Cuando todo es convencional y no hace sino cambiar, mas que imponerse el cumplimiento de una incierta convencion, convendra acertar con el momento justo de imponer convenciones.

Abandonar a un personaje, a mediodia, con treinta y cinco grados de calor, baja presion, y un fastidioso y arrachado viento del norte, preguntandose con toda seriedad si los participantes de una celebracion se divertian o simulaban divertirse apenas cumple una convencion mas.

Destripemos al personaje y, con el, tambien a la convencion que lo congela en el borde de una escena en suspenso. Interiormente, en un interior que no puede abordarse en un relato o una novela, podria operar el mecanismo de la duda y es muy probable que en la vida las cosas sucedan asi. El personaje duda sobre si se divierten o simulan divertirse y ese es su dilema, tan simple como la incertidumbre sobre si vendra o no vendra la tormenta anunciada. A lo sumo, podra decirse: se divierten, simulan divertirse, o no existen y yo a todo esto me lo estoy sonando por haber comido mucho lechon en la cena. Y en ese triangulo de posibilidades se agota su programa de duda.

Es un programa corporativo que debe estar bien instalado para que un funcionario pueda hacer carrera en Sheraton y que dificilmente los del Karina Apart quisieran modificar, por cuanto si le han hecho tan buena oferta de sueldo y condiciones de trabajo para integrarlo a esa aventura, debio ser porque pretendian que fuese tal como su curriculum indicaba que era: un funcionario capaz de decidir porque se limita a evaluar las alternativas que proponen los acontecimientos y jamas se extraviar en digresiones.

Tampoco vacilar preguntandose si esta sonando. Mirar la escena de invitados, patrones, mariachis y gente contratada, incluyendo a las chicas del servicio de promocion y a las del plantel de acompanantes y ver a algunos divirtiendose, imaginar que otros simulan divertirse, pensar que es el unico que no se divierte en medio de un centenar de humanos, y si en ese instante el edificio se derrumbara y todos quedasen sepultados bajo los escombros, moriria convencido de que esas posibilidades eran todo lo que el mundo permitia pensar.

Ninguna de las infortunadas victimas de la tragedia de Barrio Norte habria contemplado la posibilidad de que muchos de los que antes del derrumbe parecian divertirse, se divertian por el goce de simular divertirse y por la conciencia de que lo hacian a la perfeccion.

Para que surja esa conciencia se necesita un personaje como el gerente. No precisaban verlo: algo en la atmosfera comunicaba que detras de la diversion generalizada habia un padecer, o alguien que padecia por su mera existencia, y eso convertia al divertirse, o al simular divertirse, en algo mas divertido.

Para saber esto no hace falta un derrumbe: basta con la presencia de un autor que frague tormentas y derrumbes, y, en plena digresion, anuncie otra posible diversion, dando a la vez testimonio de ella.

Lo mismo sucede con el amor. ?Que es el amor?, se preguntaba este otro personaje, que, de todos los que estaban en la terraza del apart, era el unico que podia preguntarselo justo despues del brindis y cuando tantos invitados habian cumplido el compromiso de asistir a la celebracion y habian vuelto a su casas o a otros lugares donde seguirian divirtiendose.

Y pensaba que si a cualquiera de tantos que habian estado aquel domingo en la terraza alguien le hubiese preguntado '?que es el amor?', asi, directamente, como en un juego de salon, cada cual hubiera dado su respuesta, mas o menos seria, o trivial, quizas ridicula, pero en cualquier caso ajustada a las reglas del juego social.

?Que es el amor? Pensaba que entre tantos invitados que anduvieron ese mediodia por la terraza, eran los ultimos con quienes convendria iniciar ese juego. Acababa de conocerla. Dijo que habia estudiado comunicacion en la universidad, de modo que si alguien apareciese con una videograbadora iniciando un juego de salon con la pregunta '?que es el amor?', podria imitarle la voz y anticiparse a su respuesta, que, con toda probabilidad, seria del estilo 'el amor es lo mas maravilloso que existe', en esas palabras, o en otras que no se alejarian mucho de lo que parecian significar: virtualmente nada. En algunos lugares de la terraza, la parte oeste, y los sitios protegidos del viento, el calor era intolerable. La gente se zambullia solo para mojarse con agua fresca que duraba apenas unos minutos sobre la piel. Los trajes de bano se secaban a la par. Ella tenia una bikini sin marca. Seguramente la habia traido consigo. Conocia a otras muchachas que la llamaban por su nombre, pero desde el primer momento en que la vio, venia representando el papel de la chica sola. Y era la unica persona con la que hablo ese mediodia que no habia hecho referencia al calor insoportable.

El viento norte por momentos arreciaba y hasta llego a tumbar un pino montado sobre un maceton con forma de barril. Habia volado buena parte del arreglo floral de la glorieta -unas guirnaldas de enredadera trenzada con flores azules, rojas y violeta- y muchos petalos habian caido a la piscina. Alli, como pequenos velamenes, patinaban sobre el agua para terminar agrupandose en el angulo sur. Cada cinco o diez minutos, un gordo de remera y bermudas verdes trepaba a la tarima de madera que cruzaba la parte baja como un puente y desde alli, manipulando una cana con paleta de tejido de red, pescaba los petalos y en un mismo movimiento alzaba la cana y los hacia volar por sobre su cabeza, hacia el sur. Las gotas de agua ni debian llegar al piso. Los petalos se perdian volando hacia la calle Quintana y dificilmente llegasen al suelo antes de recorrer centenares de metros volando en remolinos.

Ella, nadando, habia aparecido con una flor azul en la boca.

– Es rica! -Habia dicho riendo y la flor se despego de sus labios y se fue navegando hacia el angulo sur.

Acababa de conocer su voz, pero en el agua. Despues, en el borde de la

piscina, sobre la zona del hidro, bebian agua mineral y ella dijo que impresionaba ver tantos mozos sudando a la par, y reconocio ese mismo acento: cantarino.

Antes, en el agua, cuando habia cruzado desde el hidro hacia la parte mas profunda nadando pecho y aun no habia escuchado su voz, imagino su boca de lengua y encias brillantes, y se la figuro llena de petalos azules. Entonces, al besarla, los petalos pasarian a su boca, como los adolescentes se pasan sus gomas de mascar. Anticipo un sabor a flores maceradas, y deseos de besarla y, manteniendo unidos los labios, compartir un desmenuzado bolo de flores dulces.

No era una mala idea para aquel domingo, pero tampoco parecia el momento de proponerla. En cambio le pidio que repitiera la frase que habia dicho nadando. Ella no la recordaba. Tuvo que decirsela y entonces le repitio varias veces 'es rica' modulando diferentes acentos y ensayando distintos dibujos en la forma de su labios como para acertar con el enfasis que habria querido volver a oir.

'Obedece', penso.

Era muy curiosa: preguntaba, insistia. No podia contarle el motivo por el que estaba en la celebracion y penso no responderle, pero no debia contrariarla: se habia prometido que compartirian flores boca a boca, o que harian algo que suplantase a ese justificado capricho.

Ademas, tambien estaba en juego su propia curiosidad. Desde el primer momento en que la vio venia pensando que formaria parte de un 'plantel', es decir, del servicio de acompanantes contratadas.

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