En el tiempo de antes la vida en Manora era una fiesta para nosotros, los escueleros. El maestro Gaspar velaba por nosotros.
A cada cabeza, su seso, decia.
Los domingos y dias de fiestas de guardar, el maestro repasaba la pintura de los floreritos con colores diferentes, de modo que siempre estaban nuevos y luminosos. Se subia a pintar hasta los capiteles de las columnas y las cupulitas del columbario. Una vez rodo desde lo alto pero cayo de pie, como los gatos, sin hacerse ningun dano.
Los alumnos barriamos y haciamos relucir de limpio el columbario parecido a un panal de muchos colores, a un alhajero de plata, a una colmena cruzada por las franjas del arco iris.
Viviamos de lo vivo a lo pintado.
Todas las semanas, ida y vuelta, pasaba el tren frente al cementerio con largas pitadas de saludo al columbario y a la escuela.
El maquinista se sacaba la gorra negra con brillante visera de hule, gritando: «?Salud, maestro Cristaldo!… ? Salud… lo' mitai-partida!»
Tambien los pasajeros nos saludaban con gritos alegres, sacando medio cuerpo por las ventanillas y tosiendo en medio del humo.
Entonces nos parecia que Iturbe y Manora salian de su aislamiento y se juntaban con el resto del pais, mediante el trencito de morondanga que subia y bajaba la frontera de hierro.
La figura de pajaro con ruedas y las pitadas del tren eran las cosas mas queridas para los que no teniamos otra diversion que verlo pasar con su inmensa cola de humo.
El ruido del tren resonaba todo el tiempo en el pueblo como un temblor de tierra y de felicidad. Lo oiamos en nosotros aun durante el sueno.
3
El maestro entrego a cada alumno el nicho que debia cuidar. ?Y guay del que se olvidara de poner su flor en los floreritos de ceramica fabricados y pintados por el maestro!
Los chicos llenabamos los nichos vacios con nuestro propio deseo. Los mas grandullones, con la imagen sonada de sus prometidas o de sus novias secretas.
A veces, hasta con la novia del amigo.
Las chicas eran mas honradas y sonadoras. Ponian las fotos de sus artistas de cine predilectos, recortadas de las revistas que llegaban de tanto en tanto de Villarrica.
Yo puse en el nicho que me correspondia cuidar la imagen de Lagrima Gonzalez, que fue mi prometida de toda la vida hasta los trece anos.
Por su aroma y lo pintado, mi flor valio poco.
Lagrima, a los quince de su edad, fue a Villarrica a seguir con sus estudios.
Alla se le ocurrio dedicarse a otra cosa.
4
Lagrima rebosaba de vida, de viajes, del yo quiero ahora mismo, del abran paso y anchura que aqui va la hermosura. Tenia cara de no haber suspirado nunca.
Era demasiado buscona. Traviesa de cuerpo. Muy bellacona y tunanta del ombligo para abajo. Era la unica chica que se animaba a banarse desnuda en la playa entre los varones, tentandoles con los contoneos de sus caderas y senos en la danza del vientre.
No era para estar encerrada en un nicho de cementerio, en la flor de la vida, como la flor de un dia en un florerito pintado.
No estaba hecha para sentir y sonar lo sutil del vivir. Le gustaba tocar todo con la piel.
Lagrima era capaz de desatar todos los nudos en su apuro, con unas y dientes, por duros y tupidos que fuesen.
Yo la amaba por eso.
Cuando supe que se habia hecho mujer de la vida, la quise mucho mas. Habia encontrado su camino.
Se habia encontrado a ella misma.
Le segui poniendo en su florerito la rosa mas linda, mojada con el rocio mananero y con mis lagrimas nocturnas. Le enviaba un beso en cada petalo.
No sufria por ella. Sabia que a Lagrima no le iba a faltar nada, nadie nunca. No le iban a faltar hombres. A virgo perdido nunca le falta marido, decia el
Yo sabia que nada podia ensuciar ni corromper su sangre caliente de animal joven hecho para vivir.
Tuvo muchos nombres, muchos alias. Uno nuevo para cada nuevo amante. Hortensia, Idomenea, Sulama, Florinda, Ninon, Filomena, Leticia.
Se quedo en Lagrima, que era el mas alegre, el que mejor le sentaba.
5
El maestro tenia tambien su limbo de personajes que habitaban los libros de historias fingidas que el habia leido y amado.
No se trataba de una biblioteca comun ni comunal.
En todo el pueblo no habia ninguna.
Eran muy pocos -por mejor decir ninguno- los que en su vida habian leido un libro de esta especie. Y menos aun los que supieran que cosa es un libro.
El limbo del maestro Cristaldo era exactamente
Vivian alli, siempre en presente, en los estados de vida despues de la muerte que unicamente los personajes de la imaginacion pueden vivir.
Ese limbo era un estante de la memoria colectiva. La mente poderosa del maestro Cristaldo habia podido construir uno de esos libros, tan necesarios para los pueblos. Lo tenia guardado en la cueva subterranea situada bajo la laguna.
El la denominaba mi Taberna de Almas.
Los escueleros sabiamos de este culto que el dedicaba a los personajes que vivian en los libros y cuyas aventuras comenzaban cada vez que alguien abria un libro y comenzaba a leerlo.
Nos llevaba a veces a leernos esos libros, a contarnos sus historias. A