avion se deslizaba silenciosamente un platillo volante. Nunca lo habia visto y jamas nadie le habia hecho creer en platillos. Pero ahora no cabia duda. ?Era un platillo, un platillo de verdad!… La N. A. S. A. le premiaria si lograba…

– ?Wad!… ??Wa!!

– Dime…

– La maquina… ?Has traido la maquina fotografica?

– ?A donde?… ?Tu estas loco!… ?A unas maniobras una maquina fotografica?

– ?Mira!…

El radio miro hacia lo alto, hacia donde senalaba Praxer. Los dos se extasiaron en la contemplacion del platillo durante dos segundos y tres decimas.

A la cuarta decima de segundo sobrevino el choque. Se estrellaron en pleno vuelo contra un bombardero tipo WTX-34 con doce hombres a bordo, que volaba sobre las mismas coordenadas en direccion oeste a este.

Catorce hombres perdieron la vida, instantaneamente. Los dos monstruos del aire, convertidos en un amasijo informe de chatarra, se precipitaron ardiendo contra el suelo.

Y no hubo cuatro victimas mas porque, cien metros antes de alcanzar el suelo, una violenta corriente de aire desvio los restos carbonizados a cinco kilometros del puesto de mando desde el que el propio almirante Badel dirigia las operaciones con sus tres ayudantes de campo.

***

Se abrio la esclusa de la nave estelar y aparecio en el umbral la silueta verdosa e iridiscente del contramaestre Prtt. El contramaestre agito los pedunculos en senal de respeto.

– Mision cumplida, profesor Trrf.

El profesor Trrf se incorporo de su yintsa y contrajo satisfecho los bulbos olfatorios.

– ?Hubo dificultades, contramaestre?

El contramaestre hizo un ademan, asintiendo con sus antenas retractiles. Se deslizo silenciosamente hacia el profesor y se dejo caer sobre la sulwimak que habia frente a la escotilla.

– Bastantes… Hubo que recurrir a la ionizacion y a toda la energia antigravitatoria disponible… Pero lo mas dificil fue localizar la lata de alimentos podrida. ?Ni siquiera la vision esplonica de Wllt consiguio atravesar el metal oxidado!

Guardo silencio y la iridiscencia le disminuyo con la relajacion. El profesor dio una vuelta en torno a el, respetuoso con su cansancio. El mismo le libro de los pesados xutros antes de decirle:

– Bien, Prrt… Ha hecho casi un buen trabajo…

El contramaestre bajo sorprendido sus anillos.

– ?Casi, profesor?

– Casi, amigo… No le dije nada, porque no podia decirselo. Pero su mision era doble… Salvar a esos pobres terrestres era solo una parte. La otra era eliminar a los que estuvieron a punto de llevarles a la muerte… ?Y esos seres siguen vivos!…

El profesor medito un momento y se le hincharon las agallas mientras aspiraba avidamente el fresco metano de la atmosfera de la nave.

– ?En fin!-… Habra que esperar a otra ocasion…

Tres cuadrantes despues, a velocidad superluminica, la nave espacial abandonaba la atmosfera del Planeta Guerrero y se perdia en el hiperespacio. Los unicos hombres que lograron distinguirla estaban convertidos en haces de carbon retorcido y ya se habia pasado aviso a sus familiares de la heroica muerte que sufrieron. ?Muertos en acto de servicio por la Paz de la Tierra!…

LOS ADIVINOS

Seis anos habian tardado, pero alli estaba.

Seis anos de prisas freneticas, de continuos calculos, de pruebas sin fin; seis anos de agotamiento. Y todo aquello, ?para que? El ingeniero Prague se limpio el sudor que le banaba el rostro, despues de la noche pasada en vela ajustando las ultimas series de transistores en el nuevo computador. Levanto los ojos cansados hacia su ayudante, que verificaba las pruebas finales y dejaba vagar la mirada mortecina de unas luces a otras, de las cintas magneticas a las memorias, a los circuitos de transistores, a los termostatos.

– ?Todo en orden? -le pregunto.

– Eso parece, al menos.

– ?Ha telefoneado?

– ?Quien, el profesor? -sonrio Dugall a traves de su sueno invencible-. Hace apenas diez minutos. Estaba nervioso.

Prague se encogio de hombros. Ya estaba acostumbrado. Desde la primera visita al profesor, seis anos atras, el nerviosismo constante habia sido la tonica que habia distinguido al viejo catedratico. Tal vez a causa de ese nerviosismo le habrian hecho caso en los organismos gubernamentales cuando habia exigido perentoriamente que le fuera facilitada una maquina computadora especial y que esta fuera instalada en los sotanos del Instituto de Historiografia.

El Gobierno habia hablado con la Casa. Y la Casa habia designado a Prague para que fuera a entrevistarse con el profesor Granz.

?Nervioso!… ?Si lo sabria el!…

– ?Solo nervioso? -pregunto.

– Bueno, quiero decir… Mucho mas que de ordinario. Parecia que le iba a faltar tiempo, no se… Dijo, que estaria aqui a las nueve en punto, pero que si podia venir antes…

– Le dirias que no, claro.

– ?Por supuesto!

Tenian media hora. Media hora durante la cual no serian molestados absolutamente por nadie. Porque a aquel sotano del Instituto de Historiografia unicamente tenian acceso cuatro personas: el y su ayudante, el profesor Granz y el mismisimo Ministro de Defensa.

Prague se habia preguntado muchas veces por que. Tuvo seis anos por delante para preguntarselo y, a lo largo de esos anos, encontro centenares de soluciones posibles y aun probables. Pero, con la mano en el corazon, ninguna de ellas llegaba a convencerle. Eran demasiado inutiles, demasiado infantiles, demasiado faltas de ese interes tactico que suponia el hecho de que el propio ministro de la Defensa tuviera acceso -el y no otra persona- a los sotanos del Instituto. En realidad, Prague tenia motivos para estar desolado porque, al cabo de seis anos de trabajar constantemente en la construccion de la mas poderosa computadora electronica existente hasta el momento, no sabia de ella mas de lo que supo el primer dia, cuando fue a ver al profesor Granz a su destartalado despacho de la Universidad Autonoma, donde actuaba como una especie de dictador. En la Casa le habian advertido:

– Lleva cuidado con el. Tiene mas agallas que un pez. Y nos ha venido muy recomendado. No hagas una de las tuyas.

Prague estaba considerado en la Casa como el ingeniero mas capaz entre los que trabajaban alli. Y eso significaba que era tambien uno de los ingenieros mas capaces del pais, porque la Casa pagaba sueldos lo suficientemente importantes para proporcionarse las cabezas mas privilegiadas. Pero todo el mundo sabe como la mente de un ingeniero y la de un historiador son casi tan dispares como la de dos habitantes de polos opuestos en la Tierra. Por eso el Jefe, aun confiando plenamente en la capacidad de Prague, se permitio el lujo de hacerle unas advertencias que, al principio, le parecieron inutiles al propio ingeniero.

– No le contradigas, ni te esfuerces en demostrarle que no sabe nada de computadoras. Probablemente tendras razon, pero nos estamos jugando algo que creo que va a ser bastante importante. Y no olvides que, a pesar de todo, la competencia aun no ha desaparecido.

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