horcon, aplasto la boca contra las tablas y siento moverse adentro mis palabras con gusto a la madera podrida, al jugo agrio de las cucarachitas rubias que han llegado hasta aqui a saber como han podido cruzar la laguna salvo que hayan venido en el bote. Son cucarachas o cualesquier otros insectos de las plantas. Yo los masco un poco y los dejo subir rengueando. Suben y se quedan enredados en las telaranas del techo…»

6

El estupor no cabia en mi. Crecio aun mas cuando oi hablar a la mujer:

«…Y usted, escuche, no siga murmurando esas zonceras. No siga dandole todo el dia a ese maldito tambor… Igual que su abuelo… No sea tematico… Por cabeza hueca usted se va a arrumar la vida como su padre con la guitarra… como su abuelo Eftgemo, que era tamborero del Supremo Dictador… Toco el tambor dia y noche hasta los ochenta anos… Hasta que le crecio un callo en el pecho, grande como una joroba, de tanto apoyar alli el borde filoso del instrumento… Cuando no alcanzo mas el parche por culpa de la joroba pidio venia al Supremo… Se fue a plantar victorias regias en el lago Ypoa… Vaya a sacar las vacas del corral en lugar de estar ahi paveando como esos lunaticos de la calle Luna…»

El parvulo la interrumpe:

«…Me apuro a hablar de esos recuerdos de antes de nacer… No hay muchos… No son recuerdos propiamente… Porque yo sigo estando alli… en su vientre… como antes de nacer… y aun despues… Yo no tengo con quien hablar de esas cosas… Los muchachos de mi edad, malos de una maldad mas grande que ellos, pronto han aprendido a reirse de mi… a atontarse en pandilla con su griterio de loros barranqueros… Nonato por aqui… Nonato por alla…»

La voz furiosa de la mujer:

«?De donde saca esas zonceras que ofenden a Dios que me ofenden a mi misma? ?De donde se le antoja a usted, de puro cabeza dura que es, que puede nacer otra vez siendo viejo?… ?Como se le atolondra pensar que un nonato viejo como usted puede entrar de nuevo en el vientre de su madre y nacer?…»

La voz del parvulo se dulcifico hasta el llanto:

«…Senora, no se ofenda… El mismo cura de San Rafael, en la misa del domingo, menciono las palabras de Jesus a Nicodemo De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez no puede entrar en el reino de Dios… Yo no soy nonato… Yo he nacido de usted y siempre sera asi, hasta que me muera… Yo entro cada noche en su vientre… Al amanecer nazco…»

Se oye el eco de dos fuertes bofetones.

La voz de la mujer cada vez mas ronca y colerica:

«…Dejese de alegar disparates, que ha salido hace rato de la edad del pavo… No sea retobado… Voy a tener que meterlo en el cuartel para que le saquen esas manas a puros yataganazos… Hagase hombre de una vez, que yo tambien puedo faltarle… No se entonces como se va a arreglar usted, a la edad que tiene, un paranado sin segundo… A ternero guacho ni madre ajena ni calostro regalado…»

La voz del parvulo, quejosa, doliente, sorbiendose los mocos de la desesperacion:

«… No me haga huerfano usted, senora, antes de nacer… No me haga malquerer la vida antes de conocerla… Mi sufrimiento crece mas que el suyo…»

Hubo una pausa larga. Se oyeron sollozos de la mujer y del parvulo.

La voz de este con resignacion tranquila:

«… Un dia de estos me ire al puente a oir el retumbo del paso del tren… Metere la cabeza bajo el agua… Voy a tenerla pegada como siempre al pilote, pero no voy a poner la canita en la boca… Me quedare escuchando el retumbo con los dientes apretados hasta que la dentera del ruido se me vaya apagando en los huesos con los otros ruidos que tamborean dentro de mi sin descanso…»

Y no se mas.

Me agarro un mareo en tirabuzon y cai sobre las raices nudosas del taruma. Me desperte del desmayo en una especie de embudo que giraba alrededor de mi a gran velocidad y me arrastraba con el.

No recuerdo como llegue a casa.

7

En los dias que siguieron nada cambio en apariencia pero todo cambio.

Volvi a mi apostadero del taruma dos o tres veces. Siempre era el mismo dialogo entre la mujer y el parvulo. Como si pasaran una grabacion de la escena, siempre repetida.

No era una grabacion. La palabra hablada no se reproduce. Habla o se calla.

Tampoco podia pensarse en una escena de ventriloquia urdida por el maestro en este ritual solitario con el cual se flagelaba a cada anochecer.

El dialogo variaba de pronto sobre otros temas.

Las protestas de celos del parvulo contra el padre muerto porque este queria desplazarlo de su derecho a ocupar el claustro materno. El hombron muerto lo queria todo entero para el solo.

En este punto, la interlocucion exasperada podia tomar cualquier direccion y tonalidad. Desde la incriminacion quejumbrosa del parvulo a la colera de la madre, a su indignacion, a su rechazo mas rotundo. Pero tambien a la suavidad extrema de la ternura entre madre e hijo.

A la angustia y tristeza de ambos ante la inevitabilidad de la separacion absoluta y definitiva.

8

Me parecio entrever muy fugazmente la cabeza de la mujer, cubierta por un roto manto oscuro, inclinandose hacia los bracitos resecos de la criatura que tironeaban de su pollera.

En un momento dado, el destello del candil alumbro el perfil de una cara acalaverada. No descartaba que pudiera ser un reflejo del vertigo en el que estaba sumergido.

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