con nosotros ocupandose de tareas menores. La primera vez que mi madre lo vio, exclamo: «?Es identico a
De todos modos, la primera impresion era la de que el recien llegado habia salido de nuestro
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El viejo
La confusion aumento cuando se supo el nombre del
Nuestro viejecito se llamaba Gaspar Gavilan.
Era un poco mas alto que el recien llegado, pese a la joroba que combaba su espalda. Nuestro
El otro solo tenia unos pocos y larguisimos pelos mongoles de indefinible color en la barbilla, que le caian lacios y brillantes hasta el pecho.
Todo lo que habia de lentitud y pasividad en nuestro Gaspar, era prontitud y energia en el otro, que no cesaba de estar en movimiento.
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El viejecito ayudaba a ordenar las vacas. Era algo increible ver esas pequenas manos, endurecidas por la artritis, apretar las gordas tetas y hacer saltar al balde chorros de espumosa leche.
Despues del ordeno las llevaba a apacentar en las lomas altas de buen pasto. Algunas vacas corsarias entraban a pastar entre las tumbas.
Yo lo veia en los corrales moviendose a la altura de las ubres. Lo veia como un ser irreal, un reflejo de sol entre las bostas y los charcos de orina de los animales.
Papa y mama lo respetaban como lo que el era. Lo ponian como ejemplo de hombre bondadoso, callado y servicial.
Su debilidad mental era su fuerza.
Tenia algunas manias. Su temor a la luna era un pavor enfermizo.
Decia que el fuego lunar le iba a dejar sin piel. En noches de luna llena salia cubierto por una inmensa sombrilla negra que el mismo se habia fabricado con bolsas para el azucar, engomadas y tenidas en alquitran.
7
Los jueves por la tarde mi madre le daba una lista de las provisiones que necesitaba.
– ?Por que trajo tantas cosas,
La afliccion de mama le hizo saltar lagrimas. Abrazo al viejecito olvidadizo.
– El papel se me volo -se disculpo mansamente el mandadero-. Despues lo encontre en el yuyal. Alguien lo uso en el comun, en lugar del marlo de maiz. No podia mostrar la lista sucia de caca en el almacen de don Michironi. Traje todo lo que hace falta.
Mostro un par de alpargatas nuevas. «Esto me hacia falta a mi -dijo-. La otra ya estaba muy pelecha.» Llevaba puesta una del flamante par. La lucia con coqueteo, con senil orgullo.
– Asi duran mas -decia-. Vokoike el pie descalzo ve mejor el camino. Conoce las huellas de memoria. Asi uno no se desatina.
8
Los dos Gaspares, aunque dispares, se parecian mucho. Iguales. Uno en cada extremo de las diferencias posibles. Fisicamente, podrian pasar casi como sosias, excepto por la barba y la joroba del uno, por la larga cabellera y la erguida braza y media de estatura del otro, coronado por su perpetuo sombrero de pano negro.
Y esto no todo el mundo lo percibia como un hecho simple. Tal era la distancia que habia entre uno y otro, que a muy pocos se les antojaba compararlos.
Los dos eran parcos. Pero decian casi las mismas palabras para expresar multitud de cosas.
Nuestro
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Yo estaba seguro de que Gaspar Cristaldo era solo una emanacion de nuestro silencioso pero sonriente
En todo caso, la presencia del recien llegado, las cosas increibles que hizo despues, para asombro del pueblo, lo que el mismo era como persona, no se podian explicar sino como el estado superior de un ser otro que era su antitesis y a la vez su gemelo.
Una transmigracion en presente, algo como una sublimacion del viejecito ex foguista, salvado de un naufragio en alta mar y de otro naufragio familiar, en el ser incandescente y oscuro del recien llegado.
Revestido por el aura de su mansa locura, los ojillos de
Las mismas que Gaspar Cristaldo ejecutaba en la realidad cotidiana.