Iba a huir. Me volvi. No habia nadie en la cabana ordenada y desierta. Al menos nadie visible, aunque las voces sonaran en el interior.

18

La voz de parvulo del maestro, primero, luego la voz fuerte, autoritaria, de la madre brotaban ahora nitidamente desde el fondo de la placenta, en un violento altercado.

Lo que decian no lo habia oido antes. Luego la voz del parvulo, del viejo nonato, del maestro que creia no haber nacido, volvio a insistir imperativamente en su ruego a la madre de que le dejara entrar en sus entranas por ultima vez para volver a nacer.

La madre se nego rotundamente. «?Como quieres nacer vivo de una mujer muerta? Tu nacimiento acabo con mi vida hace muchos anos… Desde mi muerte te maldigo… por haberte engendrado… Te maldigo para que, una vez muerto, no seas enterrado en cristiana sepultura… Y para que tus restos, hasta el ultimo cabello, desaparezcan de este mundo…»

La voz del parvulo repitio su despedida o chantaje de sumergirse bajo el puente para escuchar el retumbo del tren en los pilotes hasta que la asfixia del ahogamiento acabara con el.

La mujer no contesto. Se hizo un silencio total en la cabana.

El viejo nonato iba a volver de todos modos al amnios primigenio para cumplir alli la maldicion materna.

Decimosegunda parte

1

Aquella madrugada del lunes 14 de junio desperte en el hueco calcinado del taruma.

No podia decir que habia dormido a pata suelta. Pese a la amplitud y comodidad del hueco, mi propia angustia y los dolores del castigo me hundieron en una dolorosa pesadilla. Me encontre al despertar engurrunido, doblado, en posicion fetal.

En la claridad brumosa del amanecer habia yacido en el agujero como un muerto. Un muerto que continuaba quejandose de toda su vida pasada y sobre todo de la que le esperaba.

Me desperto una vara verde como desgajada del arbol que me golpeo el cuerpo. Abri los ojos pesados de sueno y entrevi que el trozo de bejuco semejaba una regla escolar, tosca y chata, llena de muescas.

La regla volvio a golpearme suavemente en las piernas. La punta cambio del verde al rojo al tocar las ulceras.

Era mi sangre.

2

Me incorpore de golpe y me deje caer sobre la tierra mojada de rocio. Frente a mi se hallaba un hombre muy pequeno y enjuto de no mas de una braza y media de estatura, que me ayudo a incorporarme.

El nino con cara de viejo y el viejo con cara de nino nos miramos. En la lechosa claridad no reconoci en el primer momento al maestro Cristaldo.

– ?Que haces aqui?

– Me escape de casa anoche… -respondi en un murmullo.

– ?Por que te escapaste?

– Necesitaba verlo a usted.

– Me ibas a ver de todos modos en la escuela.

– No podia esperar, senor…

– Quien sabe esperar vive.

3

El maestro me observo como si me auscultara.

– Estas quemado como una lena. Estas lleno de cardenales, de escoriaciones de latigo. ?Caiste en un nido de escorpiones, o que?

A sus preguntas fui asintiendo con gestos.

Me puse de pie en silencio, con la cabeza gacha, frente al hombrecito no mas alto que yo.

– Despues de los guascazos, papa me ato con lazo trenzado al porton. Sabia que mama estaria llorando tambien sin poder venir a consolarme para no enojarlo mas a papa -le segui contando-. Despues de mucho forcejear pude liberarme del lazo. Le pedi al porton que me dejara escapar.

«Puedes salir», me dijo, «pero debes volver a la madrugada. Te atare de nuevo con el lazo. Antes de que se despierte el viejo…»

Vine corriendo sin parar hasta aqui. El cuerpo me quemaba por todas partes. No pude cruzar a nado la laguna. Queria verlo a usted, maestro Cristaldo.

– ?Para que? -pregunto el hombrecito, algo hosco-. Yo no recibo a nadie en mi casa. Ni al bichofeo color pyta forrado de viento sur.

– Me sentia morir… -murmure en un sollozo.

– A cada momento muere un moribundo. ?Que querias que hiciese por ti?

– Que me salvara…

– Eso es asunto de cada uno. ?Por que fue el castigo?

– Ayer, domingo, fue el dia de mi cumpleanos.

– ?Y ese fue el regalo de tu padre?

– Era tambien el aniversario de su casamiento.

– No veo la razon del castigo -dijo el maestro.

– Debia ir con ellos a pasar el dia en la chacra. Me hice el enfermo. Les dije que iria mas tarde, cuando me pasara el colico. Les acompane hasta el porton. Para despedirlos. En realidad, para comprobar que se iban tranquilos y confiados en mi promesa de portarme bien. «?Mucho cuidado

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