ambulante, apoyados contra el porton, marcaron aquel dia aciago con un fenomeno inexplicable. Dejaron una huella escalofriante que afecto mucho a mis padres, a mis dos hermanas y a mi.
La revelacion de los negativos en los que el porton sirvio de fondo, mostro como en una velada sobreimpresion, casi ectoplasmatica, mi cuerpo atado con un lazo trenzado para vacunos a los tirantes del porton. La imagen aparecia casi a espaldas de mi padre. Pero solamente en esas tomas del porton. Las fotos sobre otros fondos habian salido limpias y nitidas.
Reclamo mi padre al fotografo que borrara esa mancha que nada tenia que ver con las poses tomadas aquella manana.
Fue algo totalmente imposible de lograr para el pobre hombre. La imagen nebulosa resistia todos los lavados y planchados.
– Esa imagen -se disculpo el fotografo-, esa «mancha» como usted dice, don Lucas, no es culpa de mi maquina, ni de los negativos, ni del revelado. Esa imagen esta
Mi padre opto por romper las fotos «embrujadas» Arrojo los fragmentos a la basura. Se olvido el asunto; al menos dejo de comentarse el asunto en publico y en privado.
11
Este incidente actualizo para mi el enigma del porton.
Algo de pulsacion humana palpitaba en la materia forestal de ese destartalado porton, destinado a resistir en la intemperie hasta el fin de los tiempos.
Estaba alli plantado por alguien, tal vez por el primer poblador de ese villorrio cubierto de palmeras y de grandes extensiones de cana de azucar.
El porton marcaba una frontera prohibida. Un limite que no se podia traspasar y desde el cual no habia retorno.
Como en todo misterio, insondable o ilusorio, se podia decir que el porton estaba alli desde el tercer dia de la Creacion.
Eso, claro, no queria decir nada. Pero
La salvaje soledad habia endurecido su madera. Le habia salvado el alma, si se puede decir asi.
12
Ese porton, de un modo incomprensible, tenia un alma. En aquel tiempo «alma» no era todavia un juego de palabras para mi.
Transmiti a mi madre la cuita.
– Todos los seres vivientes alientan una especie de anima -me respondio-. Mas primitiva que la de los seres humanos. Pero un alma al fin. Todos la tienen. Los gatos. Los perros. Las plantas. Las orquideas gigantes que me traes de los banados. Tus luciernagas. Seres animados por un anima.
Le pregunte si el porton era un ser animado. Sin ninguna hesitacion me contesto que todos los objetos en contacto constante con los seres humanos acaban volviendose seres animados. Toman sus virtudes y sus defectos. Se parecen en imagen a sus duenos.
La respuesta de mi madre explicaba asi, por lo menos en parte, el papel que tuvo el porton en nuestra casa. Su relacion conmigo durante la infancia. Su obstinacion en permanecer alli como un guardian y un vigia.
Un voluntario de tiempos mas heroicos. No un mercenario de esta edad miserable.
Ahora, despues de tantos anos de ausencia, puedo decir que aquel pequeno porton estaba tambien algo tocado por una especie de locura. Tenia vida propia pero esa vida estaba poseida por la locura.
La locura de servir.
13
Cuando fui traido por mi madre a los pocos meses de edad, la mole rojiza del ingenio de azucar estaba creciendo lentamente.
El pequeno porton verde ya estaba alli. Eso solia contarme ella. Tuve que vivir y crecer para verlo.
Sin noticias de mi padre hacia mas de dos anos, mi madre resolvio venir a Iturbe para saber de el y reunir a la familia.
No podia saber que los hombres que se habian enganchado como empleados de la futura administracion no eran mas que peones a destajo para todo servicio.
Madre bajo del tren y vio a lo lejos la chimenea, la mole a medio construir del ingenio. Se oriento hacia alla, de seguro tambien trasteada por las ortigas gigantes y las canas. Llevandome en brazos siguio este mismo terraplen que estaba andando yo ahora, construido por grupos de cuadrilleros.
Se dirigio hacia ellos.
Venia buscando a su esposo. Queria decirle con su presencia que el amor no es cosa que humilla ni que se oculta. Vivir es obligacion siempre inmediata y continuada. Queria estar a su lado, poner en sus brazos al pequeno hijo nacido en su ausencia.
La criaturita vibrante gimoteaba asustada del llanto de sus padres, del susto de la cuarentena de esclavos que contemplaban ese recuadro inverosimil, temblando con los colores luctuosos del iris entre el polvo y la luz, entre el cielo y el infierno.
?De donde habia nacido yo, sino de lo que esa mujer y ese hombre, aun desconocidos para mi, habian cortado de la vida diaria en un tiempo que ya no les pertenecia y que a mi comenzaba apenas a pertenecerme?
14
Los hombres detuvieron el trabajo. Apoyados en sus palas y en sus picos, debieron contemplar sorprendidos, casi alucinados, esa vision de la bella mujer de rubia cabellera y ojos celestes que iba acercandose con el crio en brazos.
Alguien se adelanto hacia ella, negro de sol, de sudor, como quebrado por una agonica fatiga. Un hombre semejante a un leproso, la nariz y las orejas comidas por el terrible parasito de la leishmaniosis. Charles Nicolle no habia descubierto aun el terrible parasito.