov, la tercera o cuarta vez que hablo con Selver —. Por el amor de Dios ?por que te quedas aqui?

—Mi esposa Thele esta en el pabellon —le habia contestado Selver.

Lyubov habia tratado de conseguir que la soltaran, pero Thele trahilaba en las cocinas del cuartel general y los sargentos que dirijan el personal de cocina no toleraban ninguna intromision de los “galonudos” y los “sabihondos”. Lyubov debia tener sumo cuidado, pues podian llegar a vengarse en la mujer. Ella y Selver parecian dispuestos a esperar con paciencia, hasta que pudieran escapar juntos, o los liberaran. Hombres y mujeres vivian estrictamente separados en los pabellones creechis —hecho que nadie parecia saber —y las parejas rara vez tenian la oportunidad de verse. Lyubov consiguio concertar algunas citas entre ellos en la cabana donde vivia solo, al norte del poblado. Fue cuando Thele volvia al cuartel general de uno de esos encuentros cuando Davidson la vio y se sintio atraido al parecer por su gracia fragil y timida. La habia hecho llevar a sus habitaciones esa noche, y la habia violado.

La habia mando en el acto, tal vez; eso ya habia ocurrido antes, como consecuencia de la disparidad Isla; o bien ella habia dejado de vivir. Como algunos terraqueos, los athshianos tenian el don de un autentico deseo de muerte, y podian dejar de vivir. En uno u otro caso era Davidson quien la habia matado. Crimenes de esa naturaleza ya se habian cometido antes. Lo que no habia ocurrido antes era lo que hizo Selver, el segundo dia despues de la muerte de su mujer.

Lyubov habia llegado al lugar del enfrentamiento cuando ya estaba finalizando.

Recordaba los ruidos; el corriendo por la Calle Mayor al calor del sol; el polvo, el nudo de hombres. Todo el incidente pudo haber durado solo cinco minutos, mucho tiempo para una lucha homicida. Cuando Lyubov llego, Selver estaba cegado por la sangre, una especie de juguete con el que Davidson se entretenia; y sin embargo se habia recobrado y volvia a atacar, no con un furor frenetico, sino con una desesperacion inteligente. Y seguia atacando. Y a la postre, era Davidson el que estaba enajenado, loco de furia y miedo ante esa terrible persistencia; habia derribado a Selver de un reves, y se habia adelantado, con la bota levantada, listo para pisotearle la cabeza. En ese preciso instante, Lyubov entro en el circulo. Consiguio detener la pelea (pues a pesar de la sed de sangre y venganza de los diez o doce hombres que miraban, ya habia sido saciada con creces, y apoyaron a Lyubov cuando le ordeno a Davidson que se retirase); y desde entonces el habia odiado a Davidson y Davidson le habia odiado a el, por haberse inmiscuido entre el matador y su propia muerte.

Porque si el suicida es quien mata al resto de nosotros, el asesino se mata a si mismo, aunque tiene que hacerlo una y otra y otra vez.

Lyubov habia levantado a Selver, un peso ligero en sus brazos. La cara mutilada se habia apretado contra la camisa de Lyubov empapandola de sangre y mojandole la piel.

Habia llevado a Selver a su cabana; le entablillo la muneca rota, hizo todo lo que pudo por la herida, y lo acodo en su cama; noche tras noche trataba de hablarle, de llegar a el, a aquella desolacion de dolor y humillacion. Todo eso era, por supuesto, contrario al reglamento.

Nadie le menciono los reglamentos. No tenian por que. Si alguna vez habia disfrutado de una cierta posicion entre los oficiales de la colonia, sabia que ahora la estaba perdiendo.

Siempre habia intentado estar del lado del cuartel general, cuestionando solo los casos de brutalidad extrema contra los nativos, tratando de persuadir antes que desafiar, y de conservar en lo posible un minimo de poder e influencia. El no podia impedir la explotacion de los athshianos. Era mucho peor de lo que su entrenamiento le habia permitido esperar, pero poco podia hacer al respecto aqui y ahora. Sus informes a la Administracion y a la Comision de Derechos podrian —luego del viaje circular de cincuenta y cuatro anos —tener algun efecto; era posible incluso que Terra decidiese que la politica de Colonia Abierta aplicada en Athshe era un craso error. Mejor cincuenta y cuatro anos tarde que nunca. Si sus superiores dejaban de tolerarlo, censurarian o invalidarian sus informes, y entonces no habria ninguna esperanza.

Pero ahora estaba demasiado indignado para atenerse a esa estrategia. Al demonio con todos, si insistian en ver los cuidados que le prestaba a un amigo como un insulto a la Madre Tierra y como una traicion a la colonia.

Si le ponian el mote de “enamorado de los creechis” ya no podria ayudar mucho a los athshianos; pero el no podia poner un bien posible, general, por encima de las imperiosas necesidades de Selver. Uno no puede salvar a un pueblo vendiendo al amigo. Davidson, curiosamente enfurecido por Es pequenas heridas que Selver le habia infligido y por la intromision de Lyubov, se habia paseado por ahi anunciando su proposito de exterminar a ese creechi rebelde; y de tener una oportunidad lo haria, sin lugar a dudas. Lyubov permanecio junto a Selver noche y dia durante dos semanas, y lo saco en helicoptero de Central y lo dejo en Brotor, una poblacion de la costa occidental, donde tenia parientes.

No habia castigos por ayudar a huir a los esclavos, ya que los athshianos no eran en ningun sentido esclavos salvo en los hechos; eran Personal Voluntario de Mano de Obra Autoctona. A Lyubov ni siquiera le llamaron la atencion. Pero desde entonces, los oficiales regulares ya no desconfiaban de el en pare, sino del todo;

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