con largarte al rio!», me intimo papa, amenazandome con un arreador todavia imaginario.

4

Pasaba un fotografo ambulante, amigo de papa. Le pidieron que les sacara una foto de aniversario. Se pusieron en pose de espaldas contra el porton, que protesto porque queria mas espacio para el. Mama estaba muy hermosa bajo su sombrilla celeste. La felicidad iluminaba el rostro curtido y lleno de cicatrices de papa.

Se besaron largamente ante el ojo oscuro de la camara y el encapuchado que estaba detras.

Yo no quise salir. Temia que se descubriera en la placa la cara de mentira que tenia esa manana, al cumplir los trece anos.

El fotografo se metio detras del tripode. Se cubrio con la cortina negra y apreto por tres veces la perilla de goma, una por cada pose distinta.

Les di un beso, les desee muchas felicidades. Partieron con la canasta del pollo asado y los mejunjes. El aroma exquisito del pollo casi me dio una arcada de verdad y debilito por un instante el sabor de la proyectada aventura.

El amago de arcada certifico mi presunta indisposicion.

– Cuidese, hijo -me recomendo mama.

– Si, mama. Voy a estar un rato mas en la cama. Despues me voy…

No dije: «Despues me reuno con ustedes…»

Esa frase no dicha me escocio la boca. Hube de pagarla bien caro.

5

No fui al picnic de la chacra.

El festejo campestre de los aniversarios se frustro.

Me escape al rio con los otros mita'i.

Teniamos que buscar los cadaveres de los que se habian ahogado la noche de borrachera del sabado.

El maestro tosio. Escarro y escupio un moscon que se le habia metido en la boca.

– Nosotros vicheabamos observando desde el yavorai de la barranca la balsa de Solano -continuo el chico-. Vimos caer al agua a los troperos. Uno por uno. Contamos hasta cinco. Se hundieron para no volver a salir. Leandro Santos dijo: «Vamos a ir a sacarlos en un momentito…»

– Teniamos que sacarlos antes de que se hincharan demasiado. Entonces se vuelven mas escurridizos que anguilas. Cuantimas que vienen el juez, el alcalde, el cura, los vigilantes de la comisaria, todo el pueblo en procesion. Ya no se puede mas trabajar…

– ?Por que has hecho eso? -le interrumpio el hombrecito. Su voz colerica, mas grande que el, le salia por la espalda.

– Habia que salvar a esos muertos… -dije.

– No pueden sacar ahogados por unos nikeles, como si vendieran sus cuerpos. ?Donde se ha visto!

– Papa me pego mucho con su arreador. Me sangraron hasta los talones.

– ?Bien hecho! -dijo el maestro.

6

Se acerco y empezo a pasar levemente la contera de la regla sobre las escoriaciones y los hematomas. A cada toque de la regla iban desapareciendo. En el lugar de las cicatrices quedaban unas rayas blancas de piel nueva. No podia dejar de llorar a remezones.

– No ha de llorar un hombre grande como usted que salva a los ahogados… -ironizo el maestro.

– Lo peor fue el susto. Papa me mando a buscar la llave de la casa que habian dejado olvidada en la chacra. Al cruzar la alcantarilla me salio al paso el hombre sin cabeza que viene alli a dormir las noches en que amenaza tormenta.

– No seas patranero -dijo el maestro dandome un coscorron.

– Me corto el camino, senor. A la luz de la luna vi el munon del cuello degollado. La voz le salia por la garganta rota como el mugido del buey que deguellan en el matadero. Dispare entre los yuyales. No pare hasta la chacra…

Recobre el aliento y segui contandole al maestro. Al fulgor de la luna la llave brillaba sobre la mesa donde habian comido el asado.

Di un largo rodeo por el pueblo para no volver a pasar por el puente del Degollado. En la corrida de regreso la llave se me cayo y la perdi. Papa tuvo que romper la puerta de la casa. Despues me rompio a mi.

El hombrecito me golpeo la cabeza con la regla.

– A mas de uno tendrian que ponerle la cabeza en su sitio.

7

En realidad lo que yo ardia por contarle al maestro era lo otro. Pero el no dejaba de hacer preguntas.

Al final me anime.

– Quise venir mayormente para pedirle perdon, senor maestro… -dije aprovechando el ataque de tos que le saco el resuello por un rato.

– ?Perdon? -pregunto sin entender la palabra, con la pasividad mas absoluta del mundo.

– Yo espie su casa el mes pasado… Escuche la conversacion con su madre sobre ese problema de morir y nacer otra vez… Unos dias despues entre en su casa y descubri esa bolsa para nacer tan parecida al nido de la garza del sol…

La expresion del maestro no cambio en lo mas minimo. Era como si yo le hablase de algo absolutamente desconocido para el.

– Lo oi y lo vi yo solo. El secreto no salio de mi…

– Eso lo habras sonado anoche en tu pesadilla -dijo casi ironico, tras una larga pausa-. El hueco del taruma es un lugar malsano para que un chico de tu edad se ponga a dormir alli. El zumo de las hojas del taruma produce alucinaciones. Ademas el arbol esta embrujado desde que el rayo le quemo las entranas…

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